Con la presentación de las cartas credenciales al Papa y las conversaciones en la Secretaría de Estado se inicia la misión del jurista uruguayo que ha pasado gran parte de su vida en la Santa Sede.
El suyo es ciertamente uno de los rostros más conocidos de la Curia Romana, donde llegó cuando Pablo VI era el Papa. El jurista uruguayo Guzmán Carriquiry Lecour fue designado embajador de su país ante la Santa Sede el pasado mes de julio. En la mañana del sábado 9 de enero comienza oficialmente su misión diplomática entregando sus cartas credenciales en las manos del Papa Francisco y luego se ha reunido con el Cardenal Secretario de Estado Pietro Parolin.
Jurista de formación y autor de varios libros, Carriquiry comenzó a trabajar con la Santa Sede a principios de los años 70. En 1974 Pablo VI lo llamó a unirse al Consejo Pontificio para los Laicos y en 1977 lo nombró jefe de la oficina. Juan Pablo II lo incluyó entre los superiores de ese departamento nombrándolo subsecretario. En 2005 fue confirmado en el cargo por el nuevo Papa Benedicto XVI, quien en 2011 le confió la secretaría de la Comisión Pontificia para América Latina, un organismo cuya finalidad es coordinar, junto con la Congregación para los Obispos y el Papa, las actividades de la Santa Sede en América Latina. Amigo personal del arzobispo Jorge Mario Bergoglio durante muchos años, el 2 de mayo de 2014 recibió del Papa Francisco la tarea de “secretario encargado de la vicepresidencia” de la misma comisión. Fue el primer laico en ocupar una posición de este nivel en un dicasterio de la Curia Romana.
Ha participado como experto en las reuniones generales del Sínodo de los Obispos desde 1974 y ha sido consultor en las asambleas generales de las Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe (CELAM): en Puebla en 1979, en Santo Domingo de 1992 y en Aparecida en 2007. Ha sido delegado de la Santa Sede en varias conferencias internacionales de las Naciones Unidas. Ha participado en numerosos congresos de organizaciones eclesiásticas internacionales y ha sido invitado con frecuencia a convenciones y conferencias organizadas por organismos eclesiásticos en América Latina. Desde 1984 participa en la organización de las Jornadas Mundiales de la Juventud instituidas por Juan Pablo II y confiadas al entonces Consejo Pontificio para los Laicos.