Por Federico Anfitti
Una tierra que no sabe de fronteras, donde la línea imaginaria que divide dos naciones casi no existe y sus pobladores lucen despreocupados ante la pandemia que azota el mundo. Así es Rivera, la ciudad más afectada por la covid-19 y cuyo hospital público está saturado.
Las cifras delatan la fragilidad de ese rincón del norte uruguayo fronterizo con Brasil y el coronavirus SARS-CoV-2 aprovecha ese talón de Aquiles para ingresar con su potencial destructivo e invadir con la nueva variante P-1 brasileña varios departamentos (provincias) del pequeño país suramericano.
El resultado: caótico. El centro de Cuidados Intensivos del hospital público de Rivera al 100 %; los médicos arrimando el hombro ante una situación que está cercana al colapso; y una ciudad que aún parece ajena a la letalidad de la covid-19, pese a que 61 de los 100.000 habitantes del departamento murieron por ella.
TIERRA SIN LÍMITES
La vida en Rivera no es sencilla. Esta ciudad se sitúa en la frontera seca con Brasil y los habitantes de ella y de la vecina Santana do Livramento comparten rutina binacional: muchos viven de un lado y trabajan del otro.
La separación es inexistente. Al caminar por las calles o transitar en automóvil se cambia de país de un segundo al otro sin impedimento, porque allí no hay aduana, puesto de migración o control alguno con estos pobladores que se sienten tanto brasileños como uruguayos e incluso hablan el singular «portuñol».
Desde un principio, expertos y autoridades intuían que Rivera iba a ser su punto débil. Allí rigen medidas como suspensión de clases o cierre de las tiendas libres de impuestos, a las que acudían a diario miles de brasileños, hasta el 12 de abril.
También se reforzó la presencia de militares en rutas para pedir el documento a quien está por ingresar o irse de Rivera aunque, por las calles de la ciudad, es extraño cruzarse con algún policía -brasileño o uruguayo-.
La tranquilidad de los pobladores -pocos con tapabocas u otras medidas de protección- no se refleja en los números.
Actualmente, nuestro país acumula 108.188 positivos (21.979 activos), 360 en CTI y 1.009 fallecidos. El índice de Harvard indica que, mientras el país tiene 66,3 casos nuevos en los últimos siete días cada 100.000 habitantes, Rivera se mueve en 145,27 y es el departamento que ha estado en zona roja por más tiempo.
Pese a que Efe trató de entrevistar al intendente de Rivera, Richard Sander, y al director de Salud del departamento, Carlos Sarries, para profundizar en su situación sanitaria, fue imposible. El primero nunca respondió; el segundo dijo no estar autorizado por el Ministerio de Salud Pública (MSP).
SIETE CAMAS DE CTI PARA 65.000 USUARIOS
El Hospital Departamental de Rivera vive días de estrés, miedo y frustración ante la inminente posibilidad de no poder dar respuesta a los enfermos, explica a Efe su directora, Florencia Eula.
Dentro, los médicos y enfermeros dan todo de sí para cuidar a los pacientes covid. Tras salir de las salas y después de una esmerada y meticulosa desinfección, los trajes de protección caen y por fin dejan ver al ser humano que hay detrás.
Eula enfatiza que actualmente el centro está «en una situación bastante preocupante», debido al aumento exponencial de casos de las últimas semanas.
El hospital que dirige atiende a 65.000 usuarios. No obstante, cuenta con 127 camas y solo 7 de ellas para CTI -todas ocupadas hoy-.
La ventaja, indica, es que aún existe la capacidad de trasladar a pacientes a otros hospitales que integran la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), aunque sabe que está latente el peligro de no poder hacerlo en corto tiempo.
«Trabajamos todos los días para tratar de que no llegue, pero eso está sobre la mesa y puede pasar en cualquier momento. Hoy tenemos camas disponibles en otros lugares para dar la atención que corresponde a pacientes críticos, pero si estos números no bajan en algún momento se van a llenar completamente y nos vamos a ver imposibilitados de trasladar a los pacientes», enfatiza.
Para Eula, si no se frena esta situación, llegará el trágico momento en el que los médicos deberán decidir quién vive.
Lo positivo es que las autoridades tomaron como prioridad que las vacunas lleguen a esas tierras. Rivera es el departamento con más porcentaje de personas vacunadas: casi el 33 % de su población recibió la primera dosis y 2,05 % la segunda.
El problema es grave, la permeabilidad de la frontera lo incrementa, las medidas uruguayas no se reflejan en las brasileñas y la población parece alienada e inmersa en una burbuja de aparente inmunidad que no se aprecia en las camas donde muchos conciudadanos luchan por su vida.
Sin embargo, la confianza en las vacunas y la esperanza de que de una vez cambie el comportamiento hacen que este cóctel mortal aún pueda ser apagado y la vida binacional pueda volver a ser como se la conoce: «La frontera de la paz».
EFE
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