Sin apenas dudas ni titubeos, los uruguayos salieron este domingo a votar convencidos de que su opción política es la mejor para el país y con la esperanza de que su papeleta sea la que resulte vencedora.
Impacientes por vivir «la fiesta de la democracia», numerosos votantes ya hacían fila desde antes de las 8 de la mañana, hora de apertura de los circuitos electorales, para poder ejercer su derecho al voto.
Tras nueve meses de campaña electoral y la celebración de una primera vuelta el 27 de octubre, todo ha quedado reducido a dos opciones: la papeleta del Frente Amplio, con Daniel Martínez al frente y Graciela Villar como vicepresidenta; y la del Partido Nacional, con Luis Lacalle Pou como candidato a presidente y Beatriz Argimón como compañera de fórmula.
La calma reinó en una jornada como la de este domingo, en la que votantes como Eulalia Machado, montevideana de 85 años, aseguraron que Uruguay «es muy democrático».
«Somos muy normales», bromeó Eulalia en una conversación con Efe momentos antes de votar.
Orgullosa de sus convicciones, la montevideana relató que su papeleta sería la de Lacalle Pou, «un abogado, un muchacho que ha estudiado».
En el mismo local votó Silvia, una mujer uruguaya que acababa de llegar a Uruguay procedente de un viaje por trabajo a España.
«Es una fiesta siempre por votar, así es la democracia. Espero que gane quien gane siga siendo una fiesta», dijo a Efe.
«¿Ya votaron?» fue una de las cuestiones más escuchadas en las puertas de los circuitos electorales, donde el ir y venir de votantes, mate en mano, contrastaba con la tranquilidad en las principales avenidas de Montevideo vacías de oficinistas y trabajadores de diario.
Orgullosos de su decisión, muchos uruguayos acudieron a votar en sus vehículos adornados con banderolas del partido con el que simpatizan.
El blanco, azul y rojo del Frente Amplio y el celeste y blanco del Partido Nacional fueron los colores que vistieron las calles de Uruguay, donde la Ley Electoral prohíbe la propaganda en TV, radio y prensa el día de los comicios, pero no en redes sociales ni que la gente pasee con las enseñas de su formación.
En un barrio estudiantil de la capital uruguaya votó Rodrigo Leal, de 25 años, quien aspira a que el FA consiga su cuarto mandato consecutivo, pese a que las encuestas dan como favorito al candidato ‘blanco’.
«Va a estar medio peleado, va a estar ahí. Hay que lucharlo», aseveró el joven nada más depositar la papeleta de Martínez y Villar en la urna.
En la misma línea opinó Daiana Gómez, que señala que «a veces la gente no valora todo lo que se ha mejorado en estos 15 años».
En un país donde el voto es obligatorio, Gómez viajó desde Paysandú a Montevideo para votar y, aseguró a Efe, recorrería los más de 300 kilómetros que separan ambas ciudades aunque el sufragio fuera voluntario porque «hay que aprovechar la democracia» que hay en el país.
Al comienzo de cada fila y custodiando las urnas se encontraban los tres miembros de la mesa electoral, que entregan los sobres a los votantes para que vayan al cuarto secreto a introducir la papeleta y de vuelta la introduzcan en la urna.
María Marta García, presidenta de mesa en uno de los 7.122 centros de votación del país, reconoció que es un trabajo «cansado».
García, que formó parte de una mesa electoral en más de 15 ocasiones bromeó con que esta noche toca «descansar» tras una jornada de más de 12 horas.
Para vigilar que todo ocurra con normalidad, los partidos envían a delegados para dar cuenta de lo que acontece en el circuito.
Frenteamplistas y nacionalistas conviven en el mismo local, «sin ningún problema», afirmó Walter Quinteros, delegado del FA.
«Esta noche fiesta y voto castigo (para el FA)», señaló su compañera del PN, Norma Piriz, más beligerante.
Unos 2,7 millones de ciudadanos están llamados a las urnas para elegir en segunda vuelta al presidente de la República para el período 2020-2025.
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