Por Rodrigo García
Un sinfín de inverosímiles y hasta dramáticas situaciones han rodeado a las ceremonias de traspaso del poder presidencial en Argentina. La lista seguro sumará anécdotas cuando este martes Alberto Fernández se convierta en el undécimo mandatario del país tras la vuelta de la democracia en 1983.
Esta vez, si no hay contratiempos, reinará la normalidad y el nuevo presidente, acompañado de su vicepresidenta, la también exjefa de Estado Cristina Fernández, asumirá el cargo en una ceremonia en el Congreso en la que recibirá de su antecesor, Mauricio Macri, la banda y el bastón presidencial.
Pero no siempre fue así en un país que ha vivido cambios de mando en medio de graves crisis institucionales, complicadas situaciones personales de los presidentes e insalvables diferencias entre los mandatarios entrantes y salientes.
Cuenta de ello da el orfebre Juan Carlos Pallarols, quien desde el final de la última dictadura (1976-1983) ha realizado cada bastón que los jefes de Estado agarran al ser investidos: «Alberto Fernández me dijo que quiere que grabe en el suyo ‘Argentina de pie'», desvela a Efe.
ALFONSÍN, EL PADRE DE LA DEMOCRACIA
La entrega de los atributos presidenciales viene de lejos en Argentina. Pero con el triunfo electoral de Raúl Alfonsín en 1983 llegó una nueva era. El Gobierno de facto saliente le había pedido a Pallarols -descendiente de una familia española de tradición orfebre- que confeccionara el bastón, aunque el artista no veía oportuno hacerlo del modo tradicional.
«No me parecía bien que un país republicano y federal tuviera símbolos monárquicos como las borlas de oro. Ni que usáramos la caña de malaca, que es muy bonita pero no tiene nada que ver con Argentina», recuerda, por lo que comenzó a hacerlos con madera Urunday, «que no se corrompe y se mantiene siempre recta y es muy fuerte para el trabajo».
En la descripción del primer ejemplar puso que las cualidades de esa madera fueran imitadas por quien lo use. «Y a Alfonsín le gustó mucho eso», evoca.
En un momento histórico, el último dictador argentino, Reynaldo Bignone (1982-1983), cedió el mando al radical Alfonsín en una ceremonia en la Casa Rosada -sede del Gobierno- cuando el país luchaba por salir de la oscuridad.
El estadista, en cuyo mandato se juzgó a las cúpulas militares de la sangrienta dictadura, pidió que al morir pusieran el bastón sobre su ataúd, según dice Pallarols. «Fue hasta el cementerio y hoy lo tienen los hijos», agrega.
EL RECUERDO A CARLITOS MENEM
El peronista Carlos Menem asumió en 1989 con un país sumido en la hiperinflación y con la pobreza y la protesta social en aumento, lo que había llevado a Alfonsín a convocar elecciones anticipadas.
Esa fue la primera sucesión entre dos presidentes constitucionales de distintos partidos desde 1916.
Reelegido en 1995, Menem, separado de su mujer, optó por hacer de su hija Zulemita una suerte de primera dama, y fue ella quien custodió el bastón en la posesión, que se produjo poco después de que Carlitos, el hijo mayor del presidente, muriera en un accidente aéreo que aún se investiga para saber si fue un homicidio.
«Me dice: ‘me han matado a mi hijo’. Y me saca un papelito con un pequeño sol muy infantil, una cosa tomada de un cuaderno escolar. ‘Este dibujito lo hizo mi hijo cuando era chiquito, ¿usted lo podría poner el bastón?'», rememora el orfebre, que aceptó la petición.
0 DE LA RÚA Y EL CAOS
En 1999, Menem cedió el poder al opositor Fernando de la Rúa.
«Era un hombre honrado, pero cuando asumió la Presidencia yo noté que algo le pasaba, estaba un poco distraído», confiesa Pallarols, quien le entregó junto al bastón un libro de dedicatorias, entre ellas de Menem y Alfonsín.
Sin embargo, cuenta que De la Rúa «no entendía por qué el libro era para él» y a los días se lo devolvió.
