Por Federico Anfitti
El alma de una ciudad es su esencia, aquello que la diferencia del resto y une a sus habitantes. En Montevideo, cada verano el dios Momo baja para celebrar el carnaval, una fiesta arraigada en los ciudadanos mediante la que pueden gritar a los cuatro vientos críticas, chistes o poesías.
Esta vez, el coro de las murgas, el estruendo del tambor, los chistes de los humoristas o los bailes de las revistas y los parodistas se ausentarán por una pandemia que afecta a Uruguay de manera tal que logró silenciar el espíritu que da brillo a Montevideo en cada febrero desde hace más de 200 años.
«Un lazo de unión», «el alma de los uruguayos» o simplemente un símbolo son algunas de las definiciones que integrantes de diferentes conjuntos dan a Efe para referirse al carnaval más largo del mundo -que se extiende desde fines de enero hasta mediados de marzo-.
El canto popular que viaja por los barrios dando vida a esta forma de arte que mezcla poesía y chabacanería genera una identificación tan particular de la gente mientras los tablados -escenarios populares distribuidos por la capital- o el mítico Teatro de Verano -donde se celebra el concurso oficial- hilvanan una expresión que alcanza a todas las clases sociales y cuyo único deseo es enamorar al público.
CANCELADO POR VIOLENCIA O SALUD
Según cuenta a Efe la historiadora y experta en carnaval uruguayo Milita Alfaro, solamente en 4 oportunidades -sin contar la actual- no se llevó a cabo la fiesta, cuyos primeros registros datan de 1799.
«Debe ser una de las pocas manifestaciones que permanecen regularmente desde los tiempos de la colonia española», explica Alfaro, quien detalla que ni la guerra grande (en la década de 1840) o la última dictadura cívico-militar (1973-1985) pudieron con el carnaval.
En 1866 fue la primera suspensión con una emergencia sanitaria que se mezcló con crisis política ya que el país estaba afectado por el cólera y por una «brutal violencia política».
En 1877 la suspensión fue porque la epidemia de cólera tenía muy afectada a la sociedad. La tercera llegó en 1904 durante la última guerra civil mientras que, en 1955, fue la última -hasta ahora-, provocada por la poliomielitis.
«Es bastante sorprendente que a lo largo de más de 200 años solamente cuatro veces se suspendió. Eso está demostrando que cuesta mucho tomar una decisión de estas por todo lo que implica esa manifestación que es una de las expresiones colectivas que nos representan», afirma.
EL ALMA QUE LE DA BRILLO A LA CAPITAL
Cuando se pregunta a cualquier carnavalero qué representa esta fiesta, aquellas personas que se dedican a hacer reír o escribir recitados poéticos se quedan sin palabras para resumir lo que significa.
Quizá Raúl «el Flaco» Castro, uno de los símbolos históricos del carnaval -aunque su murga, Falta y Resto, no compita-, es quien mejor lo define al decir que es «el alma» de más de medio país.
«Montevideo, cuando llega carnaval, es un lugar único en el mundo que lo hace brillar como nada», dice el murguista.
Para él, el carnaval uruguayo es «único en el mundo» tanto por su calidad y profundidad y porque los artistas que a diario se suben a escenarios de barrio lo hacen por pasión sin importar lo poco que se cobra.
«Son luces en el alma, son lugares mágicos donde hay conectividad. Por eso entiendo que se suspenda por la pandemia porque de nada sirve un tablado y no poder charlar con el de al lado. Esa es la riqueza, la interacción», enfatiza.
En esta línea, Jimena Márquez, integrante de los humoristas Cyranos, asegura a Efe que el carnaval es una parte de su vida que necesita, tanto laboral como espiritualmente.
«No concibo pensar un año sin carnaval, es un momento en el que nos encontramos una cantidad incontable de pensar que compartimos sentires, discusiones. Es un desahogo, una purga de las penas. Los colectivos tenemos un compromiso social en carnaval», opina.
Descargar pasiones o ser políticamente incorrecto son algunas de las cosas que, desde su punto de vista, ayudan a que el carnaval sea tan especial, tanto que, en un mes y medio, convoca más gente que el fútbol, eje deportivo de Uruguay.
En tanto, el director de la comparsa La Facala, Alexander Cortes, afirma a Efe que es parte «de la identidad del uruguayo» y, sin duda, ahora con la suspensión faltará algo.
«El montevideano y uruguayo está muy arraigado a sus costumbres y dentro de ellas está el carnaval. Nosotros desde niños amamos el candombe, la murga, parodismo y todas las categorías. Es parte del folclore de verano», subraya.
EL TRABAJO DETRÁS DE LA MAGIA
Más allá del maquillaje, la poesía, la crítica y el canto, hay 40.000 personas que se verán afectadas por esta suspensión.
Esa es una de las mayores preocupaciones de quienes allí trabajan ya que no han encontrado, de momento, respuestas por parte de los Gobiernos nacional o local.
Para Castro, es necesario que las autoridades cuiden «la joya» del carnaval porque hay familias que dependen de ello para vivir y «no se arregla con ir por las noches al Teatro de Verano o sacándose fotos».
Márquez coincide con el ‘Flaco’ y apunta que, más allá de que no le sorprendió la noticia, esperaba otra respuesta de las autoridades, quizá «una posibilidad alternativa, sobre todo a nivel laboral para los involucrados en esto».
Esta vez, las murgas no podrán entonar su retirada con la promesa de volver, los tambores no se despedirán del público con su retumbar ni los humoristas podrán sacar lágrimas de risa al público. Sin embargo, la mágica presencia del dios Momo que se representa en cada carnavalero no se extinguirá, solo permanecerá dormida hasta que, finalmente, el alma de Montevideo vuelva a brillar.
EFE
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