Por Federico Anfitti y Concepción M. Moreno
Se llamaba Matthias Putz y tenía 17 años cuando el 13 de diciembre de 1939 murió en la Batalla del Río de la Plata. Los restos de aquel joven alemán reposan desde entonces bajo una cruz de madera en un camposanto de Montevideo.
Franz Klamt (1918-1939), Karl Friedrich Meier (1917-1939) o Edgar Grigat (1914-1939) son otros de los 36 nombres de soldados y oficiales germanos fallecidos en aquel conflicto o poco después y enterrados en un panteón en el Cementerio del Norte de la capital uruguaya, frente a cuyas costas tuvo lugar el episodio más conocido de la batalla: el hundimiento del acorazado Graf Spee.
«El memorial que se le hace a los marinos caídos no está ligado a ideologías ni a personajes, sino a un hecho que tuvo al Uruguay en el vilo del mundo, la atención mundial en ese momento», indica a Efe Marcelo González, director de gestión de Servicios Fúnebres de la Intendencia de Montevideo -responsable de las necrópolis públicas-.
«Transportar los cuerpos a Alemania en el momento del conflicto era muy difícil; por eso se optó por dejarlos acá», declara.
El funcionario, que resalta «la importancia» para el país suramericano que tuvo aquella primera batalla naval de la Segunda Guerra Mundial, dice que «no mucha gente» traspasa la pequeña puerta de madera que informa de quiénes son esos caídos para entrar en el recóndito jardín, protegido por un seto a media altura.
UNOS VISITANTES MUY ESPECIALES
Esta semana ha sido diferente. Con motivo de los 80 años de aquel episodio de la Segunda Guerra Mundial, familiares de tripulantes de los barcos británicos Achilles, Exeter y Ajax y del alemán Graf Spee, junto a representantes de las embajadas de Alemania e Inglaterra en Uruguay, visitaron este memorial.
Un respetuoso silencio, apenas roto por el canto de algunos pájaros y las ramas agitadas por el viento, presidió la ceremonia, en la que civiles, militares y autoridades rodearon el monolito que preside este panteón y que reza «en memoria a los caídos».
A diferencia del Cementerio Británico, donde una solitaria lápida recuerda que allí descansan para la eternidad tres soldados, las 36 de los alemanes del Cementerio del Norte recuerdan a cada fallecido con su nombre, año de nacimiento y muerte.
Discursos en inglés y alemán, cánticos y una marcha fúnebre completaron la visita de este viernes.
En opinión de González, este memorial podría ser «a nivel turístico o cultural una demostración, punto cúlmine de varias etapas donde se desarrolló el acontecimiento».
Los familiares de los combatientes británicos y alemanes, que están en medio de un recorrido por varios puntos de Uruguay, además de Buenos Aires en la vecina Argentina, habían iniciado la jornada conmemorativa del viernes, fecha de la batalla, en el Templo Inglés -ubicado en el casco antiguo de Montevideo-, donde se ofició una misa, y hubo ofrendas a una placa en honor a los británicos caídos.
Y posteriormente se trasladaron al Cementerio Británico.
FLORES AL AGUA
Sin duda, el momento más emotivo tuvo lugar sobre las aguas del Río de la Plata, a pocos metros del puerto de Montevideo.
El Capitán Miranda, buque escuela de la Armada uruguaya, hizo de guía y trasladó a la delegación hasta el lugar donde el capitán alemán Hans Langsdorff hizo estallar el 17 de diciembre el Graf Spee, cuyo armazón sigue allí hundido.
Una boya marca el emblemático lugar. Allá abajo, aunque no puede ser visto por el color oscuro del agua rioplatense, está lo que queda de aquel navío que era la joya de la Marina alemana.
El sonido estremecedor de hace 80 años, entre bombardeos, máquinas, gritos y balas, se convirtió en 2019 en un emotivo silencio entre los allí presentes, que portaban flores en las manos y que, tras una breve intervención musical, lanzaron al agua.
Es probable que algunas heridas de aquel momento perduren hasta la actualidad pero lo que también se mantiene es la fraternidad que pretendió, años después del conflicto, el que fuera embajador británico en Uruguay Eugen Millington-Drake, quien organizaba actividades para promover dicho hermanamiento.
Sonrisas, rostros serios y emoción fueron las notas dominantes de un homenaje que simbolizó la unión pacífica entre ambas naciones 80 años después de la primera victoria de los británicos sobre los alemanes en el único conflicto que se dio en Sudamérica durante la Segunda Guerra Mundial.
(EFE)
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