Por Federico Anfitti
La murga es una de las expresiones artísticas más importantes de Uruguay con sus coros, críticas políticas y esa particular identificación que tiene con las clases populares del país. Sin embargo, también se trata de un ambiente machista que las mujeres, poco a poco, buscan transformar.
Llegada a comienzos del siglo XX a Uruguay por herencia de la tradición carnavalera española, la murga es una manifestación clave del Carnaval del país y Efe ha hablado con cuatro mujeres, Maira Sepúlveda, Luz Viera, Analía Fraigola y Jhoanna Duarte, para conocer cómo se abren camino en un mundo de hombres.
Montevideo ha albergado este fin de semana el Encuentro de Murguistas Feministas, con la presencia de cientos de mujeres que pretendían seguir fortaleciendo su rol en el Carnaval y que debió reducirse a solo una jornada por la llegada del COVID-19 a Uruguay.
LAS MURGUISTAS EN UN MUNDO DE HOMBRES
De las 20 murgas que compitieron en el Concurso Oficial de Carnaval 2020, 340 integrantes eran hombres y solo 18 mujeres.
Sepúlveda es una de ellas. Integrante de Cayó La Cabra, lleva ocho años compitiendo en el Carnaval y asegura que ha habido un cambio «importante y positivo» en la inclusión de mujeres, pero que aún queda mucho.
«Hemos empezado a mirar con cierta perspectiva y a darnos cuenta de que en realidad las mujeres seguimos ocupando roles detrás de escena principalmente», opina en alusión a la frecuente presencia de maquilladoras o diseñadoras de vestuario en las murgas.
Para ella, el Carnaval «sigue siendo machista», continúan los chistes misóginos y permanecen los prejuicios sobre qué es una murga.
Viera es amante de las murgas desde pequeña y sus ganas de formar parte surgieron al ver a otras mujeres en los tablados.
En Queso Magro, la murga a la que pertenece, hay tres mujeres en escena (dos coristas y una platillera), siendo uno de los porcentajes más altos de presencia femenina -el promedio de componentes de una murga es, entre voces e instrumentos, de 17-.
«Es algo totalmente cultural. Una cuestión de costumbre, como esto del murguista hombre. Es algo que viene de hace años y por eso es tan difícil de cambiar», afirma.
DESDE ADENTRO
Pese a los obstáculos para desempeñar su arte, ambas murguistas prefieren pelear por su espacio desde adentro del concurso.
«Yo soy partidaria de que hay que hacer y probar, golpear la puerta. Con el hecho artístico es como se puede llegar a transformar esto del concurso (…) Si tenés ganas hay que ir rompiendo de adentro; es lo que estoy intentando, el camino invisible», relata Viera.
Aunque están convencidas de esto, ambas se cuestionan constantemente si la decisión de pertenecer a un lugar tan machista es la correcta.
«Me siento a veces un poco cómplice, pero a la vez la forma de poder combatir eso es también resistiendo, ocupando los espacios que tenemos y abriendo cada vez más», enfatiza Sepúlveda.
EL CARNAVAL ALTERNATIVO
El conservadurismo y las duras reglas del Concurso Oficial hicieron que muchas mujeres optasen por Más Carnaval, una iniciativa creada este año por el Sindicato de Carnavaleras y Carnavaleros del Uruguay (SUCAU) para incluir a quienes, por diversos motivos, fueron excluidos.
Falta y Resto es una murga histórica, conocida por su lucha social o sus discursos en pos de la búsqueda de detenidos desaparecidos durante la dictadura cívico-militar (1973-1985).
En 2018 se presentó al Concurso con un plantel paritario. Esto le trajo muchas críticas dentro del ambiente y provocó su alejamiento de la competencia. Hoy la murga dio un paso más y quien lleva la batuta del espectáculo es Jhoanna Duarte, cantante, bailarina y actriz.
«Se siente tremenda emoción. Una responsabilidad enorme que creo que la asumí con mucho amor y mucho compromiso (…) Es una magia pararte, hacer un gesto y que tus amigas, tus compañeros, gente que admiraste y escuchaste toda la vida cante cuando vos decís ‘¡tres, vamos!’. Es un flash», cuenta la directora.
Para Duarte es necesaria la participación de mujeres en las murgas, aunque sabe que es algo que no depende exclusivamente de ellas.
«Se está gestando, se está dando pero falta también deconstruirse un poco y ceder esos privilegios, esa cosa de la tradición de que la murga es varón con un coro de hombres», reflexiona.
Fraigola forma parte de Con Gloria a Morir, integrada solo por mujeres, que intentan «de alguna forma transformar la murga» tomando lo que les gusta de la expresión artística pero llevándola a otros planos y discusiones.
«Si las mujeres empezamos a poder acercarnos más a las murgas o los espacios de carnaval es en parte porque los feminismos empiezan a cobrar más fuerza», asegura.
ENAMORADAS DE LA MURGA
Pese al machismo y los obstáculos que atraviesan, la murga maravilla y enamora a estas cuatro artistas.
«Me siento como en casa, me quedaría siempre. Una experiencia muy divina. (…) Además es denuncia, cultura. Lo que se vive en la murga es algo particular», asegura Viera.
Sepúlveda coincide y subraya que no se imagina en otro lugar, más allá de que a veces le genere determinadas angustias. Para ella, es un espacio de construcción y crecimiento.
«La murga es una gran parte de mi vida. Es un espacio hermoso en el que me siento feliz», enfatiza Fraigola.
Duarte, por su parte, destaca el hecho de que la murga tiene un discurso que trasciende clases sociales.
«La murga es una fuerza colectiva muy poderosa que trasciende tiempo, raza, ideología. La unión de las voces cantando juntas y de los cuerpos estando en un espacio común. Es un espacio político-musical de rebeldía y encuentro absoluto. Me genera muchas cosas la murga, No sabría definirla porque es muy enorme», concluye.
(EFE)
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