Por Carmen Rodríguez
Acostumbrada a vivir silenciosamente en los laboratorios, la ciencia ha pasado a una exposición pública sin precedentes por la crisis del coronavirus, acelerando sus tiempos en busca de un remedio y bajo el escrutinio de una sociedad con altas expectativas, pero que desconoce cómo funciona el método científico.
Pocos dudan a estas alturas de que la solución a la covid-19 vendrá de la ciencia, la cual vive una situación atípica de la que hablan con Efe científicos y expertos en comunicación.
Esta crisis «ha sacado la ciencia a la palestra de la noche a la mañana. De ser un tema que no interesa porque siempre hay algo mucho más importante, como un partido de fútbol, a estar en boca de todos», dice Gema Revuelta, directora del Centro de Estudios de Ciencia, Comunicación y Sociedad de la Universidad Pompeu Fabra.
Para Revuelta «está muy bien que esté en la arena pública», pero en una situación como esta, «en la que hay tanta incertidumbre», que lo que sabemos del coronavirus es mucho menos que lo que no sabemos, «la presión es mucho más grande».
La ciencia tiene sus métodos, protocolos y tiempos. «Yo suelo decir siempre: investígame despacio que tengo prisa», señala el genetista del español Centro Nacional de Microbiología, Lluís Montoliu, pero la urgencia por encontrar un remedio parece que ha cambiado esta máxima.
En los primeros meses «fue algo terrorífico, porque era una prisa», recuerda Revuelta y «en solo seis meses se han descubierto multitud de cosas» sobre el SARS-Cov-2.
Pero, para llegar a ese nivel de conocimiento -señala-, se han hecho estudios apresurados, incluso mal, con muestras muy pequeñas o veloces procesos de revisión de los resultados por otros científicos.
Si «se hubieran hecho perfectos habríamos tardado tres o cuatro años en alcanzar ese nivel de conocimiento», por eso entiende que, ante una pandemia, se acelere la publicación, aunque «los riesgos son también muy grandes» y hay estudios «que no sirven para nada», por lo que esta situación «no se puede instaurar como algo normal».
Dos revistas de prestigio como The Lancet y New England Journal of Medicine, son algunas de las que han tenido que retirar investigaciones sobre el coronavirus.
En el caso de la primera, el texto invalidado sobre los efectos de la hidroxicloroquina sirvió de base para que la Organización Mundial de la Salud suspendiera, en una primera ocasión, los ensayos con ese fármaco.
El problema con los artículos de esas dos revistas fue -explica Montoliu- que la empresa Surgisphere aportó bases de datos fraudulentas. «Creo que eso no tiene nada que ver con la ciencia, hay que estar contentos de que se haya destapado con relativa rapidez. Eso no es ciencia, es fraude».
Hace seis meses la covid-19 era una desconocida, pero su traumática irrupción en nuestras vidas ha hecho que cualquier avance salte inmediatamente a medios de comunicación y redes sociales.
Una situación que Revuelta describe como de «olla a presión», en la que cualquier investigación que se publica se difunde rápidamente, aunque no siempre de manera precisa.
Montoliu hace referencia a los repositorios de internet en los que muchos investigadores cargan sus artículos antes de la revisión formal por otros científicos. Un instrumento valioso porque acelera la investigación, pero al que los medios de comunicación están recurriendo en masa durante esta crisis.
Cuando un científico lee un estudio «en un servidor de preprints lo pone en cuarentena y le da la justa credibilidad», sin embargo, hay periodistas que no estaban habituados a tratar con ellos, «quizás, eso ha llevado a convertir estos trabajo en titulares que, a veces, no estaban justificados», considera.
Revenga se refiere además a la farmacéutica Moderna, que el pasado mayo anunció resultados esperanzadores en una fase temprana de su vacuna para el coronavirus, a través de un comunicado de prensa, «sin haber hecho, ni siquiera, una publicación científica».
En una sociedad ávida de respuestas, ciertos titulares y anuncios suscitan grandes expectativas que puede que no se materialicen y acaben creando desconfianza en el mundo científico.
«Ni la ciencia, ni los científicos son infalibles. Lo más frecuente es que los experimentos no funcionen, que tengamos que replantearlos» -dice Montiliu, pero «precisamente porque nos equivocamos somos capaces de dar con la respuesta».
Todo ello es parte del método científico, que necesita tiempo para llegar a conclusiones, de pasos adelante y hacia atrás, de comprobación de los resultados, pero si los medios no informan de cómo funciona «parece una debilidad y, no es verdad, es una grandeza», indica el catedrático de Periodismo Científico de la Universidad Carlos III Carlos Elías.
Y le sorprende que a las ciencias naturales se le pidan «certezas, soluciones y rápido», y si no te las da «te indignas», algo que no ocurre con otras disciplinas; «no he visto nunca que a un economista se le pida que resuelva la pobreza».
(EFE)
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