Por Jairo Mejía
A comienzos del año, el mundo se concentraba en las estaciones, los aeropuertos, las plazas y los parques. Hoy los supermercados son los grandes aglutinadores de multitudes, aunque el número máximo de personas que transitan por un mismo lugar ha bajado drásticamente, especialmente en España o Sudamérica, donde se ha respetado el mandato de quedarse en casa, según revelan datos anonimizados de móviles analizados por Efe.
El 15 de enero los madrileños disfrutaron de un día plácido de invierno: se aglomeraban en Lavapiés, en los atascos y las oficinas de Manoteras y en los varios eventos programados en el recinto ferial del IFEMA, según datos agregados y anonimizados cedidos a Efe por la consultora Advan y procesados para mostrar solo concentraciones de más de 500 personas en una misma hora.
Este tipo de datos provienen de dispositivos móviles con geolocalización activada y desprovistos de toda señal que pueda identificar a los individuos.
VIDA NORMAL DE PUNTA DEL ESTE A CARRERA SÉPTIMA
En el verano austral, los mayores picos de aglomeración se daban en Punta del Este (Uruguay), mientras que los bonaerenses abarrotaban los alrededores de Puerto Madero y el centro histórico de la ciudad. En Bogotá, la Carrera Séptima era un hervidero de multitudes como un miércoles cualquiera.
El mundo parecía ajeno a lo que se avecinaba. En solo unas semanas, según diferentes estudios genéticos del virus SARS-Cov-2, las infecciones comenzaron a extenderse sin ser detectadas o motivar medidas de entidad en Europa y Estados Unidos.
Tres meses después, al observar los datos de los miércoles 15 y 22 de abril, el planeta parece haberse apagado y las aglomeraciones de más de mil personas en un solo lugar han mermado en las grandes ciudades debido a la extensión de la pandemia de COVID-19.
Los datos, que hacen una estimación de personas basada en el número de móviles que pasan más de 15 minutos por un mismo cuadrante, muestran los cambios en las dinámicas del planeta con el agravamiento de la pandemia.
CON LA PANDEMIA, EN CASA
En abril, en el cenit de las medidas de distanciamiento social en gran parte del planeta, los grandes núcleos de agrupaciones de personas son los supermercados, los hospitales y, en muchos casos, los barrios pobres de urbes de países en desarrollo, donde mantener el aislamiento domiciliario es mucho más complicado.
En Estados Unidos, algunas zonas siguen moviéndose con relativa normalidad; en España, la gente se congrega en los supermercados; en Montevideo, la aglomeración más importante ocurre en las tardes frente al mar y los bonaerenses han abandonado el centro a favor de los barrios residenciales.
El conjunto de datos abiertos de Google Community Survey confirma que en países como España, Colombia, Ecuador o Argentina, donde se amenaza con multas por salir a la calle sin motivo justificado, la afluencia a actividades como el comercio o el transporte público ha caído con fuerza (alrededor del 90%), mientras que los supermercados y farmacias tienen las caídas más moderadas (40%).
Según un estudio preliminar del MIT Media Lab, un neoyorquino medio pasó de cruzarse en su quehacer diario con unas 80 personas a hacerlo tan solo con ocho en abril, mientras que la distancia recorrida durante el día se redujo un 70%.
UN CONTROL MÁS «SOFISTICADO»
«Antes la mayor parte de contactos se producían en restaurantes, oficinas, eventos deportivos, etcétera. Ahora la vida de una persona en una ciudad azotada por la pandemia transcurre en casa y en el supermercado, aunque en Estados Unidos las medidas han sido desiguales y se centran en los focos, como el de Nueva York», explica en entrevista con Efe Esteban Moro, investigador de la Universidad Carlos III de Madrid y del MIT IDSS y uno de los autores del estudio.
«Si queremos evitar una segunda oleada del virus tenemos que utilizar datos geolocalizados y rastrear contactos de casos positivos de manera anonimizada. El distanciamiento social no se puede mantener todo el año y tendrá que controlarse de manera más precisa y sofisticada. Habrá quien pueda moverse y habrá colectivos que tendrán que seguir limitando sus salidas», añade el profesor.
En su opinión, al implementar nuevas tecnologías de monitorización de los movimientos de la población de manera agregada, descentralizada y anonimizada los gobiernos deberán comunicar y explicar muy bien cómo garantizan las protecciones a la privacidad que esta tecnología permite.
«El capital político perdido por decisiones cambiantes y mal explicadas en los inicios de la pandemia tendrá consecuencias después. Se hace un flaco favor al concepto moderno de privacidad si no se utilizan los datos para ayudar a la población en esta pandemia», reflexiona Moro.
(EFE)
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