De amor en amor se fue adentrando en la ciudad querida, donde dispersas brillan las chispas del querer. El amor a un lugar es muy particular, el que quiere a todo el mundo no quiere a nadie.
Así en las ciudad convive la luz y la oscuridad, las verdades y las mentiras, las pasiones y las siestas, de aquellas locuras tales virtudes.
Pienso en alguien nacido aquí que retoma los días azules de la infancia para adentrarse luego en los días previos al final. Así nos sucedemos de generación, en generación y hasta aquí llegamos hoy.
La niñez, los abuelos, los que nacieron aquí y los que vinieron de lejos, el viaje, los días de trabajo y los fines de semana. Los nacimientos y los duelos. Aprender y desaprender. Andar y quedarse quieto. La mesa de los domingos, la escuela, la rayuela, la computadora, la plaza o internet.
Este doce de febrero de dos mil dieciséis puede trazar mil anécdotas, incluso no contadas. Es el espejo que hoy se cruza en el camino, en la mirada de todos, en las virtudes y en las miserias.
Somos entonces la digresión, el lanzamiento de dardos a todo aquel que se cruza en el camino. Pero además también el silencio respetuoso y el olvido repentino. La memoria y por qué no la gloria. Pienso tanto en el respeto.
Tal vez entonces cumplir 200 años es volver al pasado, a la infancia añorada, lo que nos queda y lo que se fue para siempre.
Dicen que cuando se cumple años siempre surge la palabra felicidad como una sentencia. Es un momento de recogimiento y también de algarabía, una gran cosa es concluir que así somos nosotros.
La felicidad infinita de pertenecer a esta tierra se asoma en este amanecer.
Feliz cumpleaños carmelitanos.
Carmelo, 12 de febrero de 2016.
El Equipo de Carmelo Portal