Por Gabriel Gabbiani
Indignación, rebeldía e irritación son los sentimientos que despierta conocer, un día sí y el otro también, que algunas de las autoridades de las administraciones anteriores no sólo no cumplieron con sus obligaciones, sino que su forma de proceder atentó, directa o indirectamente, contra la integridad de los uruguayos.
Todos sospechábamos primero, y tuvimos la certeza después, que en el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) había anomalías de diversa índole, pero no estábamos ni cerca de imaginar las irregularidades que se están descubriendo de manera constante.
Porque en lo que ya a esta altura parecería ser no sólo irresponsabilidad y negligencia, sino -y no nos tiembla la pluma al expresarlo- una muestra de protervia, una vez más, las nuevas autoridades de la cartera encontraron productos, vencidos y deteriorados, abandonados en sus depósitos.
El último hallazgo fueron decenas de equipos médicos pertenecientes al MIDES destinados a personas con discapacidad, tales como andadores y bicicletas especiales, que se encontraban desde agosto de 2018 apilados y cubiertos de polvo en un depósito del Ministerio de Salud Pública (MSP) de Paysandú, buena parte de los cuales se encuentra en buen estado, e incluso algunos están sin uso.
En la primera quincena de junio, en Montevideo, se habían descubierto prendas de vestir, 23.000 pañales para bebés y adultos, decenas de sillas de ruedas especiales (deterioradas), bolsas con stock de puré de papas y más, elementos todos ellos que bien podrían haber tenido destinatarios que le habrían dado buen uso. Lo señalado se suma a botellas con agua, hipoclorito, leche en polvo, arroz, café y elementos de higiene personal vencidos descubiertos a comienzos de junio, y a los tapabocas, máscaras para respiradores, jeringas, nebulizadores, camillas y otros insumos médicos descubiertos en abril en un contenedor que estaba en el puerto de Montevideo desde septiembre de 2017.
Capítulo aparte merecen las cuatro armas cargadas, gatilladas y listas para disparar descubiertas en la oficina que usaba el ex director de la División Logística e Infraestructura de la administración anterior, Eduardo Méndez, que pertenecían al Banco de Crédito y en teoría habían sido enviadas al Servicio de Material y Armamento del Ejército para ser destruidas. Su extraña aparición hizo presumir un “hecho de apariencia delictiva” respecto del cual se entendió que “lo pertinente era enviar los antecedentes a la Justicia».
Los descubrimientos se siguen realizando periódicamente, por lo cual, se anunció, el próximo paso a dar será elaborar un inventario de todo lo que hay en los depósitos del MIDES a fin de identificar qué productos pueden ser rescatados y utilizados, para lo cual se prepara un software que permita lograr un control único de todo el material que hay en el país para distribuirlo a las distintas áreas del organismo.
Las autoridades ministeriales estiman que la mayoría de los productos proviene de donaciones recibidas hace años, que quedaron sin ser repartidas, y al respecto señalan entre otras debilidades la “falta de control, desidia y falta de respeto” por aquellas empresas que donan insumos para su distribución entre los más necesitados.
No todas son pálidas, sin embargo, porque según el titular de la cartera, Pablo Bartol, hay «fortalezas en muchas áreas», tales como la parte de «evaluación y monitoreo, que es gente de primerísimo nivel; y la parte de informática, que es gente técnicamente excepcional, y en ellos nos hemos apoyado mucho para toda la respuesta que hemos dado ahora de poder repartir más de 300.000 canastas por la aplicación Tu App».
Pero volviendo al desorden encontrado en la cartera, la frutilla de la torta fue lo expresado por Bartol ante la consulta de un periodista respecto a que la ex subsecretaria, Ana Olivera, había señalado que todo el material encontrado era para destruir y por eso no se utilizaba. En respuesta, el ministro reveló que se llegó al extremo de que «el café que servía la (ex) ministra (Marina Arismendi) a las visitas, estaba 2 años vencido. Fuimos a mirar el paquete y estaba vencido desde el 2018». En consecuencia, “se buscó un paquete de café que estuviera en buen estado para poder servir a los invitados, y se encontraron 60 kilos de café vencidos en 2018”.
La desorganización es clara e incontrovertible.
Ordenar una situación propia de personas que parecen sufrir el síndrome de los acumuladores, que durante años (por lo menos desde 2014, según algunas etiquetas de vencimiento) han hacinado todos esos elementos de forma caótica, en lugar de preservarlos cuidadosamente para su distribución y uso, es muy importante y necesario.
Pero no lo es menos que los nuevos mandos procedan a realizar ante la Justicia las denuncias correspondientes por estas situaciones, porque es claro que ellas son responsabilidad de las autoridades precedentes, que, es irrefutable, actuaron, cuando menos, de manera descuidada e indolente.
Los anteriores gobernantes dieron sobradas muestras de descuido, indolencia, inoperancia, desidia, falta de cuidado e incuria. Todo eran palabras y discursos, pero acompañados de inacción y desinterés.
Eso es innegable. Las pruebas y los hechos están a la vista.
Debería tomarse esto en cuenta y, de una buena vez por todas, comenzar a atribuirse responsabilidades, porque además de todo lo señalado, que se haya dado esta situación es una clara falta de respeto a los ciudadanos, en especial, a los más vulnerables y a los que menos tienen.
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