Por Sergio Marín Lafuente
Delfina Martínez ejercía la prostitución en Buenos Aires porque era la «única opción» para las personas trans hasta que un documental sobre el activismo travesti le «explotó el cerebro». Se dio cuenta de que no estaba sola. Como a ella, a muchas otras personas LGTBI+ el arte «marika» les cambió la vida.
«El arte puede llegar a ser transformador en la vida de las personas», asevera Martínez en conversación con Efe.
UN ARTE ACTIVISTA
Una pintura, un libro o una película pueden transmitir sentimientos al espectador, pero también pueden hacer política.
«Me parece que es una herramienta para poder llegar a cambiar desde otros lugares (…). No todas las personas trans accedemos al mundo académico», afirma la activista uruguaya.
En la misma línea opina el artista visual uruguayo Leho de Sosa, una «marika de periferia», como se define en una entrevista con Efe y que dirige junto a Martínez el colectivo artista LA (por LatinoAmérica) Contracultural, además de ser responsables de la Semana de Arte Trans de Montevideo (2018 y 2019).
Martínez y De Sosa hacen activismo en el arte, pero también en su forma de hablar. «Marika», «sudaca» o «travesti» son palabras tradicionalmente despectivas que la comunidad LGTBI+ se ha apropiado para que dejen de hacer daño.
«Una vez que una misma se apropia de esa palabra y de hecho la llena de significado propio, de orgullo y de pertenencia creo que se quedan atrás los fantasmas y los miedos», subraya Martínez.
Además, hay una conciencia de clase detrás de su activismo.
«No es lo mismo el concepto de gay blanco hegemónico que la marika (…). Vienes de otra realidad y eso te hace tener otro tipo de conciencia», explica De Sosa.
Esta conciencia también agrega una «responsabilidad» de educación y visibilidad a los artistas LGTBI+ que el resto no tienen, apunta el polifacético artista uruguayo Dani Umpi en una charla con Efe.
«Tener un lugar en la cultura, poder hacer tu producción, conseguir vivir de eso, venderlo, estar en el panorama artístico y, encima, tener que educar a la gente es un montón», relata Umpi.
UN LUGAR DONDE FIJARSE
La producción de Umpi bebe de la tradición drag mezclada con el arte neoconcreto latinoamericano de los 60, explica, pero no todos los jóvenes LGTBI+ encuentras referentes en los que fijarse.
«Las personas necesitamos sentirnos identificados y representados de alguna manera», señala a Efe la psicóloga y gestora cultural Mercedes Martín, que estuvo al frente del Festival Internacional de Cine sobre Diversidad Sexual y de Género del Uruguay, Llámale H, entre 2008 y 2015.
Siguiendo esta idea, Leho de Sosa publicó en 2018 «Teen Trans», un manga con una persona trans como protagonista en el que él no pone la voz, sino que las proclamas vienen de la T de la comunidad LGTBI+ y que muestra a «superhéroes que no se esconden».
MÁS ALLÁ DEL ORGULLO
Brillantina, colores y mucha excentricidad inundan los videoclips de Umpi, que canta, escribe y dibuja pero que, lamenta, siempre acaba encasillado en la temática LGTBI+.
«Lo bueno es que estemos en todos lados, no solo que nos estén mostrando, sino que estemos produciendo y que se nos incluya en otros marcos curatoriales también, no solamente lo que hacen los LGTBI+ en un mes», pide Umpi.
En este sentido trabaja Tránsitos, una producción teatral del Festival Grec de Barcelona de la que forman parte De Sosa como diseñador gráfico y Martínez como actriz y que rompe con el estereotipo de «puta» o «diva llena de plumas» con los que son representados las personas trans en las artes escénicas, según manifiesta la activista.
«Obviamente que lo trans existe y está bueno poder narrar desde nuestros propios cuerpos nuestras vivencias pero también nuestras vivencias conllevan un montón de otras características más allá de la transición», denuncia la actriz.
UN ACTIVISMO QUE NO DA DE COMER
La belleza no da de comer. Por eso, los artistas, especialmente los LGTBI+, piden recursos que les permitan vivir del que es su trabajo y continuar haciendo activismo.
«La realidad es que les artistas estamos en crisis», denuncia De Sosa, que critica que para el colectivo LGTBI+ todavía es más compleja la situación porque no existe el mismo acceso a los recursos.
«Yo creo que el arte nunca va a perder su función social. El tema es que en determinados contextos hay que pelear por eso», destaca por su parte Mercedes Martín.
Tanto Martín como Umpi, De Sosa y Martínez participaron esta semana en el foro Armarios Abiertos, organizado por la Red de Centros Culturales de España de la Cooperación Española, y llegaron a la conclusión de que es necesario un apoyo mayor al sector para que este no muera.
UN CONTEXTO PREOCUPANTE
A pesar de que Uruguay cuenta con una Ley Trans y el matrimonio igualitario es legal, el colectivo LGTBI+ teme una vuelta a discursos discriminatorios en el país y en la región.
«La gente la manejas y enseguida vuelve a ser conservadora. Es muy difícil sacar eso. Siempre hay que estar luchando», manifiesta Dani Umpi.
Bailar y disfrutar de la música debería ser el objetivo final de cualquier festival, pero en el caso de los de temática LGTBI+ no siempre es así, lamenta De Sosa, quien pone de ejemplo al brasileño Risco (riesgo en portugués), cuyo nombre hace referencia a la peligrosidad del mismo.
Por ello, los artistas llaman a seguir luchando para no perder los derechos LGTBI+ logrados.
Delfina Martínez lo tiene claro y lo expresa con una frase de la artista trans «sudaca» argentina Susy Shock: «Este mundo lo construyeron ustedes (…). Ahora déjennos a nosotras tomar las riendas de este y seguro nos va a salir mejor».
(EFE)