Por Federico Anfitti
El silencio ensordecedor, el aislamiento, la soledad y los últimos impulsos por intentar evitar que se escape una vida más. Esta es la rutina de las últimas semanas para los trabajadores de cuidados intensivos en el Casmu.
El impactante relato de ese personal sanitario, que lucha a diario por que la respiración artificial que reciben sus pacientes no sea la última de sus vidas y por una realidad que los avasalla constantemente, se ve en los pasillos y sectores de cuidados intensivos (CTI) de este hospital al que tuvo acceso Efe.
Uruguay ya no es el que era. Muy atrás quedó aquella época en la que era visto como ejemplo y casi como milagro en un momento en que la enfermedad mortal causaba estragos en el mundo. Ahora dejó de ser un lugar común la frase ‘todo pasado fue mejor’, porque realmente lo fue. Hoy, los casos se suman de a miles, los muertos diarios se cuentan por decenas y los CTI están al borde del colapso.
Las autoridades insisten en que la saturación del sistema comenzará cuando haya 85 % de ocupación. Sin embargo, hay colapsos que no son un frío porcentaje, sino que se evidencian en las interminables horas de trabajo, en el agobio, la tensión y el estrés que sufren a diario los trabajadores sanitarios.
LA PRIMERA LÍNEA DE BATALLA
El trabajo del intensivista es abrumador. Al estrés que ya tiene una persona que, constantemente, se ve cara a cara con la muerte y que es testigo privilegiado de los últimos instantes de quienes luchan por un hálito más se le suman los estrictos protocolos por la covid-19.
Entrar al CTI del Casmu, ubicado en Montevideo, implica varios minutos en los que debe colocarse, con la ayuda de dos compañeros, el equipo de protección: zapatos, pantalón, camiseta, túnica, guantes y gorra. Todos descartables.
Los protocolos, la fatiga, la desesperanza que les provoca ver una situación todavía lejos de mejorar no evitan que el personal bromee ante las cámaras, que dibuje una sonrisa escondida en tantas telas de los tapabocas o mantenga su vocación para salvar vidas pese a que las estadísticas estén en su contra.
Aunque seguramente por dentro muchas veces quieran escapar de ahí, cada vez que el deber los llama, que deben hacer un chequeo de rutina a sus pacientes, la profesión aflora y todo su agobio queda de lado.
AGONÍA EN CAMILLA
El frío, el silencio y la tensión del sitio se entrecortan con cada grito aislado desesperado que se oye. Algunos pacientes mantienen la confianza en salir con vida de allí.
Cables conectados, el sonido de las máquinas que marcan el pulso de los pacientes o la cantidad de oxígeno que reciben, vidrieras que dividen los pasillos de los cubículos y personas que muestran en carne y hueso los registros diarios de casos acumulados.
«Agua, quiero agua», grita una señora que está en una de las camillas y con un respirador conectado.
Al lado, otros espacios albergan personas dormidas, sedadas, intubadas y, en algunos casos, acostadas boca abajo para que los pulmones logren generar ese último oxígeno que le permita una recuperación milagrosa.
En casos así, que son gran parte de los pacientes covid que llegan, cuatro de cada 5 mueren. Otros pocos están todavía despiertos, con un respirador conectado pero pudiendo leer o simplemente mantener los ojos abiertos con la esperanza de no tener que cerrarlos eternamente.
«Es mucho más difícil darle novedades a las familias que tienen pacientes intubados que los que están despiertos», relata el presidente de la Sociedad Uruguaya de Medicina Intensiva (SUMI), Julio Pontet, quien acompaña el recorrido de Efe.
Uruguay suma 152.089 casos acumulados (31.055 activos) y 1.646 fallecidos por esta enfermedad. Pero la mayor tragedia se observa en los hospitales, donde el desborde está presente y la SUMI sostiene que de 957 camas operativas, hay 727 ocupadas, lo que representa un 76 % y que, de ellos, el 53,8 % son pacientes de covid-19.
Según cuenta Pontet, la muerte está cada vez más presente en los CTI debido a que no solo suben la cantidad de contagios, sino que los internados no han parado de incrementarse.
La soledad abriga el sueño de los pacientes por volver a respirar de forma autónoma y el temor del personal al ver que los números no paran de crecer.
La muerte deambula por estos pasillos con una fuerza que impacta, va buscando una a una a cada alma que parte de los hospitales mientras los sanitarios buscan mantenerlos.
Así están actualmente los CTI de Uruguay.
EFE
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