Por Federico Anfitti
El verano uruguayo es para disfrutar de las playas y pasar un tiempo al sol; Montevideo, con una rambla costera que recorre de punta a punta la ciudad, reúne cada fin de semana a miles de personas que se bañan en sus aguas o simplemente se sientan a tomar mate.
El 2 de febrero todo esto cambia y ya el foco se pone en el mar y en una diosa que es venerada por diferentes religiones de origen africano y que, en Uruguay, tienen una gran cantidad de fieles.
Iemanjá, como la llaman en el país suramericano, es la «madre universal» de todas estas religiones y se la considera la «señora de los navegantes».
El culto africano nació en Nigeria, aunque luego se expandió hacia América y el Caribe con la llegada de los esclavos negros durante las invasiones de Europa.
Su fusión con creencias indígenas y de la población católica derivó en la religión umbanda, que nació en 1908 en Niterói (Brasil).
Este día tan especial para toda esta colectividad ya se transformó en un evento masivo de la cultura uruguaya y miles de personas participan cada 2 de febrero haciendo ofrendas, tomando fotos o simplemente viendo cómo cada ritual toma lugar.
La Playa Ramírez, ubicada en el sur de Montevideo, es el epicentro de esta festividad debido a que frente a ella se ubica la estatua de Iemanjá, que en este día recibe ofrendas, velas, fotos o besos y rezos de los presentes.
«El 2 de febrero, nuestra señora de los navegantes, Iemanjá, nuclea a todas las religiones que son afroamericanas y se ha hecho popular porque la mayoría entiende que tiene algo que agradecer o simplemente por curiosidad pero quieren participar», dijo a Efe Natalia Rouco, integrante del colectivo Afroumbandismo Verde.
Desde este movimiento se busca que las ofrendas que se hacen al río sean biodegradables y no contaminen la naturaleza ya que la prédica de esta religión es contraria a ello.
Además de la diosa, las protagonistas de esta jornada son las ofrendas que son variadas y preparadas de maneras diferentes para ser llevadas al agua.
Plantas, flores, comida, frutas, velas e incluso joyas son ofrecidas a Iemanjá como manera de agradecimiento o para hacer algún tipo de pedido.
Si bien muchos llevan las cosas en sus manos para arrojarlas directamente al agua, la mayor parte utiliza unas pequeñas barcas de espuma de color celeste y decoradas con flores y la figura de la diosa.
Cada ofrenda debe ser preparada y por ello los religiosos se separan en pequeños grupos de no más de diez personas donde colocan los objetos, los ubican en el centro de una ronda humana y allí empiezan a hacer danzas al ritmo de campanas y cantos difíciles de comprender.
Esto no se lo toman a la ligera ya que cada uno de los regalos tiene un ritual de aproximadamente media hora en la arena antes de ser llevado al agua.
La Ramírez es una playa ideal para esta fiesta debido a que es de marea baja y los creyentes pueden caminar cientos de metros con su obsequio mientras rezan hasta llegar a un sitio en el que la ofrenda pueda navegar por sí sola.
La jornada que estuvo acompañada por otras miles de personas que simplemente estaban disfrutando de la soleada tarde montevideana en la playa, también se mezcló con el carnaval ya que a pocos metros se ubica el Teatro de Verano.
Murgas, músicas africanas, ritos, bañistas y cientos de turistas vivieron todos juntos esta fiesta única en la que el agradecimiento, la paz y la cultura afroamericana toman por un rato la ciudad.
El evento se extendió a lo largo de todo el día para que esta diosa, cuya estatua de brazos abiertos mira fijamente hacia las aguas del Río de la Plata, sea homenajeada una vez más por sus miles de fieles.
(EFE)