Por Elio García
El 25 de diciembre de 1907, el Ingeniero Jorge Newbery y Aarón Anchorena cruzaron desde la Argentina a bordo de un globo: el Pampero. Antes de tocar tierra firme pasaron por Conchillas y ese detalle fue noticia allá tan lejos, en Buenos Aires y acá tan cerca en Colonia nomás. Porque antes las distancias eran enormes y cruzar a la Argentina era tan parecido a viajar a otro mundo y viceversa. Cuenta la historia que a unos cincuenta metros de tocar tierra, los famosos viajeros tuvieron que deshacerse de una cámara fotográfica: allí estaba todo el registro en imágenes del vuelo sobre Buenos Aires.
Por las tardes mi abuelo Telmo Clavijo, que conocía esa historia tan verídica que está escrita en cualquier libro sobre temas de aeronáutica en el Río de la Plata, pasó parte de sus años de cartero jubilado, buscando por los alrededores aquella cámara. Y no estoy hablando del novecientos, lo hizo en la década del cincuenta. Utilizó varias herramientas, incluso abusó de ciertos consejos de una señora con poderes mágicos, clarividente de profesión. Una conocida y embrujadora señora carmelitana que viendo un plano de la zona le señaló un lugar cercano a una peligrosa curva de la actual Ruta 21. –Vaya, ese es el lugar, la cámara es suya, está igualita. Le dijo la pitonisa luego de cobrarle 100 pesos por la consulta. Pocos conocen que Telmo murió con aquella ilusión y que terminó muchas veces en la Seccional de Policía a causa de diversas denuncias escritas y orales de lugareños insensibles.
A veces en bicicleta y otras tantas en ciclomotor Clavijo deambulaba por los campos de la zona, sin pedir permiso y cruzando tierras, observando el cielo, midiendo distancias, recreando el Pampero y escribiendo en una vieja libreta, ciertos detalles matemáticos y topográficos, para encontrar su tesoro más preciado. En uno de los tantos silos, cercanos a Nueva Palmira , Telmo realizó una prueba, con una vieja cámara comprada en una casa de remates, para verificar el estado probable en que ,un objeto de esas características, quedaba al tirarlo desde cierta altura. En otra oportunidad, pagó un dineral alquilando un Cessna, a un reconocido piloto de Mercedes.
Este nunca entendió a Don Telmo Clavijo, el día que volando juntos, al pasar por la cancha del Club Nacional de fútbol de Juan González se desprendió de su cámara fotográfica y la tiró al vacío. Tampoco logró comprender el argumento de Clavijo la directiva del Club, cuando en la Comisaría, intentaba convencer que aquella noche no estaba robando gallinas, sino que buscaba su cámara fotográfica. Y que Newbery y Anchorena. Y que el Pampero. Y que un globo.
El Comisario de la época se tomó el bigote suavizándolo en un ritual de meditación, observando detenidamente a ese viejo loco que hablaba incoherencias y nombraba apellidos que nada tenían que ver con ningún vecino de esa pequeña población coloniense. El “loco” Clavijo. Mi abuelo. El buscador de la cámara fotográfica de Anchorena. Ahora voy en mi auto, a 100 kilómetros por hora, por Ruta 21 a la altura de los Cerros de San Juan.
Le estoy contando esta historia y mi hijo escucha extrañado.
Por momentos mira el cielo como buscando algún globo aerostático. Colonia es única y a esa altura por la noche se percibe en el horizonte el cielo iluminado de Buenos Aires. No hay estrellas, un extraño color rojizo marca la inmensidad de una ciudad escondida en el horizonte, más allá del río. El olor a tierra mojada me hace soñar. Creo que pronto lloverá.
Sí, había una vez en Colonia un viejo loco que buscaba una cámara fotográfica que cayó del cielo desde un globo que desapareció para siempre
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