Cacciari: «Ninguna especie aceleró su propia extinción como los humanos»

Captura de vídeo de la entrevista realizada por Skype. EFE

Por Gonzalo Sánchez

«También enferma tu mente si te quedas sin trabajo, seamos serios». El filósofo italiano Massimo Cacciari teme los estragos económicos y sociales que dejará la pandemia y centra el tiro en sus causas «ignoradas», como una globalización descontrolada: «Ninguna especie aceleró su propia extinción como los humanos», advierte.

Cacciari (Venecia, 1944) fue alcalde de su ciudad natal, diputado del Partido Comunista italiano y europarlamentario del antiguo grupo de los Liberales, Demócratas y Reformistas, pero también es uno de los pensadores contemporáneos más escuchados, con decenas de publicaciones filosóficas a sus espaldas.

Se encuentra confinado en su casa de Milán para zafarse del coronavirus, como todos, y en esta conversación por videoconferencia con Efe cita a Kant, Darwin, Sartre o Spinoza para dilucidar el mundo que vendrá.

Un escenario en el que no excluye un auge del malestar social si persiste el bloqueo y hasta el fin de una Europa unida si se niega la solidaridad común: «No habrá un nuevo examen de reparación, será el final» de la Unión Europea, avisa con notable desagrado.

Pregunta: Profesor Cacciari, ¿imaginaba una situación así?

Respuesta: Creo que nadie habría soñado vivir una situación de este tipo en Europa o en el mundo. No obstante debemos reconocer que esto no viene de Marte o Andrómeda, es una epidemia que tiene causas precisas y que antes tuvo avisos importantes como el ébola, el SARS o el MERS, todas infecciones análogas. Se denunció en el pasado desde todas las autoridades sanitarias mundiales y las señales fueron ignoradas, así como lo siguen siendo las conexiones entre estas epidemias y los grandes problemas del medioambiente (…) Por lo tanto no es algo casual, del destino.

P: ¿Por qué considera que esas señales fueron ignoradas?

R: Porque afrontarlas supondría revisar completamente el esquema de nuestro comercio, de nuestro sector productivo e industrial. Debería haber autoridades internacionales que regulen los problemas ambientales o ecológicos, como en el ámbito financiero. En cambio no hay un gobierno de la globalización y esta actúa desencadenada en todos los planos… inmigración, finanzas, epidemias, sin reglas. No hay nada que hacer ante esto.

P: ¿No sería eso una utopía?

R: Imaginar una República mundial como Kant ciertamente tiene un elemento utópico pero si pensamos que algunos problemas solo pueden ser afrontados eficazmente desde un punto de vista global, nada impediría que los países asumiesen acuerdos y pactos entre ellos, como con temas económicos. Hay elementos de derecho internacional que se incluyen en los ordenamientos nacionales. Por ejemplo Italia no podría adoptar la tortura (…) Es preciso que los estados comprendan que en temas como la salud, o se ponen de acuerdo o cuando haya una epidemia será incontrolable.

P: Usted ha sido alcalde de Venecia. ¿Qué sensación le produce ver las ciudades vacías, confinadas?.

R: Es una gran impresión, una tristeza enorme. Las ciudades son puntos de encuentro, desencuentro y relaciones, las ciudades vacías no son ciudades, son anticiudades. Desde el punto de vista psicológico es un estrés enorme porque la ciudad no puede estar deshabitada. No podemos prolongar esta situación, no es posible. No lo es ni desde el punto de vista psicológico ni económico.

P: ¿Qué impacto tendrá en la sociedad?

R: El efecto psicológico no será nada en comparación con el económico porque cuando esto acabe las ciudades resurgirán (…) Pero los efectos económicos pueden ser traumáticos y por lo tanto también los psicológicos pues no enfermas solo con una gripe, el coronavirus o una pulmonía. También caes enfermo de la cabeza si eres despedido, si tu renta se desploma o si no logras mantener el honor de tu familia. Seamos serios.

También el malestar social crea enfermedades desde el punto de vista somático (…) y no venimos de un periodo feliz sino de quince años al menos muy infelices para el mundo occidental y para Europa en particular. Años en los que se viene viviendo cada vez peor, la mayor parte de nuestra población vive peor (…) Estemos atentos porque no solo está la enfermedad del coronavirus.

P: En el sur de Italia ha habido algunos altercados de gente que no puede trabajar por el confinamiento ¿Excluye una situación así en el futuro?

R: Absolutamente no. Si la crisis continúa por mucho más tiempo, si las actividades productivas tienen que estar cerradas aún durante meses, habrá una caída de renta (…) Es un golpe tremendo. Podemos encontrarnos en octubre o noviembre con un país por los suelos. Incluso aunque Europa intervenga decididamente en un modo solidario y activo, porque no quiero ni pensar en una Europa que no sea solidaria y cooperante con esta situación (…) Debemos pensar lo antes posible en volver a trabajar (…) No es posible estar así pues de lo contrario, lo que se ha visto en Sicilia se multiplicará.

