Por Javier Castro Bugarín, Carlos Meneses y Raúl Martínez
La propagación del coronavirus en América Latina supone un desafío añadido para la región que otras partes del mundo no sufren: ¿Cómo alimentar a los 187 millones de personas que no tienen asegurado un plato de comida en la mesa?
Las cuarentenas decretadas por la pandemia, que privan de alimento a muchos que viven de su sustento diario, ha llevado a organizaciones sociales, Gobiernos y ciudadanos anónimos a sumar esfuerzos para garantizar que los sectores más vulnerables puedan llevarse algo a la boca y poder así respetar el aislamiento.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) calcula que 187 millones de personas viven «inseguridad alimentaria moderada o grave» en Latinoamérica, entendida como la interrupción parcial o total del acceso a los alimentos, mientras que 140 millones de personas dependen del trabajo informal, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
GARANTIZAR LA ALIMENTACIÓN EN EL MEDIO PLAZO, UN ASUNTO CLAVE
Con millones de personas quedándose sin empleo a causa de la pandemia, son cada vez más quienes «están teniendo dificultades para, por sí mismos, acceder a su alimentación», algo especialmente preocupante «si esto se extiende un mes o dos», señaló a Efe Julio Berdegué, subdirector general de la FAO y representante de esta organización para América Latina y el Caribe.
«En el mediano plazo, claramente va a haber una dificultad, de ahí la importancia crucial de que nuestros países puedan tener acceso al financiamiento internacional. Si esto se extiende dos, tres meses, va a haber una situación muy compleja, y es muy difícil que países de ingreso medio bajo puedan lidiar con este impacto tan fuerte solos», aseguró.
Para Berdegué, por el momento los gobiernos latinoamericanos han dado «una respuesta bastante fuerte» en esta línea, con la apertura de diversas líneas de crédito para las familias en situación de vulnerabilidad.
Un ejemplo de ello es Brasil, en donde el Gobierno ha anunciado un paquete de medidas económicas que incluye subsidios para los trabajadores informales, aunque está encontrando dificultades para hacerles llegar esa ayuda, pues algunos no constan en ningún registro oficial y ni siquiera poseen cuentas bancarias.
Dicha ayuda va especialmente dirigida a quienes viven en las favelas, unas comunidades de infraestructura precaria y alta densidad poblacional donde vive el 6 % de la población del país, la mayoría a través de trabajos informales que dependen casi en exclusiva del movimiento de las ciudades.
En ese sentido, un estudio conjunto realizado por Data Favela y el Instituto Locomotiva indica que el 86 % de los habitantes de las favelas pasará hambre si tienen que quedarse en casa durante un mes, sin trabajar, para cumplir con las medidas de aislamiento adoptadas en la mayoría de los estados brasileños.
«Aquí hay un interés también de que estas familias en condición de pobreza puedan tener acceso a la alimentación, por lo menos básica, porque si no pedirles que se queden en sus casas encerrados va a ser muy difícil», afirmó Berdegué.
LOS GOBIERNOS PONEN EN MARCHA MECANISMOS PARA LA DISTRIBUCIÓN
En cualquier caso, hasta ahora los gobiernos latinoamericanos «han hecho bastante bien las cosas», según el responsable de la FAO, en lo que respecta a la «seguridad alimentaria de la población», puesto que «no hay casos donde un país diga que se acabó la comida o que empieza a faltar».
«(Hay que) mantener los sistemas alimentarios vivos, asegurar que no haya fallas en la logística, que no se nos rompan las cadenas de abastecimiento, que no fallen los puertos, que se realicen las cosechas. Que los mercados mayoristas, los supermercados y las tiendas estén funcionando…», insistió Berdegué.
Para asegurar que esto sea así, el Gobierno argentino, que impuso el aislamiento obligatorio el 20 de marzo, ha movilizado a sus Fuerzas Armadas para ayudar en la distribución de los alimentos, en un territorio que cerró 2019 con una tasa de pobreza del 35,5 % y una indigencia del 8 %.
De hecho, uno de los principales objetivos del presidente argentino, Alberto Fernández, al iniciar su mandato el pasado 10 de diciembre era precisamente acabar con el hambre, una lucha recrudecida por la llegada de la pandemia al país austral hace un mes.
Por ello, nada más entrar en vigor la cuarentena, el Ejército comenzó a repartir alimentos en el municipio bonaerense de Quilmes, y desde allí amplió su espectro de acción a otras localidades vulnerables del cinturón urbano de Buenos Aires, como La Matanza, donde viven más de dos millones de personas.
«Las zonas no las elegimos nosotros, las elige el Ministerio de Desarrollo Social en acuerdo con los municipios (…). En algunos lugares elaboramos y distribuimos (alimentos), en otros distribuimos solamente», explicó a Efe el ministro de Defensa argentino, Agustín Rossi.
En La Matanza, por ejemplo, el Ejército se desplegó este martes en siete puntos de reparto, llegando a distribuir hasta 24.000 raciones de comida, mientras que en su primer día en Quilmes repartió más de una tonelada de alimentos.
«Si nos pusieran en la disyuntiva de defender una vida o defender la actividad económica, decidimos defender la vida (…). Aspiramos a tener la mejor performance ante la pandemia», aseveró.
CIENCIA, COOPERACIÓN… Y SOLIDARIDAD
Más allá de la acción concreta de los gobiernos está la propia sociedad civil, que en Uruguay ha intensificado sus esfuerzos en las conocidas ollas populares, en donde agrupaciones se unen con el objetivo de cocinar para grandes cantidades de personas y repartir los alimentos de forma gratuita.
En la localidad de Colón, a las afueras de Montevideo, una olla popular entrega cada día por la tarde entre 400 y 500 platos de comida.
Luis Quijano, uno de los encargados de llevar el control del inventario de alimentos y de las personas que reciben su ración diaria, señaló a Efe que esto es una muestra de «lo que está sucediendo en el mundo», por lo que en vez de «quedarse de brazos cruzados esperando ayuda del Gobierno» optaron por echar una mano.
Asimismo, desde el sector privado del pequeño país suramericano se llevan adelante otras iniciativas de ayuda, tal y como hace John Alemole, propietario de un restaurante vegano que ayuda a quienes viven en las calles con la preparación de sopas ricas en proteínas.
«Estamos haciendo (las sopas) con un fermento para que refuercen el sistema inmunológico también de las personas que están en situación de vulnerabilidad», expresó el emprendedor.
De hecho, Julio Berdegué subrayó la importancia de aunar «ciencia, cooperación y solidaridad» para mitigar lo máximo posible los efectos de la pandemia, lo que requerirá a su vez de la coordinación entre los gobiernos de la región para salir adelante.
«Creo que esto nos está obligando a todos a colaborar en niveles que no teníamos. Tengo confianza en que la región tendrá que poder apoyar a aquellos países con mayores niveles de pobreza y menor capacidad económica, si es que las cosas se extienden», concluyó el dirigente de la FAO.
(EFE)
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