En medio de su Gobierno, estalló la mayor crisis económica que ha sufrido Argentina, que el 20 de diciembre de 2001 forzó la dimisión del presidente, quien abandonó la casa de Gobierno en helicóptero tras fuertes revueltas callejeras y una represión que dejó más de 30 muertos.
Sumido en el caos, el país encadenó cuatro presidentes en poco más de una semana: Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Camaño y Eduardo Duhalde, quien estuvo en el poder hasta las elecciones de 2003.
Aunque tuvieron que esperar, todos tuvieron su bastón, pero para la primera foto Pallarols les prestó uno que guarda en su museo.
KIRCHNER Y EL CAMBIO DE ESCENARIO
Néstor Kirchner fue el segundo candidato más votado en los comicios de 2003, por debajo de Menem -que volvió a presentarse-, pero llegó a la Presidencia tras negarse el exmandatario a disputar una segunda vuelta.
Al jurar el cargo en el Congreso -no en la Casa Rosada, como había sido habitual- y al momento de agarrar el bastón de manos de Duhalde, Kirchner comenzó a hacer extraños movimientos.
«Le vino de mano en mano, se lo entregaron de punta y no tuvo más remedio que hacer ese movimiento. No fue mala voluntad de él, la situación se dio así, por la mala organización», argumenta su creador.
DIOS, LA PATRIA Y ÉL
En 2007, la esposa de Kirchner, Cristina Fernández se convertía en presidenta y recibía, fundida en un emotivo abrazo, los atributos de mando de manos de su propio marido. De nuevo, en el Poder Legislativo en vez de en el Ejecutivo.
Tres años después, un paro cardíaco se cobraba la vida de Kirchner y en 2011 su viuda era reelegida presidenta: Florencia, hija de ambos, fue la encargada de colocar la banda a una Cristina vestida de luto que aludió a «Dios, la patria y Él» -en referencia a su difunto esposo- al jurar el cargo.
Años después, Pallarols fue llamado a declarar como testigo en una causa -en la que después Fernández fue sobreseída- que buscaba determinar la procedencia de un bastón que ella tenía en su casa y que decía le había regalado el expresidente Héctor Cámpora (1973).
«Tuve que aclarar que ella tenía tres bastones, porque uno le había dado su esposo y dos se los había entregado yo», dice el artista.
LA «MACUMBA» A MACRI
En 2015, Fernández tuvo un desencuentro con su sucesor, el conservador Macri, por el lugar de entrega del bastón, polémica que se saldó con la decisión de ella de no asistir al juramento.
La entonces presidenta quería traspasar el poder en el Congreso y él prefería la Rosada, por lo que Macri recurrió a la Justicia, que limitó el mandato de Fernández a la medianoche anterior y le despejó a él el camino para organizar su investidura.
En esas horas, el país estuvo a cargo del presidente provisional del Senado, Federico Pinedo, que fue quien le entregó el bastón, pero no el de Pallarols.
«Me dice un amigo… ‘¡no es tu bastón el que usó el presidente!'», señala el artesano, que días antes había recibido una llamada de alguien supuestamente del nuevo Gobierno y que llegó a ofenderle.
«Me preguntó si yo había prestado el bastón a la expresidenta Cristina Kirchner para que hiciera una macumba, una magia que usa una secta brasilera como para desear el mal», desvela.
Finalmente, el bastón -que el orfebre realiza durante un año recorriendo ciudades y pueblos para que los ciudadanos colaboren dando «unos golpecitos»- volvió a sus manos, hasta que un día le visitó Alicia Blanco, madre del presidente y cliente habitual suya.
«Me dijo: ‘¿por qué no le entregaste el bastón a Mauri? Y digo.. ¿cómo que no lo entregué?». Tras esa conversación, acabó haciendo llegar de nuevo el polémico objeto a Macri.
¿VUELTA A LA NORMALIDAD?
Alberto Fernández ya transmitió al orfebre su altura -«casi 1,80 metros», factor del que dependen las características del bastón- y la frase que quiere que incluya en él. Está por ver qué tipo de chascarrillos deja su ceremonia, en una Argentina siempre sorpresiva que busca ahora salir de una crisis económica que parece no tener fin.
(EFE)