Uruguay y su «libertad responsable» en tiempos de la variante brasileña

Por Concepción M. Moreno y Federico Anfitti

Era 13 de marzo de 2020 y acababa de conocerse la detección de los primeros cuatro casos de covid-19 en Uruguay; varios días e incluso semanas después que otros rincones de la región. Como reza un dicho popular en el país suramericano: todo llega… pero tarde.

En esos titubeantes momentos iniciales, amigos y familia no sabían si saludarse con codos o puños, si chocar los vasos en un brindis estaba mal, si era necesario sentarse junto a la ventana para tomar el aire, pero el «quédate en casa» esgrimido por el presidente, Luis Lacalle Pou, y su gabinete causó mella en la población.

Ahora, el país lleva un promedio de 1.600 contagios diarios (récord de 2.700 el lunes 22), acumula 86.007 casos, de los que 14.826 siguen activos y 827 fallecidos.

Los 202 pacientes internados en cuidados intensivos son el principal desvelo de las autoridades sanitarias y por ello el Ejecutivo anunció el refuerzo de esas unidades, con más camas, respiradores y monitores, para evitar el colapso.

Pese a las cifras actuales y a que se ha registrado «circulación extendida» de la variante brasileña, el Ejecutivo uruguayo sigue apostando a la «libertad responsable» de su población.

RAPIDEZ Y CIENCIA

Sin necesidad de confinamiento obligatorio o toque de queda, un aire fantasmal envolvió la ciudad de Montevideo y se extendió por el resto del país. Una mezcla de civismo y miedo mantuvo a buena parte de la población en su casa, incluso en Semana de Turismo (Semana Santa), momento en que muchos uruguayos gastan los últimos días de vacaciones pendientes del verano austral.

Durante nueve meses, Uruguay fue un ejemplo mundial en la gestión de la pandemia, ya que, sin encierro forzoso, había logrado mantener los casos de covid-19 en unos límites aceptables y, además, había salvado -en cierta medida- los muebles económicos y sociales.

Sin duda, la ciencia jugó un papel más que destacado en esos tiempos. La creación en abril del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH), integrado por decenas de investigadores de distintos ámbitos, para ayudar al Ejecutivo en la gestión de la emergencia sanitaria obtuvo los mayores reconocimientos en todo el mundo.

Las ruedas de prensa de sus coordinadores, el bioquímico Rafael Radi, el matemático Fernando Paganini y el gastroenterólogo Henry Cohen, obtuvieron una audiencia inaudita si hablamos del, en muchas ocasiones, árido mundo científico y se hicieron famosas las metáforas futbolísticas de Radi para referirse a la pandemia.

«Seguimos 0 a 0 aunque estamos recibiendo embates del adversario», «tenemos buena defensa y buen golero (portero) pero no somos imbatibles» o «este es un partido al que le queda mucho rato todavía» fueron algunas imágenes del reputado científico.

Los expertos del Institut Pasteur (IP) de Montevideo y de la Universidad de la República (Udelar) exhibieron músculo científico y crearon una red de laboratorios de diagnóstico propio por PCR, trabajaron en un grupo interinstitucional para investigar la dinámica evolutiva del SARS-CoV-2 y fabricaron tests serológicos.

Las cifras se mantuvieron estables hasta que en diciembre se superaron los 10.000 casos acumulados y 100 muertes. Habían transcurrido 277 y 279 días, respectivamente, desde el comienzo de la pandemia en Uruguay.

LA PRIMERA OLA

A esa altura, los expertos ya hablaban de que el país afrontaba su primera ola, que en pleno verano austral vivió una meseta durante enero y febrero, en coincidencia con las vacaciones.

El 7 de febrero el GACH elaboró un informe en el que llamó a rebajar los casos diarios hasta los 200 para regresar a la trazabilidad y a la identificación de brotes, dos armas que fueron de gran utilidad para el control de la pandemia durante los primeros nueve meses.

Sin embargo, a partir del 1 de marzo el país retornó a su actividad habitual (vuelta de vacaciones e inicio de clases), lo que, unido a la entrada de la variante brasileña del coronavirus SARS-CoV-2, elevó de manera exponencial los casos en Uruguay.

Pese a que las fronteras permanecen cerradas a extranjeros no residentes -salvo excepciones bajo autorización expresa del Ejecutivo-, la existencia en el norte de ciudades binacionales -cuyos habitantes viven y trabajan entre Uruguay y Brasil- facilita la permeabilidad.

LOS PEORES NÚMEROS

Actualmente, Rivera es el peor departamento de Uruguay con 112,24 en el índice de Harvard y, según indicó este martes Lacalle Pou en rueda de prensa, existe el indicio de que un 80 % de nuevos casos proceden de la variante brasileña.

Con un alejamiento de los consejos médicos y científicos, que pedían desde distintos ámbitos una clara restricción de la movilidad, el Ejecutivo optó por medidas menos impopulares.

El Ejecutivo decretó el cierre de los «free-shops» (tiendas libres de impuestos», que motivan la llegada de muchos brasileños, pero no impuso más restricciones en la frontera.

En todo el país los bares y restaurantes seguirán abiertos hasta la medianoche (03.00 GMT), como centros comerciales e iglesias en su horario habitual, y los casinos durante toda la madrugada, pero cierran escuelas, teatros, salas de espectáculos y museos, gimnasios y clubes, además de que cesa el deporte ‘amateur’.

También se han cerrado los centros termales de Salto y Paysandú  -que tenían prevista buena ocupación- y espacios públicos para limitar el turismo en la próxima semana. Sin embargo, no se ha pedido a la población que no viaje, como sí se hizo un año atrás.

Por una cuestión «más de principios que de práctica» y defendiendo el mismo discurso que mantiene desde que la enfermedad arribó, Lacalle Pou y su Ejecutivo confían en que la «libertad responsable» que pregonan, con las medidas aplicadas, podrán revertir una complicada situación y volver a sus mejores días contra la covid-19.

EFE

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