Por Federico Anfitti
El 13 de diciembre de 1939 tuvo lugar la primera batalla naval entre Alemania y Reino Unido de la Segunda Guerra Mundial. No fue en el mar del Norte ni en otras aguas próximas. Se produjo a 11.000 kilómetros de allí, en las costas de Uruguay, un país neutral, y fue el único episodio de este conflicto que se localizó en América del Sur.
La Batalla del Río de la Plata, como se conoce a este combate, marcó un antes y un después en la vida de los uruguayos, que vivieron desde el puerto de Montevideo la agonía del acorazado Admiral Graf Spee, uno de los barcos alemanes más potentes del régimen nazi.
Ochenta años después, los documentos y los testigos siguen recordando el eco del estallido del navío alemán.
ORDEN DE HITLER: DESTRUIR MERCANTES
El acorazado alemán navegaba las aguas del Atlántico Sur bajo la estricta orden de Adolfo Hitler de atacar unidades mercantes, con el ojo puesto principalmente en los buques británicos. De esta forma hundió nueve buques ingleses, aunque en estos duelos los alemanes ponían a salvo a los tripulantes enemigos, apunta el libro «El Graf Spee en el tiempo», del uruguayo Fernando Klein.
Ante esta ola de ataques, los británicos crearon un grupo de caza contra el navío rival. Las fuerzas inglesas detectaron que el Graf Spee iba a ir a atacar a los mercantes que se abastecían en la zona próxima al Río de la Plata y desplegaron una estrategia para embestir e iniciar esta histórica disputa naval.
La batalla se desarrolló cerca de las costas de Punta del Este (sureste de Uruguay) y los navíos implicados fueron el Graf Spee y los ingleses Exeter, Ajax y Achilles. Tras varias horas de combate y bombardeo mutuo, el buque alemán cedió antes sus tres rivales y puso rumbo hacia Montevideo para reparar sus graves daños. Los ingleses intentaron seguirlo, pero la Armada uruguaya les impidió el paso por sus aguas.
El fin del fuego dio inicio a un combate diplomático en el que las embajadas de ambos países presionaron al Gobierno suramericano. El entonces presidente de Uruguay, Alfredo Baldomir, se mantuvo firme y dio 72 horas al barco alemán para que abandonara las costas uruguayas.
El capitán de la nave, Hans Langsdorff, aguardó hasta el último día del plazo y, finalmente, el 17 de diciembre, hizo estallar el acorazado para que quedase hundido y evitar así que los secretos y su tecnología fueran robados.
EL NIÑO QUE PRESENCIÓ EL ESTALLIDO
Ochenta años después del suceso son pocos los que pueden presumir de haber estado ahí. El documentalista y docente universitario Mario Handler, de 84 años, era solo un niño cuando estaba en la rambla montevideana en los hombros de su padre mirando hacia la costa.
Ahí, junto a otros miles que durante esas 72 horas colmaron la costa de la capital, fue testigo de una explosión que lo marcó y que aún hoy recuerda.
«Mi viejo (padre) me tenía en los hombros y me señalaba. Yo vi claramente ese barco lejos, no estaba tan lejos. Y el humo que salía. Había una multitud bestial, ¿por qué? Porque se anunció», recuerda.
Handler, quien durante la entrevista se detiene en varias ocasiones para ordenar sus recuerdos, cuenta que había en la rambla muchos «antinazis» que festejaron la explosión del acorazado.
Si hubiese tenido que filmar algo sobre aquel evento, al viejo documentalista le habría gustado, sobre todo, hablar con el capitán alemán para entender sus acciones.
TRAMPAS INGLESAS
Las historias de espías que rodean esta batalla y el posterior hundimiento son innumerables, y uno de sus más claros protagonistas fue el entonces embajador británico en Uruguay, Eugen Millington-Drake.
Según recuerda el experto inglés Richard Cowley, que lleva más de 50 años documentándose sobre los hechos y más de 15 ofreciendo conferencias, el diplomático hizo llegar al capitán alemán la falsa información de que fuera de las costas uruguayas había 5 o 6 buques ingleses aguardando la salida del Graf Spee para atacar.
