A Thomas Bertón la educación pública lo expulsó literalmente a los piñazos y nunca más volvió.
Esto no sucedió en un país lejano. Fue aquí nomás en Tarariras y en Carmelo, hace apenas unos años y todo por prejuicios, desidia y una grave irresponsabilidad de las instituciones educativas a las que hace referencia.
Thomas nunca más volvió a la educación formal y no solo nadie se disculpó, sino que institucionalmente las autoridades de la educación pública tampoco mostraron preocupación, según su testimonio.
Hoy se define como un varón trans. Su identidad de género es masculina. Su sexo biológico es femenino, «me identifico como un varón, cuando me miro a un espejo me siento varón,» explica.
Desde niño se identificaba más con los varones, ya en la escuela era tratado como «la torta» o el «marimacho«. A los doce años llegó la primera novia y la explicación a la familia sobre su atracción hacia las mujeres.
A los quince años luego de un proceso duro, con intentos de autoeliminación y consulta al psiquiatra, Luciana se convirtió en Thomas. A los dieciseis comenzó el proceso de remplazo hormonal y a los diecisiete años se sacó las mamas.
«Mi familia es y fue un pilar fundamental en mi transición«, agregando que «todo lo que la sociedad me quitó mi familia me lo dio duplicado en amor.»
La mala educación
«Para mi fue una condena el tránsito por la educación», confiesa, «a partir de los doce años empecé a expresar mi forma masculina y me corté el pelo en primero de liceo.»
Y allí empezó todo. El maltrato. Los golpes. Las caras raras de los profesores. «Ninguno intervenía cuando me decían «marimacho». Fue un año y medio en el Liceo de Tarariras. Luego concurrió otro año y medio más en UTU. Allí también no solo molestaban los compañeros sino el propio director de la institución. «El ayudaba y colaboraba para que se me violentara». No me trataba de varón ni de mujer, me trataba de cosa, así se dirigía hacia mi.»
En esa misma institución hasta la cantinera le cuestionaba su identidad y cuando venían las correcciones institucionales lo hacían con el alumno, no con la funcionaria.
La UTU en Carmelo: el peor lugar
Luego Tomas llegó a estudiar en Utu Carmelo, donde asegura fue el peor lugar, aunque recuerda con mucha nostalgia y cariño un programa radial que alli hacían.
«En Carmelo el nivel de agresividad fue más alto. Dos compañeras me pegaban en los pasillos de la escuela, al lado de la propia Directora, que se daba vuelta y no hacía nada.»
«Eso fue lo que faltó siempre, que interviniera alguien que estuviera más arriba y que les digan que así no se puede tratar a una persona. Faltó un freno de entrada por parte de los docentes y dirección», reflexiona.
«Yo no quise dejar de estudiar, me obligaron. Fueron los centros educativos los que me expulsaron. Vos no podes ir a un lugar a estudiar o trabajar donde te agreden física y mentalmente. Me hubiera encantado terminar el ciclo básico pero no fue posible. Pienso que en algún momento podré terminarlo cuando exista un espacio más libre y abierto.»
Quién sabe dónde
¿Quién tiene algo para decirle a Thomas?, ¿algunos de sus profesores puede escribirnos?, ¿y cómo fue la actuación de los diversos colectivos que existen para actuar y rescatar a Thomas para su vuelta a clases?, ¿los sindicatos?, ¿los políticos?, ¿las autoridades de Educación Secundaria, INAU, los asistentes sociales?
La lista es larga. El silencio también porque esto sucedió hace un par de años.
La vergüenza es infinita. La injusticia. Duele mucho.
Este es el video que cuando lo vimos registraba algo más de cien vistas.
Debemos mirar y escuchar a Thomas. Y tenemos que ser miles.
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