Un faro y un aeropuerto, las nuevas salas para cinéfilos en Uruguay

Registro del autocine del Faro de Punta Carretas, en Montevideo, donde los uruguayos pueden ver películas pese al COVID-19. EFE/Federico Anfitti

Por Alejandro Prieto

Mientras algunas salas del mundo se vacían de butacas para mantener distancias de seguridad por la COVID-19 y reabrir sus puertas en un futuro inmediato, los cinéfilos uruguayos usan sus automóviles para disfrutar del séptimo arte en dos lugares tan exóticos como imponentes: un faro y un aeropuerto.

Como recién salidos de una máquina del tiempo, los autocines, muy populares a mediados del siglo XX en Estados Unidos, resurgen en el Uruguay de 2020 para, de la mano del distanciamiento social, renovar el entretenimiento en la pandemia.

Casi no hay precedentes de autocines en Uruguay, donde sí hubo un cine en la playa de Malvín (Montevideo), que funcionó entre 1927 y 2017, así como numerosos festivales al aire libre, entre ellos el Festival Internacional de José Ignacio (este), también en la costa, y el de cine generado con pedaleo de bicicletas Cine a Pedal.

Las únicas experiencias de cine en auto son bastante recientes y puntuales: en 2008 se exhibieron cintas bajo este formato en el dique Maúa, en Montevideo, y en 2009 Medio y Medio Films tuvo una propuesta itinerante de autocine.

UNA NUEVA ESPERANZA

En 2020, en plena crisis de las salas por la pandemia, nace Aerolife, un autocine de pantalla gigante con la icónica arquitectura curvilínea del Aeropuerto Internacional de Carrasco, en las afueras de Montevideo, como paisaje de fondo.

El gerente general del aeródromo, Matías Carluccio, explicó recientemente en una videoconferencia que la iniciativa, organizada junto al cine Life Cinemas y Magnolio Media Group (dedicado al mundo del espectáculo y la comunicación), brinda al público «una nueva instancia de entretenimiento».

Sobre la dinámica del autocine, cuya apertura tuvo lugar hace unos días, Carluccio recalcó que cumple las medidas sanitarias dispuestas: entre cada auto debe haber más de un metro y medio de distancia y las personas solo pueden salir del vehículo para ir al baño.

«Este proyecto es en el parking del Aeropuerto de Carrasco, que tiene actualmente un tamaño para 1.200 autos, pero lo armamos como una sala de cine para 90 a 95 autos y con una pantalla más grande que la de un cine normal, de 20 por 11 metros», explicó el gerente.

La entrada (560 pesos uruguayos, unos 13 dólares, por vehículo) y las consumiciones se abonan por internet y, si las personas descienden del vehículo, deben hacerlo con mascarilla.

Similar es el caso del Autocine Club del Uruguay, instalado junto al faro de Punta Carretas (Montevideo). Como señaló a Efe el cofundador del proyecto Efecto Cine Andrés Varela, si bien allí hay capacidad para 130 autos, para ceñirse al protocolo se habilitan 115 (con entrada de 600 pesos, unos 14 dólares).

Varela, cuyo proyecto pretende «generar el sentido de pertenencia de un club» con un espíritu integrador, opinó que no fue fácil llegar a una propuesta adaptada a esta realidad.

«Fue compleja en una primera instancia la integración de permisos, la estructuración, el armado, la cuestión de cuál espacio iba a ser el indicado», afirmó y matizó que ayudó «muchísimo» que propuestas similares surgieran en Alemania o Estados Unidos para que las autoridades sanitarias «ya tuvieran una idea».

LA VIDA ES BELLA

Ambas propuestas van más allá de la de los autocines tradicionales ya que, por la cancelación de espectáculos públicos que rige desde el 13 de marzo, cuando se decretó la emergencia sanitaria en Uruguay por los primeros casos de COVID-19, tienen afán de un recorrido cultural más amplio.

Varela enfatizó que el autocine clásico se «modernizó» con servicios gastronómicos y diversidad de propuestas, ya que pretenden incluir también actuaciones de danza, comedia y música.

«En los clásicos de autocine jamás se hizo otro espectáculo que no fuera ese, entonces nos readaptamos. Pero un poco es ese el espíritu, reencontrarnos con viejos formatos que pueden ayudar a recomponer y darle una nueva propuesta a la gente en este momento tan complejo», subrayó.

En esa línea, Carluccio destacó que el escenario del aeropuerto es un espacio «multientretenimiento», donde se harán desde conciertos y shows de humor hasta magia.

La gerente comercial de Life Cinemas, Mariana Arbelo, destacó que Aerolife tiene una programación heterogénea y acotó que, si bien está prevista una cartelera con estrenos, esta se ajustará a lo que el público prefiera.

En el caso del Autocine Club, la programación, con estrenos de la mano del cine Movie, va un poco más allá y explora otras ideas.

«Tenemos los estrenos de último momento y los que vendrán pero a la vez cierto juego con la programación; hay clásicos para jugar con esta cuestión ‘vintage’ del autocine y también entendemos que es importante que haya producción nacional», expresó Varela.

LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ

Los organizadores detallaron que tanto la visión como el sonido son buenos: el audio a través de la radio de cada auto o, en su defecto, con radios portátiles y la visibilidad está garantizada en todo el recinto.

Sin embargo, el enemigo común de ambos proyectos es el mal tiempo, considerando que Montevideo es una ciudad donde soplan fuertes vientos.

Ante precipitación, viento intenso o niebla, los organizadores de Aerolife plantean que la función se suspende cuando impida la buena visibilidad de la película y lo mismo plantea el Autocine Club, que propone una espera de 20 minutos para que cese.

Pese a estas complicaciones, tanto Carluccio como Varela afirmaron que los autocines seguirán funcionando, en el caso de Aerolife por dos meses y en el de Autocine Club por tres, con la posibilidad para este último de ampliarse con nuevas salas en Montevideo y funciones en el interior del país.

(EFE)

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