Por Sergio Marín Lafuente y Santiago Carbone
Mientras el planeta estallaba y el mundo se encontraba inmerso en conflicto, una compañía en el interior del pacífico Uruguay se dedicaba a dar de comer a soldados de uno y otro bando con la carne de vacuno como elemento principal.
Así nació la fama del Frigorífico Anglo, en Fray Bentos , por cuyas máquinas, en las épocas de mayor apogeo, que coincidieron con las dos guerras mundiales, más de 5.000 vacas pasaban semanalmente para ser procesadas y convertidas en extracto de carne y «corned beef», sus productos estrella, que dieron alimento a las tropas inglesas y alemanas en ambos conflictos.
EL HAMBRE POR ENCIMA DE LA GUERRA
Cuatro kilos de extracto de carne para alimentar a ciento cuarenta soldados. Las matemáticas estaban claras tanto para alemanes como para ingleses -a diferencia de la creencia común, que sitúa los productos del Anglo cerca de la esfera británica-, que vieron en este producto y en el «corned beef» la salvación para dar de comer a sus tropas.
Una extraña «paz entre enemigos» se dio en el Anglo.
La compañía original, de 1865, fue un saladero que se fundó con capitales belgas y británicos a orillas del río Uruguay.
Sin embargo, fue un alemán, el químico Justus von Liebig, quien ideó la receta del extracto y dio nombre al saladero original; y otro alemán, Christian Giebert, quien diseñó la logística, detalla a Efe Nicolás Cremella, guía del antiguo Frigorífico Anglo y ahora Museo de la Revolución Industrial.
«Esta compañía llegó a trabajar para ambos (bandos), siendo una especie de aliados aquí pero enemigos en el otro lado del mundo, donde se combatía», explica Cremella.
La receta secreta de Liebig se centraba más en la cantidad que en la calidad: 32 kilos de carne para reducirlos a un kilo de extracto.
Así, se obtenían unos cubos de proteína «en estado puro», subraya el guía, que las tropas disolvían en agua para tomar como si fuera sopa.
La dieta militar se completaba con el ‘corned beef’, una conserva elaborada a partir de los restos de la vaca que «quizás no aporta mucho nutritivamente ni en proteínas pero era un sólido que sustituía la sensación de hambre», destaca Cremella.
No obstante, la tranquilidad y la calma no eran totales, pues durante la Segunda Guerra Mundial los aliados ganaron peso en el ya Frigorífico Anglo, hasta el punto de que más del 60 por ciento de los abastecimientos de la Armada británica provenían de esta empresa.
Bajo las amplias salas donde aún hoy se encuentran los engranajes y la maquinaria que permitían la producción de la carne, varios túneles recorren el subsuelo.
Se trata de angostos caminos que los operarios utilizaban para hacer más «ágil» la logística, precisa Cremella, pero que tenían salida hasta la playa del río Uruguay para poder escapar en caso de bombardeos, los cuales «nunca estuvieron descartados».
LOS «DELIVERY» YA EXISTÍAN A COMIENZOS DEL SIGLO XX
Un total de 26.000 obreros de hasta 60 nacionalidades diferentes pasaron por este enclave desde su inauguración como saladero Liebig en 1865 hasta el cierre definitivo del frigorífico en 1979.
Esos empleados se enfrentaban a jornadas maratonianas de trabajo, en las que el hambre apretaba y no tenían tiempo de ir y volver a casa.
Así, surgieron los vianderos, que satisfacían una necesidad similar a la que cumplen los actuales recaderos o «delivery», repartidores que cubren las necesidades alimentarias de los clientes que no quieren o no pueden salir de casa.
«Se empezó a generar una especie de oficio de viandero donde las mujeres del barrio cocinaban y mandaban a los chicos (los hijos) a vender a los portones de la fábrica», relata el guía.
EL ANGLO, UNA REVOLUCIÓN PARA LA ÉPOCA
La fábrica era una «compañía modelo de la revolución industrial en todas sus áreas», insiste Cremella, quien también subraya que Fray Bentos se convirtió en 1833 en la primera ciudad en Uruguay en producir energía eléctrica.
En la parte frigorífica, el amoníaco, una propuesta «innovadora», permitió que gigantes cámaras con una capacidad total de 10.000 toneladas de carne llegaran a alcanzar temperaturas de hasta menos 20 grados.
En 1979, estas cámaras dejaron de albergar y procesar carne, pero la esencia del ex Frigorífico Anglo, eje sobre el cual giraba la vida de Fray Bentos, todavía se percibe en este Paisaje Industrial, que es Patrimonio de la Unesco desde 2015.
(EFE)
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