Por Sergio Marín Lafuente y Santiago Carbone
A orillas del río Uruguay, una pequeña localidad esconde historias de familias inmigrantes que hace más de cien años decidieron cruzar el Atlántico, el mismo viaje que hizo, hace menos tiempo, un pedazo del Muro que, durante años, dividió la actual capital del país europeo en dos. Es Nuevo Berlín.
El que durante años fue el «médico del pueblo» y un profesor jubilado de la escuela local desvelan a Efe los secretos y la historia de esta tranquila población uruguaya.
LOS HERMANOS WENDELSTANDT Y SU «NUEVO BERLÍN»
Richard y Karl Wendelstandt, dos hermanos alemanes que se habían establecido en Argentina por negocios familiares, decidieron en 1859 cruzar el río Uruguay, que separa ambos países, para comprar tierras al norte del río Negro (oeste de Uruguay).
Allí, fundaron la estancia «Nueva Melhem», donde comenzaron a trabajar en la cría de ovinos, relata a Efe el docente jubilado de Nuevo Berlín Walter Luis Acland Terra.
Conforme fue aumentando la producción, la necesidad de mano de obra también crecía.
De esta manera, explica el profesor retirado, no pararon de llegar a la estancia inmigrantes de Alemania y de otros países europeos para trabajar en Uruguay.
Incluso una familia vasca, de apellido Mendiondo, se instaló allí, según refleja el libro «De aquí y de allá. Rescate de documentos de un pueblo con historia», de las uruguayas Guiomar Ivanna Calleriza e Irma Beatriz Estévez.
Además de la industria lanar, con hasta 60.000 ovejas, Nueva Melhem comenzó a dedicarse a la cría de ganado vacuno y a la agricultura, convirtiéndose en un «semillero» y «centro triguero» de Uruguay, afirma Acland Terra.
Llegó un momento en que la estancia Nueva Melhem, que recibió ese nombre en honor a la ciudad natal de los fundadores, no daba para más, y los hermanos Wendelstandt donaron 200 hectáreas de terreno para la fundación de un pueblo, según expresa el docente.
«El 16 de marzo de 1875 se autorizó esa fundación y así nace Nuevo Berlín», precisa Acland Terra.
El agrimensor alemán Fridolín Quinke fue el encargado de dibujar, sobre un trozo de tela, el plano de la villa.
«A pesar de que ha sido un poco ampliado», indica el profesor retirado, «todavía hoy existe y se respeta».
UN MURO QUE SEPARÓ VECINOS Y AHORA UNE PAÍSES
Durante casi 30 años, 45 kilómetros de muro dividieron Berlín en dos, convirtiéndose en símbolo de la Guerra Fría y de la confrontación entre dos mundos.
Apenas dos años después de aquella noche del 9 al 10 de noviembre de 1989 en la que cientos de berlineses salieron a las calles a derribar el Muro, un pedazo del mismo llegó a Uruguay.
Fue el 9 de marzo de 1991 cuando la Cámara de Comercio Uruguayo-Alemana decidió donar el fragmento, de 5 kilos de peso, al pueblo de Nuevo Berlín, que lo muestra «orgulloso», asevera Acland Terra.
Hoy, dicho trozo está exhibido en la Estación Fluvial de la localidad, desde donde la población puede observarlo entrando al lugar o a través de una ventana.
Sostenida sobre una base de hierro y cubierta por una cúpula de vidrio, la histórica roca está acompañada por otra más pequeña que dejaron tiempo atrás unos turistas cuando visitaron Nuevo Berlín.
Esta, bastante más pequeña, conserva a la perfección los rastros de pintura verde, negra, naranja y amarilla con la que fue pintada mientras el muro estuvo en pie.
NUEVO BERLÍN Y SU GENTE
Conforme iba creciendo el pueblo, Nuevo Berlín fue incorporando más servicios a sus habitantes.
Durante años, Werner Forker, nacido en la extinta Yugoslavia pero de padres alemanes, se encargó de la salud de todo el pueblo.
Uruguayo de forja, pues tenía 3 años cuando llegó al país suramericano, asegura que «no debe haber neoberlineses que no haya atendido»
«(Nuevo Berlín) es el lugar con el que soñé siempre poder trabajar», manifiesta emocionado.
Forker reconoce que vivir en una pequeña localidad le permitió aprender «muchas cosas que un médico general no las hace».
En su memoria salen a relucir anécdotas y consultas de todo tipo, desde partos con tres vueltas de cordón umbilical hasta luxaciones de hombro.
Por todo ello no tiene problema en decir que es un «médico plural».
Médicos como Forker o profesores como Acland Terra son un reflejo del origen plural de Nuevo Berlín y de su historia.
Precisamente para el docente jubilado lo mejor que tiene la localidad son sus habitantes, que ascienden a 2 450 según el último censo de 2011.
«Somos muy tranquilos, amables (…) y nos brindamos al visitante», asevera el profesor retirado.
A punto de cumplirse los 145 años de su fundación, Nuevo Berlín continúa respirando tranquilidad y dando la bienvenida al extranjero.
(EFE)
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