Con más de 120 obras, una muestra recorre la vida del pintor uruguayo Julio Alpuy

Con más de 120 obras entre pinturas, murales y esculturas, la vida del uruguayo Julio Alpuy, discípulo de Joaquín Torres García que dedicó a su arte siete décadas de trabajo, se exhibe mediante una muestra retrospectiva en el Museo Nacional de Artes Visuales en Montevideo.

Nacido en una pequeña localidad del departamento de Tacuarembó (norte), Julio Alpuy (1919-2009) no tuvo ningún contacto con el arte hasta los 20 años, cuando luego de mudarse a la capital visitó una exposición del pintor José Cuneo y decidió comprarse un bloc de dibujo y una caja de lápices de colores.

Así lo relató en una entrevista con Efe el artista uruguayo Rafael Lorente, quien destaca que tanto ese como otros sucesos fueron puntos de inflexión en la carrera artística de Alpuy, que dedicó al arte 70 de sus 90 años de vida.

Es así que, para Lorente, encargado del comisariado de la exposición, el fallecimiento de la madre de Alpuy cuando tenía 18 meses de vida y la lejanía de su padre, que por su oficio de carretero viajaba constantemente, influyeron ampliamente en su obra.

«A él lo crió su abuela en Cerro Chato (localidad de Tacuarembó) (…) luego pasa a San Gregorio de Polanco y de allí viene a Montevideo como adolescente, un jovencito que va al liceo nocturno y a trabajar, trabaja tempranamente en su vida y el trabajo es otro de los elementos que incorpora a su arte», señala.

Sin embargo, según Lorente, no es hasta su primer encuentro con quien sería su maestro, el pintor y creador de la corriente del universalismo constructivo, Joaquín Torres García, que Alpuy encuentra el camino hacia el desarrollo artístico que buscaba.

«En el año 1939 él visita a Torres García y ahí se produce un milagro, un enganche, porque cuando entra a la casa y ve todos aquellos cuadros dice: ‘esto es lo que yo buscaba y a esto me quiero dedicar'», detalla el comisario.

Como pupilo en las clases del taller, Alpuy desarrolló sus habilidades y, cuando Torres García se enfermó y no pudo continuar, se convirtió en el profesor y se encargó definitivamente de los cursos tras la muerte de su maestro en 1949.

Es en esta etapa cuando, según explica Lorente, el artista exploró su potencial artístico de la mano del lenguaje constructivista del Taller Torres García pero reflejando además en sus obras una visión «personal e inédita».

«En tres años realiza una cantidad de murales muy interesantes todos vinculados a edificios públicos de Montevideo o del interior. En esos murales desarrolla una idea que es el tema de los oficios (…) toma por ejemplo el trabajo del alfarero, del ceramista, del albañil, del pintor, del arquitecto, del escultor», resalta.

EFE/ Raúl Martínez

A partir de esa etapa, sin embargo, el artista atravesó por una «crisis de confianza», ya que consideraba que en tanto el encuadre de sus obras no es suyo sino de Torres García debía salir a la búsqueda de su propia originalidad.

Es entonces cuando, a raíz de una serie de viajes por el mundo, Alpuy se asentó en Nueva York (Estados Unidos) y pasó a ser un artista «universal».

«Allí ya no se puede hablar de un artista vinculado a Latinoamérica, es un artista del mundo, un artista universal que lo que propone es a partir del conocimiento del interior de sí mismo expresar esos mundos, los sentimientos», acota el comisario.

Es por ello que Lorente, que heredó de su padre la amistad que mantuvo con el artista, recalca que el legado de Alpuy es importante y trasciende fronteras.

«Es tan importante en esos años como el aporte de grandes artistas como fueron Georges Braque, por ejemplo, o en otro orden (Jean) Fautrier o (Hans) Hartung o (Antoni) Tàpies. Es un artista tremendamente personal que genera un lenguaje propio y por lo tanto universal», opina.

«Las obras de él tienen actualmente un gran reconocimiento, son obras que están en los grandes museos, sobre todo en los Estados Unidos pero también en grandes colecciones europeas», añade.

Por otro lado, según el comisario de la muestra, que reúne además de pinturas y murales esculturas y grabados que el uruguayo creó en Nueva York en su última etapa artística, a nivel personal Alpuy era un hombre generoso y trabajador.

«De la mañana a la noche estaba siempre con sus herramientas, con sus maderas, con el aserrín, con las pinturas, con el grabado (…) Fue un hombre también muy generoso con los amigos, con la entrega de su amistad, con los relatos que hacía de su vida, con las lecciones que daba a los jóvenes. Un hombre bastante excepcional y un gran artista», concluye.

La muestra «Homenaje a Julio Alpuy (1919-2009)», que estará en el Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) uruguayo hasta febrero de 2020 celebra los 100 años del nacimiento del artista y propone una lectura cronológica de su obra con foco en la diversidad de técnicas y materiales empleados en su trabajo.

Salir de la versión móvil