P: ¿Cómo juzga la acción de la Unión Europea en esta crisis?

R: Me parece imposible que Europa no asuma políticas de solidaridad coherentes con la gravedad de la situación. Por el momento, Europa ha desembolsado mucho dinero (…) Pero el problema será la política europea para la reconstrucción. Una cosa es invertir y hacer moneda rápidamente, dos o tres mil millones para la asistencia. Pero otra cosa será un crédito para la recuperación. Eso no puede ser acuñando moneda, solo será posible con la emisión de un eurobono común, europeo, garantizado por Europa (…) O se emite un bono europeo para el desarrollo o nos quedaremos en recesión.

P: ¿Si no se emite un eurobono, se constataría un nuevo fracaso de la Unión Europea?

R: Sí, pero sería el último, no habrá otro fracaso. Después del fracaso de la política de integración social y fiscal, de la crisis de 2008, de la de Grecia, el tema de la inmigración. Basta. Cerrado. No habrá un nuevo examen de reparación, recordémoslo. Será el final. Espero que los países más fuertes, como Alemania, lo entiendan, pues el final de Europa es también el fin de cualquier fuerza de Alemania (…) Espero que Alemania aprenda de los errores y entienda que si fracasa la Unión Europea talará el árbol sobre el que se asienta.

P: ¿Qué mundo desvela esta pandemia?

R: Es un mundo en el que todos estamos muy juntos, uno encima del otro, como decía Sartre, mi vecino como una pesadilla, y todo lo que ocurra en cualquier parte del mundo nos afecta. Es necesaria la colaboración, pactos y reforzar las instituciones comunes, no estas banderitas ridículas que no sirven para nada como las Naciones Unidas, desnudas de toda autoridad (…) ¿Qué son? ¿son centros de estudio? Está claro que deben ser repensadas. La ONU debería ser el lugar donde los países tratan normas comunes que después son introducidas en los ordenamientos individuales, una sede política en la que se discuta sobre estos problemas.

P: ¿Cómo imagina el futuro después del coronavirus?

R: Todo dependerá de lo que se haga. Si se hacen las cosas que he dicho en Europa, políticas de solidaridad y cooperación, podría salir incluso con una imagen reforzada, pero con grandes sacrificios porque el dinero que perdemos no lo recuperaremos, habrá una caída de la riqueza nacional en Italia, España, Francia y también Alemania. Saldríamos vapuleados pero desde el punto de vista de las políticas y estrategias, quizá hasta más fuertes.

P: El papa Francisco está protagonizando imágenes históricas, ¿es este un momento propicio para la fe?

R: Los momentos para la fe son siempre, pero si la fe solo nace para pedir a Dios que se acabe una peste entonces es algo débil. La imagen del papa Francisco es fuerte y significativa desde el punto de vista social, ante el desierto de la ciudad, esa voz que invoca y espera una resurrección.

P: En la plaza de San Pedro se colocó un crucifijo considerado milagroso usado en la peste negra de hace 500 años.

R: Durante toda la época moderna, hasta el siglo XVIII, había una peste cada siglo que reducía las ciudades. Un poco de selección natural, vaya. Esto no quiere decir que sobrevivan los mejores, esa es la imagen vulgar del darwinismo, él nunca dijo que sobrevivían las especies mejores (…) Sabemos que nuestra especie acabará y otras seguirán habitando la Tierra, como las ratas o los murciélagos por ejemplo.

P: Por lo tanto no somos tan fundamentales para el mundo.

R: Ninguna especie (como los humanos) ha acelerado el proceso de su propia extinción. Mientras que, según algunas señales, parecería que nuestra especie padece una suerte de «cupido mortis», el amor por la muerte, y deberíamos tratar de controlarlo.

P: ¿Es esa una excepción de la humanidad en la naturaleza?

R: Es la consecuencia de la potencia de nuestro cerebro, hace que demos prioridad al poder estar sanos, a vivir en un ambiente sano. Nuestro cerebro privilegia nuestra propia potencia. Spinoza decía que la máxima potencia de tu intelecto y de tu mente consiste no solo en hacerte más fuerte que otros seres sino también capaz de sobrevivir a tu propia potencia. Tu poder por sí solo puede dañarte. Por lo tanto usa la fuerza de tu intelecto pero razona también por tu propia salud ¿No ve en esta reflexión de Spinoza una relación entre la política industrial y la defensa del medioambiente? Es exactamente lo mismo. Debemos combinarlo.

P: Entonces la potencia y la ambición puede ser la lápida de la humanidad.

R: Claro. Algunos zoólogos afirman que así ocurrió con los dinosaurios. Hay escuelas que dicen que el final de aquella era se debió al famoso meteorito pero otros creen que la causa fundamental es que aquellas bestias enormes habían masacrado su propio hábitat por comer toneladas de materia cotidianamente.

P: ¿Somos dinosaurios?

R: Sí, dinosaurios de la inteligencia, de la mente, y ninguna especie ha dominado el planeta como nosotros y los dinosaurios.

(EFE)

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