Por Ana Mengotti
«Mi nombre es Dante Leguizamón. Tengo 45 años y soy un periodista en cautiverio en un barco holandés», afirma un argentino que lleva 42 días en una travesía marcada por el COVID-19, de la que por ahora no sabe cuándo ni cómo podrá salir.
En una carta abierta colgada en su cuenta de Facebook, Leguizamón, que se encuentra a bordo del crucero «Rotterdam» junto a otros diez argentinos, cinco pasajeros y cinco músicos, además de miembros de la tripulación, dice estar viviendo una «pesadilla».
Su familia planteó esta semana un recurso de amparo («habeas corpus») ante la justicia de Argentina con el fin de que la compañía Holland America Line le permita comparecer ante un juez.
Ahora lanza un SOS desde el «Rotterdam» para presionar a que se dé una solución a los once argentinos del crucero y a otros muchos argentinos que trabajan en cruceros y están en aún peor situación, según su relato.
Efe se comunicó con los portavoces de Holland American Line, del grupo Carnival, para saber qué va a pasar con Leguizamón y los otros argentinos, pero hasta ahora no ha obtenido respuesta.
SIN RUMBO CIERTO
Desde el 9 de abril, cuando el «Rotterdam» zarpó del puerto de Fort Lauderdale (Florida) en plena noche «damos vueltas por el mar en lugares cercanos a Bahamas sin rumbo cierto -y repito- sin información precisa del capitán sobre nuestro destino», escribió este viernes.
El 8 de abril los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de EE.UU. prolongaron una orden que prohíbe navegar a los cruceros con base en el país, como medida preventiva por la pandemia del nuevo coronavirus.
El «Rotterdam» no es el barco en el que Leguizamón partió de Buenos Aires el 9 de marzo invitado por un miembro de la tripulación para una travesía que incluía las islas Malvinas y en su caso debía haber terminado el 21 de marzo en Chile.
FRONTERAS CERRADAS
«Las fronteras se cerraron (por el COVID-19) y a partir de entonces quedé en manos de esta empresa de bandera holandesa y capitales norteamericanos», asegura.
El viaje empezó en el «Zaandam», de la misma compañía, que pudo tocar puerto por última vez el 14 de marzo en Punta Arenas (Chile) y llegó a aguas panameñas a finales de marzo con cuatro pasajeros muertos y varias personas enfermas a bordo.
Por razones humanitarias, las autoridades de Panamá permitieron que parte del pasaje fuera traspasado al «Rotterdam» y después que ambos barcos cruzaran el canal interoceánico rumbo a Florida.
Pese a las opiniones en contra de políticos locales e incluso del gobernador de Florida, Ron DeSantis, ambos barcos fueron autorizados a atracar en Port Everglades (Fort Lauderdale) y a desembarcar bajo estrictos protocolos de seguridad a los más enfermos.
Después comenzó el desembarco de los pasajeros sanos y su repatriación en el caso de los no estadounidenses en vuelos charter.
Otros latinoamericanos, como mexicanos y uruguayos, pudieron retornar a sus país, pero los argentinos no, pues desde mediados de marzo Argentina está cerrada para prevenir el contagio del COVID-19.
VUELOS ESPECIALES A ARGENTINA Y HONDURAS
Por esa misma causa están varados en Miami más de un millar de argentinos y se calcula que hay unos 10.000 por todo el mundo.
Para este sábado está prevista la salida de Miami de un vuelo especial de Aerolíneas Argentinas con algunas de esas personas, entre ellas las más vulnerables. El precio del pasaje, según dijeron a Efe algunos de los varados en Miami, es de unos 550 dólares.
También mañana, desde Fort Lauderdale saldrá un vuelo especial de la compañía Spirit rumbo a San Pedro Sula (Honduras) con 150 hondureños varados en Estados Unidos.
En Honduras, como en Argentina, están cerradas las fronteras por el COVID-19 y fue necesario que el Gobierno de ese país concediera un permiso especial de aterrizaje a Spirit, que ha brindado un precio reducido (poco más de 200 dólares) por los pasajes.
Los dos vuelos de este sábado van a suponer un alivio para algunos de los varados en Florida a causa del COVID-19, pero no resuelven totalmente el problema ya que en ambos casos la capacidad de los aviones es menor a la de personas en esa situación.
VULNERABLES
Entre los argentinos varados en Miami hay pacientes oncológicos, octogenarios, embarazadas, un enfermo de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una chica de 16 años que realizaba un intercambio estudiantil y otra de 19 que estaba estudiando piano con una beca, dice a Efe Jonatan López Luna, que está atrapado en esta ciudad desde marzo.
La grave situación de los tripulantes de barcos atrapados a bordo por el COVID-19 ha sido destacada por portavoces de la Federación Internacional de Trabajadores del Transporte (ITF).
Stephen Cotton, secretario general del sindicato ITF, ha urgido a los Gobiernos a «respetar» a los trabajadores del mar y coordinar «una estrategia global con las principales partes interesadas, incluidas las principales aerolíneas, para aliviar las restricciones y facilitar el cambio de tripulación de los buques».
Leguizamón dice en su carta que, además del COVID-19, hay otro «virus invisible y que también puede matar»: el de la angustia por no poder volver a casa.
(EFE)
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