Por Flavia Rovira*
Una habitación propia es el título de un ensayo de Virginia Woolf (“A room of one’s own”,1929) que reflejaba la idea de las limitaciones que tenían las mujeres en aquélla época para escribir, comenzando por las dificultades para acceder a la educación y en general debido a la mayor pobreza relativa en la que una mujer vivía. Por lo tanto una mujer debía tener dinero y una habitación propia para poder escribir novelas. Casi 100 años después, al menos en el mundo occidental, la mujer ha ganado un importante espacio en términos del acceso a la educación; en Uruguay las mujeres representan un 68% del total de egresos de la UdelaR (Tomassini, 2019). Sin embargo, el acceso a otros activos sigue siendo restringido para las mujeres: las mujeres en Uruguay tienen una participación muy baja sobre los activos empresariales, así como sobre las decisiones de las empresas, estas son las conclusiones a las que se llegó en un trabajo realizado por CINVE en 2019 para la agencia Uruguay XXI [1] sobre las empresas exportadoras. En este blog se presentan algunos de los hallazgos de ese estudio.
Empecemos por medir la brecha de género en Uruguay frente al resto del mundo. El índice de brecha de género ordena a los países de acuerdo a un conjunto de variables que reflejan desigualdades en la dimensión económica, de acceso a salud, a educación, etc. En el gráfico, el indicador de brecha de género se representa en el eje horizontal. En el eje vertical se presenta la complejidad de las economías (se puede interpretar como el potencial de crecimiento dadas las capacidades actuales de cada país). Parece claro que mayor igualdad de género se correlaciona con economías con mayor potencial de crecimiento. En segundo lugar, brecha y potencial tienen un componente regional muy importante (los países de los mismos continentes forman conglomerados bastantes identificables, donde las mejores posiciones son ocupadas por algunos países de Europa, Norteamérica y Oceanía). Finalmente, Uruguay ocupa una posición de mitad de tabla en ambas dimensiones. Sin embargo, cuando se analiza separadamente la posición del país en los distintos componentes del indicador de brecha, se encuentra que esa mitad de tabla se logra con muy buenos lugares en variables de igualdad en acceso a la educación y la salud que contrarrestan la pobre ubicación del país en las dimensiones de “empoderamiento político de las mujeres” y “participación económica y oportunidades”.
Proyección de Uruguay y otros países de Latinoamérica en las dimensiones de
complejidad e indicador de brecha de género
Nota: CCI es el índice de complejidad económica normalizado (y por lo tanto con media en el valor 0)
calculado con los datos de comercio mundial de 2017. El GGG 2018 es el indicador de brecha de género
que varía entre 0 y 1, donde 1 implica total igualdad.
Fuente: Bega, Piñeyro, Regueira y Rovira [1]
Una de las formas de entender la brecha en la participación económica es mediante el diferencial salarial, sobre lo cual hay abundante evidencia tanto para Uruguay como para el resto del mundo. Estimaciones recientes (Wodon y de la Brière, 2018) sugieren que estas disparidades dan como resultado una pérdida per cápita a lo largo de toda la vida de unos USD 24.000. Otra forma de verlo, según el mismo estudio es que a nivel mundial la riqueza de capital humano (valor presente de las ganancias futuras de la fuerza laboral actual) podría aumentar en un 21,7% si existiera igualdad de género en los ingresos.
El menor acceso a los activos y a los puestos de decisión empresariales es otra expresión de desigualdad, que además refuerza la anterior. En [1] se intentó dimensionar esta brecha en el sector exportador uruguayo, definiendo liderazgo de mujeres como: mayoría de mujeres propietarias, o en su directorio, o a nivel de gerencias o que su gerencia general sea ocupada por una mujer. El sector exportador es particularmente relevante en la economía, en tanto constituye un motor para otros sectores menos dinámicos. En él conviven las empresas y actividades más tradicionales del país con aquéllas más dinámicas y competitivas dentro de las nuevas actividades.
Encontramos que en Uruguay las empresas exportadoras tienen un fuerte sesgo a favor de los varones en sus máximos órganos de decisión, incluso mayor a medida que se avanza hacia las cúpulas decisorias (propiedad y gerencia general). Dentro de las empresas exportadoras de servicios sólo un cuarto son lideradas por mujeres, mientras que esta tasa asciende a un tercio para el caso de empresas exportadoras de bienes. Además, a mayor liderazgo de mujeres en las empresas exportadoras encontramos una mayor tasa de empleo de mujeres con respecto a los hombres. No está claro si esta relación responde a que a mayor cantidad de mujeres en los puestos operativos, la probabilidad de ascenso es mayor, o si aquéllas empresas que tienen mujeres en sus órganos decisorios tienen menores prejuicios a la hora de contratar empleadas mujeres, si en éstas existen menores brechas salariales lo que a la postre convierte a esas empresas más atractivas para las mujeres, o a otros motivos.
En cuanto al acceso a los activos empresariales, las mujeres son dueñas de porcentajes mayoritarios sólo en un 12% a 14% de las empresas de servicios y bienes. La brecha no parece cerrarse cuando se analiza el acceso de las mujeres a la toma de decisión. Tanto en las empresas exportadoras de bienes como de servicios, las mujeres ocupan tan solo el 12% de los cargos de Gerencia General. En tanto sólo en el 14% de las empresas relevadas las mujeres son mayoría en las tareas de gerencia o equivalentes.
En conclusión, la idea de la necesidad de la habitación propia a la que se refería Woolf sigue teniendo vigencia cien años después. Hacia el futuro, las novedades no son mucho más auspiciosas: según el Informe Global de Brecha de Género 2020 “ninguno de nosotros verá la paridad de género en nuestras vidas, y probablemente tampoco lo harán nuestros hijos”, al encontrar que la paridad de género no se alcanzará en 99.5 años. Algunas acciones deberán tomarse sin embargo para al menos intentar ganarle a estas predicciones tan pesimistas. La evidencia parece sostener que en el caso de Uruguay, el enfoque voluntario de incorporación de mujeres a los puestos de conducción a través de sensibilización y recomendaciones no parece ser suficiente. La existencia de voluntad política resulta imprescindible para la implementación de políticas con enfoque de género y la transversalización del mismo. Junto a ello es necesaria una acorde asignación de recursos específicos para llevar adelante el proceso, así como darle sostenibilidad en el tiempo para que la estrategia pueda ser transformadora.
[1]Bega, E., Piñeyro, L. y Regueira, P., Rovira, F. (2019) Importancia Económica de las mujeres en las actividades exportadoras en Uruguay. Informe para Uruguay XXI.
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* Investigadora de Cinve. Master en Economía por la Universidad de la República (correo: frovira@cinve.org.uy )
Imagen de portada Gerd Altmann de Pixabay
Entrada escrita para el Blog SUMA de CINVE www.suma.org.uy.
Autorizada su publicación por el CINVE en Carmelo Portal