Por Rodrigo García
Cuesta creerlo, pero la siempre joven por dentro y por fuera Nacha Guevara cumple este sábado 80 años. Lejos de jubilarse, la diva argentina, vegetariana y meditadora, se niega a envejecer «tirada en un rincón y tejiendo» y sigue buscando la «excelencia» en su ajetreado presente: «no soy una abuela tradicional», revela en una entrevista con Efe.
«Uno no siempre está satisfecho del todo, hay cosas que quedaron por ahí sueltas. Pero si me fuera hoy, te podría decir que mi vida es una vida cumplida, vivida, así que estamos en paz», afirma la actriz y cantante, que ya tiene ocho nietos y dos biznietos, durante una videollamada desde su casa de Buenos Aires.
Con su sempiterna sonrisa, no duda en imaginar qué le diría a aquella joven que debutó en el teatro con apenas 25 años: «Le diría… ‘qué linda y qué loca, qué valiente y arriesgada. Bravo, muchacha, lo hiciste bien'».
BUSCAR LA EXCELENCIA
Tras más de medio siglo de carrera, Clotilde Acosta -su verdadero nombre- continúa siendo uno de los rostros más populares de su país.
Y sus vídeos en Instagram, en los que transmite consejos de meditación y otros ‘tips’ de vida a sus palmeritas -como llama a sus fans-, cuentan cada vez con más adeptos.
«La búsqueda de la excelencia es lo que me ha guiado siempre y es una de las cosas que más me gustan de mí, así que no me importa lo que digan, ¿viste?», remarca, y contesta mordaz a los que, por su jovial aspecto, la acusan de una supuesta adición a la cirugía estética: «Tengo una sola adicción, que es a las harinas, a los carbohidratos, esa adición si la tengo, esa me puede».
La Guevara, que nunca tuvo pelos en la lengua, denuncia la discriminación hacia tercera edad y dice que se puede envejecer sin decaer.
«Hay gente que siempre fue vieja y gente que siempre fue joven», como por ejemplo su propia abuela, su modelo, «que andaba a los 70 y pico con tacos (tacones) y maquillada como una puerta» y a la que nunca vio «tirada en un rincón y tejiendo».
«Uno puede ser un ejemplo de cómo envejecer», señala.
Nacha tuvo tres hijos, uno con cada una de sus tres parejas, y, con solo 42 años, su primer nieto: «Me agarró desprevenida y no pude acomodarme bien al rol. Con los que nacieron después me acomodé mejor, pero nunca he sido la abuela tradicional porque también creo que la obligación primordial termina con los hijos».
«Del mismo modo que yo me ocupé de mis hijos, mis hijos, que son buenos padres, se ocupan de sus hijos», explica la artista, que si bien reconoce que ve poco a todos ellos, por la naturaleza itinerante de la familia, cuenta que cuando se juntan «es todo un acontecimiento».
DE LA BUTACA DEL CINE AL EXITO
La ciudad de Mar del Plata la vio nacer en 1940, y es allí donde se gestó su destino. Cada martes, su madre la llevaba al cine: «yo era chiquita y me tocó ver el mejor cine que jamás se ha hecho, en la década de los 40, el cine de oro, y eso formó mi gusto. Mi formación comienza ahí», rememora.
Entre los 8 y hasta casi los 20 años estudió ballet y luego ejerció de modelo, pero no era lo que le gustaba. Ya con 25 debutó sobre las tablas con pequeños papeles de comedia en Buenos Aires y después fue adentrándose en el cine, en años de reivindicación y censura.
El vanguardista Instituto Di Tella, en el estrenó su célebre espectáculo musical «Nacha de noche», fue clausurado por el gobierno de facto de Juan Carlos Onganía en 1970: «En el Di Tella se ejercía la no búsqueda de resultado, se experimentaba. Se hacían cosas horribles y maravillosas», recuerda, para lamentar que hoy todo sea negocio y rapidez, con una creatividad que «ha sufrido».
En aquellos tiempos se convirtió en exponente de la canción protesta y empezó a colaborar con el uruguayo Mario Benedetti, interpretando temas con sus letras.
Amenazada por la organización paramilitar estatal Triple A, que operó en los años previos a la última dictadura (1976-1983), en 1975, y tras un primer exilio poco antes, decidió marcharse definitivamente después de que estallara una bomba en una de las funciones de su «Las mil y una Nachas».
EL ENRIQUECEDOR EXILIO
Con su pareja e hijos se fue durante casi una década, un tiempo que le permitió ver personas y lugares que de otra forma no hubiera conocido y le dejó sus tres momentos profesionales más importantes: en México, España y Estados Unidos.
«El exilio fue completamente enriquecedor, no lo cambiaría por nada, a pesar de que fue duro», advierte, para recordar la solidaridad que encontró en la sociedad mexicana y el «amor inalterable» de España, donde, en plena transición a la democracia, logró un reconocimiento que aún conserva.
Y sin duda un punto de inflexión fue cuando le ofrecieron grabar la primera versión en español del mítico «Don’t cry for me Argentina» y meterse en el papel de Eva Perón, que le abrió la etapa norteamericana.
«Cuando lo miro en la distancia digo, ¡guau, qué cosas que se lograron ahí!». Tengo una entrevista que me hizo Andy Warhol de 5 páginas, y trabajé con el más grande director de Broadway del siglo XX, Harold Prince», evoca.
EL EXITO DE SER FELIZ
Aunque no es muy de festejar sus cumpleaños, este año se había planteado romper la norma. Pero llegó la pandemia, se refugió en su casa junto a su gato Poroto y sus planes quedaron truncados por la imposibilidad de hacer reuniones sociales.
«La mejor Nacha es esta, porque es la única que existe, las demás ya no existen, y para adelante no sabemos nada», continúa la artista, que hace más de 35 años que medita y en 2009 llegó a ser elegida diputada por el peronismo, banca que finalmente no asumió.
Sin continuidad y sin perseverancia, considera que no se puede lograr el éxito, y tiene la certeza de que «ser feliz» es el «más grande éxito» que se puede alcanzar. Y ella lo es, aunque «no 24 horas al día 7 días a la semana, eso no existe».
LA NACHA DEL MAÑANA
Tras unos primeros meses de parón por el coronavirus, que obligó a cancelar la obra que protagonizaba junto a Moria Casán, la actriz sigue en el ojo del huracán como miembro del jurado del mediático programa de televisión «Cantando».
Y en medio del interrogante por cuándo se podrán retomar los espectáculos, planea ilusionada un nuevo proyecto para interpretar canciones románticas, un territorio menos explorado en su carrera.
Consultada por qué siente haber aportado al mundo artístico de las últimas décadas, se sincera: «No tengo sentido de posteridad. He aportado tal vez una estética, un modo de hacer el trabajo, unos contenidos siempre un poquito fuera de lo que se cuenta en general».
«Siempre mis espectáculos, que es algo que me enorgullece, pueden haber tenido éxito o tenido fracasos. Haber sido buenos y algunos no tan buenos, pero siempre fueron impecables», concluye.
EFE
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