Por Javier Castro Bugarín
Durante los primeros meses de pandemia, Argentina fue capaz de controlar la propagación de la covid-19 en su territorio, con fuertes restricciones en el área metropolitana de Buenos Aires (AMBA) y un contundente paquete de medidas para mitigar el impacto social del aislamiento obligatorio.
Sin embargo, con la llegada del invierno el virus traspasó las fronteras del AMBA e irrumpió no sólo en otras grandes ciudades del país, sino también en numerosos pueblos y áreas rurales de las provincias del interior, cuyos sistemas sanitarios estuvieron al borde del colapso. Entonces, ¿qué fue exactamente lo que falló?
Las siguientes claves explican cómo Argentina pasó de ser un ejemplo regional en la gestión de la pandemia a convertirse en el segundo país latinoamericano con más casos confirmados por coronavirus, un total de 1.173.533, y en el duodécimo país del mundo por número de muertes, con 31.140, según los últimos datos del Ministerio de Salud argentino.
1. UNA CUARENTENA INICIAL NECESARIA, PERO DESAPROVECHADA
Con apenas un centenar de positivos, el Gobierno argentino optó por decretar el confinamiento total de su población el pasado 19 de marzo, en aras de frenar el avance del patógeno y mejorar las capacidades de su sistema de salud.
En opinión de Omar Sued, presidente de la Sociedad Argentina de Infectología, esa cuarentena «permitió fortalecer el diagnóstico, aumentar en 10.000 las camas comunes y en 4.000 las de terapia intensiva», con una compra adicional de casi 4.000 respiradores, según señala a Efe el infectólogo.
Los éxitos en el campo hospitalario fueron evidentes, ¿pero qué fue de la política de seguimiento y aislamiento de contactos? Para Jorge Geffner, profesor titular de Inmunología de la Universidad de Buenos Aires (UBA), esta primera etapa del confinamiento «se desaprovechó», puesto que se trabajó «muy mal» en la construcción de un sistema de rastreo eficiente.
Buena prueba de ello es el Plan Detectar, un programa impulsado por el Gobierno nacional para la detección de infectados que no contó con la extensión necesaria.
«El Plan Detectar es un programa bien ideado, el asunto es cómo se concreta en los hechos (…). Se concretó en forma muy poco extensa y en ese sentido es profundamente defectuoso», afirma Geffner a Efe.
2. FLEXIBILIZACIÓN PRECIPITADA EN EL AMBA
Desde el comienzo del aislamiento, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, encabezado por el opositor Horacio Rodríguez Larreta, se mostró muy partidario de las reaperturas, aun siendo el epicentro inicial del contagio en Argentina junto a los distritos limítrofes de la provincia de Buenos Aires, concentrando más del 90 % de los casos diarios por coronavirus.
Ambas jurisdicciones flexibizaron muchas de sus actividades a partir de julio, cuando la cantidad de nuevos positivos «seguía siendo inaceptablemente alta» en estos territorios, apunta Sued, una desescalada que se repitió en muchas otras provincias, diseminando de este modo el virus por lugares que prácticamente no habían tenido infecciones hasta entonces.
Geffner coincide en que la «vuelta a la normalidad» en el AMBA «fue demasiado rápida», aunque un confinamiento estricto, en un contexto como el argentino, no era sostenible.
«Tendría que haber habido un mayor control en las provincias y en el interior de la provincia de Buenos Aires para tratar de evitar que avance la pandemia, porque se sabía que si no había un rastreo, aislamiento, testeo, iba a avanzar», asevera.
3. BAJO NÚMERO DE PRUEBAS Y MALA CALIDAD EN EL RECUENTO DE CASOS
Hasta hoy, Argentina ha realizado un total de 3.022.449 pruebas diagnósticas con una tasa de positividad del 44,64 %, porcentaje muy superior al estipulado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que recomienda un máximo del 10 % de positivos para certificar que se hacen suficientes exámenes.
Según Geffner, el país tiene «uno de los números más bajos de testeo por millón de habitantes», 66.607 por millón, situándose «muy lejos de los estándares de Europa Occidental».
«En Argentina no estamos llegando en ningún día a los 30.000 test diarios», destaca, añadiendo que el número real de contagiados actualmente sería de entre 3 y 4 millones de personas.
Tampoco existe un buen recuento del número de casos, una circunstancia que llevó a la ONG Our World in Data, de la Universidad de Oxford, a eliminar a Argentina de su base de datos sobre pruebas diagnósticas.
«En el SISA (Sistema Integrado de Información Sanitaria) no se carga todo, y no solamente no se cargan negativos, sino también hay provincias que no están cargando a tiempo los positivos», explica el profesor de la UBA.
4. POCO PRESUPUESTO Y ERRORES EN LA ARTICULACIÓN
Con todo, ningún programa masivo de diagnóstico sería efectivo sin el desarrollo de una buena política de seguimiento y aislamiento de casos, principal carencia que padece Argentina, según ambos expertos.
Bajo el punto de vista de Sued, se trata de un problema presupuestario, debido a las «grandes limitaciones» existentes en Argentina como consecuencia de la crisis económica que sufre el país.
«Aunque uno tenga los dólares para hacer pruebas, necesita también un montón de infraestructura, recurso humano y gente que haga eso (…). No diría que no se ha hecho bien, se ha hecho lo que se puede con lo que se tiene», apunta.
En este sentido, Geffner va más allá y afirma que el principal problema en estos últimos meses fue la «falta de articulación» de un buen sistema de rastreo por parte del Ministerio de Salud, desembocando en que no haya suficiente personal para realizar las tareas de seguimiento.
«Si vos me decís que fue un problema básicamente presupuestario, tiene su peso, pero básicamente lo que falló es la articulación con universidades, con el sistema científico, con movimientos populares… No se articuló, y al no articular te quedaste flojo en la parte de recursos humanos», sostiene.
5. UNA GRIETA POLÍTICA SIEMPRE PRESENTE
Más allá de estas consideraciones sanitarias, para los dos expertos hubo un quinto elemento crucial en la difusión de la enfermedad en Argentina: la grieta política, con multitudinarias marchas en contra del Gobierno y de sus políticas de aislamiento que fueron apoyadas por varios sectores de la oposición.
«Acá hubo manifestaciones absolutamente irresponsables, no porque la gente no pueda manifestarse, pero en un escenario de aislamiento que haya miles de personas juntas, y algunas sin protección, no corresponde», manifiesta el docente de la UBA.
De esta forma, las rencillas políticas terminaron por socavar el consenso en torno a la cuarentena, provocando posteriormente que algunas provincias, ante un aumento sostenido del número de contagios, rechazasen una vuelta al confinamiento cuando más falta hacía.
«La gestión política de la comunicación, tanto del partido gobernante como de la oposición, ha sido clave. Creo que ha sido una falta de responsabilidad de todos los funcionarios el no tener un consenso y un solo discurso», sentencia el presidente de la Sociedad Argentina de Infectología.
EFE
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