Por Sergio Marín Lafuente y Santiago Carbone
En las islas del río Uruguay, que separa el país homónimo de Argentina, el zumbido de las abejas es la banda sonora habitual, y la miel «única» que producen estos animales centra la «sacrificada» forma de vida de quienes habitan en sus orillas hasta el punto de tener que dormir allí.
Es el caso de Miguel Sosa, ‘don Miguel’, y su familia, que llevan diez años extrayendo miel de manera artesanal en el pueblo uruguayo de Nuevo Berlín, en el oeste del país.
Desde su pequeña residencia en la villa, don Miguel debe trasladarse en canoa en un viaje de una hora y media hasta una de las islas del río, relata en una conversación con Efe.
Allí, en colmenas sobre balsas o en altos de hasta dos metros y medio de altura, les esperan las abejas y la dulce miel que, de forma natural y orgánica, elaboran estos animales.
Desde septiembre, inicios de la primavera austral, y hasta marzo, esta familia vive por y para la miel, en un trabajo que, reconocen, les otorga «satisfacción» pese a ser tan «sacrificado» que incluso les obliga a dormir en la isla, en medio de las aguas del río Uruguay.
«Estamos a una hora y media de viaje y no podemos ir y venir todos los días, entonces tenemos que quedarnos. Tenemos una choza allá (en la isla) y nos quedamos», cuenta Sosa, propietario de Apiarios Don Miguel.
Ya en tierra firme, se saca la miel del panal, se deja reposar, se envasa y se etiqueta de manera artesanal, bote a bote, en una pequeña planta que la familia posee a orillas del río Uruguay.
Durante la temporada de recolección de la miel se une a la faena el hijo de don Miguel, Alejandro, que el resto del año trabaja como chófer, pero que siempre se ofrece a «dar una mano» cuando es preciso porque lo ha vivido «desde la infancia», cuenta orgulloso.
UNA MIEL «DISTINTA»
El color oscuro y el sabor potente son las señas de identidad de la miel de isla, una miel «distinta», indica Sosa, a la de tierra firme que se vende en los supermercados o en tiendas comunes.
El secreto, asegura el apicultor, radica en que las abejas pasean por diferentes flores antes de llegar al panal, elaborando una miel «multifloral», a lo que se suma que se trata de un producto «orgánico», «ecológico» y alejado de la contaminación de las grandes ciudades y centros industriales.
Apiarios Don Miguel puede llegar a producir hasta 20 tambores, equivalentes a 12.000 kilos de miel, en una buena temporada, que, de momento, se destinan a comercios regionales y a algunos de Montevideo.
La idea, explica Alejandro Sosa, es ir creciendo poco a poco para expandir mercado en Uruguay y que la miel de isla y el duro trabajo que conlleva se den a conocer.
HUMEDALES E ISLAS, UN ECOSISTEMA PROTEGIDO
Más de 200 especies de aves, 30 de mamíferos, 14 de reptiles, 8 de anfibios y una gran cantidad de mariposas, así como de abejas, conviven en el Parque Nacional de Esteros de Farrapo e Islas del Río Uruguay, donde la familia Sosa tiene sus colmenas.
El parque se extiende sobre una superficie de 17 000 hectáreas, unas 6 000 en la parte continental y el resto entre las 17 islas del río Uruguay que lo comprenden, señala a Efe el guardaparques Ángel Lozano.
Determinados usos humanos, como la pesca artesanal o la apicultura en isla, están permitidos en este área protegida.
Por ello, y para lograr una buena conservación de la zona, insiste el guardaparques, es necesario trabajar en «hacer conciencia con la gente local», una misión que, considera, está casi conseguida.
«Los resultados están a la vista. La gente empezó a aprender lo que es un área protegida y los beneficios que ellos pueden obtener», afirma.
Aparte de la extracción de miel, indica, otro oficio común en las islas es la «caza de enjambre» mediante cajones pequeños que se colocan en los árboles y en los que quedan atrapadas las abejas.
«Los cuelgan en los árboles y naturalmente se caza el enjambre, después lo traen al pueblo y aquí lo comercializan a nivel nacional», manifiesta Lozano.
Además, las islas sirven como refugio para la reproducción y la invernada de especies migratorias neárticas y neotropicales, pero las abejas siguen siendo las «reinas» del lugar.
EFE