Por Santiago Carbone
Playas vacías, aceras sin peatones, calles con pocos autos y tiendas casi sin público. Así están las principales localidades del este uruguayo, donde, en plena Semana de Turismo, faltan visitantes y sobran ganas de luchar contra el COVID-19.
Punta del Este, epicentro de la actividad social en el verano de Uruguay, y Piriápolis, otro de los principales balnearios del país sudamericano, ofrecen una cara distinta, la que refleja la responsabilidad de los ciudadanos, que han decidido no viajar para evitar las aglomeraciones, hecho que tiene muy satisfechas a las autoridades locales.
Así lo indica a Efe Luis Borsari, director general de Turismo de la Intendencia de Maldonado, quien afirma que la labor llevada a cabo por el Gobierno nacional y por el departamental (provincial) dio sus frutos.
«No tiene absolutamente nada que ver», asegura al ser consultado por la relación de gente que llegó esta semana y la que lo hizo en años anteriores.
GRAN DAÑO AL SECTOR
«Nosotros siempre estamos acostumbrados en esta semana a estar atestados de gente», apunta Borsari, quien agrega que en los días siguientes se mantendrá la tendencia y tampoco arribarán turistas, algo que adelanta que es «un golpazo» para los negocios locales.
En el segundo trimestre de 2019, en que estuvo incluida la Semana de Turismo, en Uruguay se movieron unas 603.000 personas de las 3.200.000 que lo hicieron en todo el año y unos 295.000 fueron argentinos, que ahora no pueden arribar por el cierre de fronteras.
Según dice a Efe el presidente de la Cámara Uruguaya de Turismo, Juan Martínez Escrich, este año la situación del sector es muy complicada, porque fue «el primero en sentir el impacto y el último en reactivarse».
De acuerdo con esto subraya que las pérdidas «van a ser muy grandes» en un sector afectado en todo el mundo.
«Estamos cerca de los 1 000 millones (de dólares) de divisas que no ingresan al país», sostiene, teniendo en cuenta la baja en los dos trimestres centrales en ingresos.
UN VIAJE DISTINTO
Un equipo de Efe se desplaza desde Montevideo hasta Maldonado buscando capturar esa extraña estampa en plena Semana de Turismo.
A poco de llegar, y con más de 100 kilómetros recorridos desde la capital uruguaya, ver una persona cruzando la ruta es toda una novedad.
El camino que une la capital uruguaya con Punta del Este, que a veces debe transitarse a paso de hombre por la cantidad de tráfico acumulado, está casi vacío y con las barreras de los peajes levantadas.
Algún vehículo utilitario, muy pocos autos y autobuses que se cuentan con los dedos de una mano son los compañeros de ruta en un trayecto de poco menos de dos horas.
A los costados, el pasto, que va dejando de lado el color verde y comienza a tener tintes amarillos, da una demostración de que el verano austral ya quedó atrás y que el otoño ya se instaló de lleno.
EL LEJANO ESTE
Casi un mes después de que se anunciaran en Uruguay los primeros cuatro casos de coronavirus -el 13 de marzo-, la entrada a Punta del Este deja ver que algo cambió en el país.
A la derecha, no hay automóviles aparcados ni pescadores apuntando con sus cañas hacia el Río de la Plata en su fusión con el océano Atlántico, algo bien típico en estas fechas. A la izquierda, una pequeña plaza con aparatos para hacer gimnasia está cercada con cintas amarillas que dejan claro que allí no se puede pasar.
Desde ahí y hasta el puerto, cada acceso a la playa está cerrado de la misma manera y el hecho de cruzarlo se transforma en un desacato.
La rambla, esa donde en verano es casi imposible aparcar y donde conseguir un banco para sentarse es para unos pocos afortunados, está estremecedoramente vacía.
No hay música, no hay jóvenes charlando ni leyendo un libro. No hay niños en bicicleta, ni parejas caminando. No hay movimiento.
En el centro, la avenida Juan Gorlero da otra demostración de que los uruguayos acataron la exhortación del Gobierno a no salir de sus casas durante la Semana de Turismo, el equivalente laico a la Semana Santa del resto del mundo, renombrada así desde 1919.
Allí, muchas de las tiendas están cerradas, como también lo están algunos restaurantes. Mientras tanto, otros comercios prefieren mantenerse abiertos, aunque es muy difícil ver clientes en su interior.
En el puerto, el movimiento también es poco y una muestra de esto es la ausencia de los lobos marinos, quienes abandonaron su rincón, ese que generalmente ocupan a la espera de que alguien les arroje un poco de pescado para comer.
En la Playa Brava, otro de los puntos clausurados por la pandemia es La Mano, el monumento popularmente conocido como «Los Dedos», que desde su instalación en 1982 se transformó en uno de los símbolos del balneario y que ahora se encuentra encerrado entre cintas y vallas de seguridad.
OTRO LUGAR TRANQUILO
En Piriápolis, otro de los destinos visitados por Efe, también reina la tranquilidad.
Allí, el paseo principal, que se encuentra frente al agua, apenas tiene peatones, algo impensado en la temporada estival.
A lo lejos, una señora con tapabocas camina con un carrito en la mano, seguramente rumbo a un supermercado, mientras un hombre sale de una panadería.
Ellos forman parte de una comunidad local que no recibió mayores visitas en esta semana y saben que, como aseguró en un vídeo institucional el ministro de Turismo, Germán Cardoso, «esta no es una Semana de Turismo más», porque esta vez «quedarse en casa es la única manera de que este mal momento no se extienda aún más».
Eso lo saben ellos, y también lo sabe la enorme cantidad de uruguayos que esta vez eligió no viajar y dejar vacío el este para intentar ganarle al coronavirus.
(EFE)
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