«Armó toda una trampa para el pobre capitán Langsdorff. En realidad, si hubiera salido después de las 72 horas que dio el presidente Baldomir, casi seguro que se escapaba», asegura.
Pese a todo su conocimiento de esta batalla, a Cowley le queda una duda para la que cree que no encontrará respuesta: ¿Por qué Langsdorff fue hacia Montevideo y no optó por ir a Buenos Aires, donde el apoyo a los aliados no era tan evidente como en Uruguay?
LA RADIO, LA GRAN VENCEDORA
La radio en Uruguay se desarrolló en los años 20, casi al mismo tiempo que en el resto del mundo, por lo que ya era un medio instalado en los hogares de este país en el momento de la batalla. Sin embargo, no fue hasta la llegada del acorazado alemán al puerto de Montevideo cuando se replanteó su trabajo y reinventó su cobertura.
«Esos días de verano (austral) fueron días muy conmovidos. Pensar que una guerra que recién empezaba (septiembre), que parecía muy lejana y que de pronto se acerca a las costas era de por sí un acontecimiento que no pasaba inadvertido. Los medios de comunicación le dieron una cobertura absolutamente preferente», explica Mónica Maronna, la profesora de la Facultad de Información y Comunicación de la Universidad de la República.
Uruguay tenía una gran cantidad de medios escritos y radiofónicos, pero lo que estaba ocurriendo y la expectación que despertaba, necesitaba un seguimiento constante y sin interrupciones. Entonces, la radio tomó el protagonismo.
Ante la preocupación de los ciudadanos, que se aglomeraban en la rambla de Montevideo para observar aquel navío inmenso, las emisoras tomaron la decisión de hacer una amplia cobertura e ir hacia al puerto para transmitir en todo momento, incluso cuando no pasaba nada.
En Uruguay desembarcaron periodistas de la BBC inglesa, la NBC norteamericana y de agencias de noticias que, según Maronna, ayudaron a profesionalizar la tarea de los periodistas uruguayos.
«Desde el punto de vista de la cobertura de la información, diciembre de 1939 marca una inflexión porque marca el protagonismo de la radio como medio informativo y esa idea de este nuevo medio, que es la instantaneidad y fomentar, promover, esa expectativa», afirma.
Como suele ocurrir en estos casos, los mitos no tardaron en aparecer, y la radio no fue la excepción.
Uno de ellos asegura que un periodista se enteró minutos antes de que el acorazado iba a estallar y, para no perder la primicia, decidió adelantarse a los hechos e imitar con su voz el sonido de una explosión para que su audiencia creyera que era el barco hundiéndose.
LA BATALLA EN LA VOZ DE CHURCHILL
El impacto por la derrota del Graf Spee llegó a las altas esferas del Reino Unido y el ex primer ministro Winston Churchill, que en esa época era ministro de la Marina inglesa, habló en la BBC el 18 de diciembre de 1939 para anunciar la caída del navío alemán.
«Señoras y señores, hemos recibido una noticia de Montevideo que nos llena de alegría: el acorazado de bolsillo Graf Spee, que durante semanas ha estado causando graves problemas en el Atlántico Sur, ha sido neutralizado y ha quedado restablecida la libertad de navegación de nuestra nación», se escucha en el audio cedido por el uruguayo Horacio Nigro, experto en radio y creador del portal La Galena del Sur.
Ocho décadas después de este suceso, las historias continúan surgiendo y este pequeño país, donde reina la tranquilidad, recuerda aquellos días en los que la incertidumbre y la expectativa fueron protagonistas.
El Admiral Graf Spee hoy continúa hundido en las costas de Montevideo. Algunos elementos, como su telémetro, su mascarón de proa o un cañón, fueron retirados, pero el acorazado descansa en el fondo del Río de la Plata tras aquella explosión que llenó de humo por varios días a la capital uruguaya.
(EFE)