Por Rodrigo García
Nacha Guevara, mito de la cultura argentina del último medio siglo, está entrenada para superar los desafíos de la vida. Vegetariana, meditadora y fiel al aprendizaje que le dejó su «loca» abuela, huye del miedo y también de los estereotipos, ya que, según cuenta a Efe, «envejecer no es decaer».
Clotilde Acosta -su nombre de nacimiento- es una joven eterna. Más allá de su buen aspecto físico, ver y oír a esta cantante y actriz de 79 años hace echar por tierra las teorías de quienes creen que la tercera edad va acompañada del declive y dependencia al decidir: «no necesitamos que nos digan qué tenemos que hacer», sentencia.
«Hay gente que envejece decayendo y hay otra que no. La que no, es bueno aprovecharla. Hace bien para el futuro de los jóvenes. Para que cuando lleguen a este momento, que irremediablemente va a llegar, tengan otra postal, otra foto, otra imagen de lo que es ser un viejo», afirma la artista por videollamada desde su casa de Buenos Aires.
PILATES Y MEDITACIÓN
Hasta hace mes y medio, la normalidad de la Guevara era brillar en un teatro de la emblemática avenida Corrientes, donde protagonizaba con Moria Casán -otra de las divas argentinas- la obra «La gran depresión», que quedó paralizada por el cierre de salas tras la aparición del famoso coronavirus.
Es por eso que, ya días antes de que se decretara la cuarentena general, decidió quedarse en casa, o, como dice entre risas, «en la cucha (caseta) del perro»: «todos tenemos nuestras subidas y bajadas. Pero no me cuesta. Yo me llevo bastante bien conmigo, vivo sola y no lo paso tan mal, no puedo quejarme».
Sus días transcurren entre el pilates, las breves caminatas en la puerta de su casa -«como una loca, pa’lante y p’atrás»- y sus técnicas para enfrentar los efectos en la mente de la falta de actividad física.
«Soy meditadora hace 35 años, casi 40, y tengo herramientas. Estoy acostumbrada a hacer silencio, a encontrarme con mis demonios de algún modo, que los tengo», explica, convencida de que la meditación sirve para aceptar lo que pasa, pero sin resignarse.
EL «MAESTRO» CORONAVIRUS
Nacida en Mar del Plata en 1940, Nacha dio sus primeros pasos artísticos a finales de los 50: primero como estudiante de danza y después como modelo, aunque no tardó en iniciar una fulgurante carrera en el teatro, la canción y el cine, que la llevó a recorrer multitud de países y vivir un sinfín de experiencias.
Y el presente es una más: «Este virus puede ser un maestro, depende de nosotros cómo elijamos vivirlo, si como un demonio, un castigo o como un maestro que nos puede enseñar muchas cosas», opina sobre la pandemia, que para ella es señal del desequilibrio que ha dejado la destrucción del planeta en el último medio siglo.
Esta cuarentena llama a tomarla, a quien pueda, como «un tiempo de regalo», una «oportunidad» para hacer lo que más nos gusta y aprender a relacionarnos de otra manera con los demás: «porque las relaciones hoy son muy superficiales, ¿viste?».
«Al bajar las aguas te encontrás primero con vos mismo, y eso ya es un desafío interesante, y un poco de silencio. Nosotros nos enfermamos, pero el planeta se sana. También es para reflexionar», relata.
EN MEDIO DE LA POLÉMICA
Durante su confinamiento, además de dar consejos en Instagram, cuenta con amigos que le hacen las compras y con un restaurante vegetariano -ella lo es desde «hace mil años»- que le lleva comida todas las semanas. Pero también sufre «inconvenientes domésticos» que la han hecho ser más ingeniosa.
«Se me rompió la cisterna y se inundó. No tengo la más puta idea (ríe) de qué es una cisterna, pero me tuve que ingeniar, ¿viste?. Llamé a una vecina que es una santa y que es un poco más práctica que yo y entre las dos pudimos levantar la tapa con una soga y una piedra», declara mientras recrea con las manos la proeza.
También ha estado en el ojo del huracán por su disconformidad con la decisión del Gobierno de Buenos Aires de implementar un permiso de circulación obligatorio -que finalmente no salió adelante- para los mayores de 70, grupo de riesgo del COVID-19.
«No he salido de mi casa en estos casi 40 días, pero lo que me disgustaba es tener que pedir permiso a esta edad para salir a la puerta de mi casa. Los viejos -reprocha que a esta palabra se le dé una connotación negativa- ya entendimos que el tiempo se acaba, entonces nos cuidamos mucho más, no necesitamos que nos digan qué tenemos que hacer», subraya.
Fue tal el eco de sus críticas por la «discriminación» y el «maltrato» que cree aún sufren los mayores, que incluso autoridades de la ciudad la llamaron para decirle que «habían entendido» su mensaje.
«Dicen que uno envejece de acuerdo a la primera persona que vio envejecer», afirma, y habló de su caso: «Tuve la dicha de tener una abuela que era muy loca, le gustaba mucho llamar la atención e iba en contra de todas las costumbres de su barrio».
«Y sobre todo, no le importaba la opinión ajena, en eso era una maestra», enfatiza. «¿Vamos a seguir dando un ejemplo de decadencia? Envejecer no es decaer, son cosas diferentes», insiste.
EL EXILIO, SU APRENDIZAJE
La vida de Nacha quedó marcada en los 70, cuando, como le ocurrió a otros artistas, fue amenazada por la Triple A, organización paramilitar estatal que operó en los años previos a la última dictadura (1976-1983). Y se fue al exilio con su pareja e hijos, su experiencia más difícil pero la que le dejó «mayor aprendizaje» y le permitió asentarse en España y ser parte de la cultura de ese país.
«La vida me puso mucho en esas situaciones en las que parecía imposible salir a flote. Y bueno, aquí estoy. Tengo un cierto entrenamiento en eso», indica, y llama a que no nos gobierne el miedo.
Con una trayectoria de éxitos, signada por su colaboración con el escritor uruguayo Mario Benedetti y su interpretación de la ex primera dama Evita Perón, ahora prefiere no planear, menos aún en medio de la delicada situación en que quedará el sector del espectáculo.
«Cuando hay algo que va a concretarse, pongo toda mi energía en eso. Pero no soy de hacer proyectos a muy largo alcance. La vida me enseñó que a mí no me funciona», concluye.
(EFE)