Por Alejandro Prieto y Concepción M. Moreno
Descendió con ganas, despidiéndose de periodistas y autoridades que estaban en el puerto de Montevideo y dibujó una V con los dedos. Quizá sonreía, quizá estaba emocionado.
A distancia y bajo la mascarilla era imposible saberlo con certeza. Brian Meier por fin abandonaba el barco para regresar a Chicago (EEUU).
Dentro de la crisis mundial provocada por la pandemia del COVID-19, los cruceros turísticos han vivido situaciones trágicas en medio del mar, algunos incluso con cadáveres a bordo, y con permisos denegados para descender en varios puertos de todo el mundo.
Por eso, el puerto de Montevideo formará parte para siempre de la vida de Brian Meier, como uno de los otros 131 pasajeros y 85 tripulantes del barco australiano Greg Mortimer, que zarpó de Ushuaia (Argentina) con destino a Las Palmas (España) y que jamás incluyó a Uruguay en su ruta programada.
Pero desde el 31 de marzo quedó anclado frente a sus costas, debido a que la mayoría de sus pasajeros se contagió del coronavirus.
«Fue un gran shock. Ya ha pasado un tiempo, pero cuando nos enteramos por primera vez de que alguien tenía fiebre y tenía que dejar el barco no queríamos creer que era COVID-19», relató a Efe por teléfono este ciudadano estadounidense apenas media hora antes de bajar por la pasarela del Greg Mortimer.
«Pensamos que era solo una gripe común. Quizá fuimos ingenuos, pero una vez que se hizo el test y 128 pasajeros dieron positivo se volvió más aterrador y real», continuó explicando.
Este miércoles pudo, por fin, abandonar el barco en compañía de otros 13 pasajeros -estadounidenses, como él, canadienses y de varias nacionalidades europeas-, a los que se sumó una ciudadana británica que había sido internada en un hospital de Montevideo por problemas respiratorios, para abordar un avión rumbo a Miami (Estados Unidos).
Brian Meier, que compartía el crucero con unos amigos, reconoció que la mayoría de los pasajeros carecía de síntomas y que, por eso, «no ha sido terrible».
No obstante, el estadounidense confesó que lo más complicado fue el paso del tiempo sin noticias sobre la evacuación.
«Ha sido difícil, porque no podíamos salir de los cuartos, pero teníamos mucha comida y cosas que hacer. La internet funcionaba, teníamos algunas películas, pero no sabíamos cuánto tiempo iba a durar esto. Había noticias diferentes cada día, así que nos ilusionábamos y después no pasaba nada y nos poníamos un poco tristes», detalló.
Para los pasajeros del crucero que descendieron este miércoles, la experiencia vivida el pasado viernes, cuando 112 australianos y neozelandeses fueron evacuados para su repatriación a Australia, fue bastante peculiar.
«Nuestros amigos de Australia y Nueva Zelanda pudieron salir y nosotros tuvimos que salir para el anclaje; las cosas estaban muy tranquilas y no sabíamos cuánto tiempo más íbamos a estar a bordo», indicó Meier, si bien insistió en que «tampoco ha sido horrible».
«Sabemos que el mundo está todo en aislamiento y este no ha sido un lugar horrible donde estar. Teníamos una vista al mar (el Río de la Plata) y bastante comida que nos servían cada día, así que ha estado bien», aseveró.
De la misma manera que el pasado viernes algunos de los pasajeros australianos y neozelandeses portaban con orgullo banderas de Uruguay e incluso alguno se arrodilló para besar el suelo o han publicado tuits con declaraciones de amor al país, Brian se mostró feliz por la ayuda brindada por el Gobierno de Luis Lacalle Pou en cooperación con las embajadas afectadas.
«Sé que ha sido difícil y muy complicado coordinar el regreso a casa. Este es un tiempo muy extraño para el mundo, así que realmente nos gustaría decir ‘gracias’ a la gente de Uruguay y los aviones. Todo lo que han hecho para sacarnos de aquí», insistió.
En sus últimas horas vividas en Uruguay solo quiso pensar en «volver a casa» este jueves. «Aunque no podremos ver a nuestros amigos y familiares enseguida porque tendremos cuarentena, va a ser genial porque estaremos cerca de ellos», sentenció.
Brian partió de Chicago el 9 de marzo con la idea de disfrutar de un crucero antártico, que después tomaba rumbo hacia las Islas Canarias. Pese a que la pandemia ya ganaba entonces posiciones en el mundo entero, poco podía imaginar que su barco quedaría afectado de esa manera y que la calidez que buscaba en el archipiélago español la encontraría en un pequeño país llamado Uruguay. (EFE)