Por Federico Anfitti
La izquierda latinoamericana se forjó entre la democracia y las armas, entre la revolución electoral y la sangre. El histórico triunfo de Salvador Allende en 1970 en Chile quizá dio el impulso final a la creación en Uruguay del Frente Amplio, una de las fuerzas políticas más importantes del continente.
Así lo plantea la historiadora uruguaya Jimena Alonso, quien en su tesis de maestría presentada en la Universidad Nacional de La Plata (Argentina), establece varios puntos de contacto entre la Unidad Popular (UP), coalición de partidos de izquierda que llevó a Allende al poder, y el Frente Amplio (FA), nacido en 1971.
Dos Partidos Comunistas con idéntico objetivo, discusiones teóricas de la izquierda chilena y uruguaya sobre cómo alcanzar cambios revolucionarios o la posibilidad de llegar al poder por la vía electoral fueron algunos de los elementos que Alonso comparte en entrevista con Efe.
Previo a la creación del Frente Amplio (FA), los partidos de izquierda uruguayos tenían diferencias sobre cuál era el mejor plan. Según narra Alonso, el Partido Socialista tenía mayores reparos por sus críticas al sistema electoral tradicional, mientras que los comunistas querían buscar alianzas amplias.
Sin embargo, el triunfo electoral de Allende ayudó al cambio de postura de quienes dudaban de la efectividad del proyecto.
«Para un país con tradición democrática como Uruguay, previo a los golpes de Estado, pensando en Fuerzas Armadas leales al sistema democrático, que Chile lograra ganar las elecciones era la confirmación de una estrategia», enfatiza Alonso.
En una de las décadas más complejas del continente, con movimientos armados surgidos bajo el ala de la revolución cubana (1959) pero también por sus propias discusiones y experiencias, Allende y el pueblo chileno lograron formar alianzas pacíficas y democráticas.
El FA, fundado el 5 de febrero de 1971, pareciera haber aprendido esa lección.
«(Allende) No sé si lo inspiró pero fue el empujón final. La izquierda uruguaya venía discutiendo desde los 50 cómo aliarse, con quién aliarse, si era posible que la izquierda asumiera las elecciones por la vía democrática y el ejemplo chileno cercano, en un país con muchísimas similitudes, termina de consolidar esa posibilidad», subraya.
UNA IZQUIERDA AVASALLADA, OTRA QUE RESISTE
Aunque sus orígenes coincidieron en algunos puntos, la Unidad Popular chilena y el Frente Amplio uruguayo tuvieron destinos muy diferentes.
La Presidencia de Allende fue derrocada por el golpe de Estado de 1973 con el que comenzó la dictadura de Augusto Pinochet hasta 1990. Ello causó estragos, marcó el futuro político de la izquierda chilena y tiró por la borda una coalición que había mostrado fortalezas únicas para su tiempo.
El FA, resistió 12 años de dictadura (1973-1985) y mantuvo una unidad tan peculiar que hace que hoy, sin importar los partidos -comunista, socialista o demócrata cristiano o la posterior incorporación de quienes fueron guerrilleros-, sus votantes siempre actúen en bloque.
«Hay una autocrítica que es muy distinta en la Unidad Popular chilena y el Frente Amplio uruguayo por una cuestión de coyuntura y por lo que arrasó la dictadura. Si uno mira las cifras en víctimas, muertos, desaparecidos de la dictadura chilena, el mayor número está entre septiembre y diciembre del 73. Fue un golpe de Estado criminal brutal», repasa.
La muerte de Allende, una dictadura avasalladora y el retorno de chilenos en el exilio que generó «discusiones brutales» en la interna quebró una UP que llevaba tiempo debilitada.
El FA tuvo un proceso inverso. Sus ‘comités de base’, la unidad partidaria y el seguir creyendo en la coalición para llegar al poder hicieron que la fuerza política se mantuviera vigente.
Su poderío fue tal que gobierna hace 30 años en Montevideo y estuvo al frente de la Presidencia del país entre 2005 y 2020 hasta que perdió las elecciones ante el actual mandatario, Luis Lacalle Pou.
UN TREN QUE PARTIÓ DE CHILE HACIA URUGUAY
En aquellos tiempos, la izquierda latinoamericana miraba los ejemplos de cada nación para perfilarse hacia una determinada estrategia. La magister en historia y actual doctorando enfatiza que Uruguay puso el ojo a los modelos chileno y cubano.
Por ello, el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) había tomado las armas contra el gobierno democrático de Jorge Pacheco Areco.
Pese a ello, el FA decidió no seguir el camino cubano -aunque luego aceptó integrar a los exguerrilleros del MLN-T, como José Mujica, quien presidió Uruguay entre 2010 y 2015- y eligió las urnas.
«Le prestaban muchísima atención a la experiencia chilena porque la estaban viendo como una experiencia que se estaba desarrollando y si no hubiera existido la dictadura, posiblemente hubiera sido un ejemplo», dice Alonso.
Una muestra: el histórico Teatro El Galpón, uno de los iconos de la resistencia a la dictadura uruguaya, estrenó en 1969 la obra ‘Libertad Libertad’ que, en una parte de su texto, parafraseando a Joan Manuel Serrat, dice: «y vamos parando la cuesta, que el tren que fue a Chile va a parar en esta», en alusión a la izquierda que se consolidaba en Chile, atravesaba la cordillera de Los Andes y recalaba en Uruguay.
Hoy, aunque los caminos se separaron y ya uno de los países dejó de tener esa coalición con una fortaleza que logró un histórico triunfo en un momento impensado, el Frente Amplio aún continua con ese legado que inició Allende y que, a miles de kilómetros de donde se vio obligado a suicidarse, permanece vigente.
EFE
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