Por Adrián Fernández *
Recientemente el Instituto Nacional de Estadística (INE) difundió las estimaciones de pobreza para el año 2020. El número de personas en esta situación aumentó en alrededor de 100.000, con la epidemia jugando un papel importante en este resultado. En nuestra región se observaron incrementos de la pobreza en prácticamente todos los países. Los datos de Uruguay se ubican grosso modo en el centro del rango observado (en términos de aumento, no de niveles de la pobreza).
Con el presente artículo queremos contribuir a la reflexión sobre la situación post-pandemia. ¿Cuál debe ser el papel de las políticas públicas una vez que se logre superar la situación sanitaria? ¿Es suficiente con el crecimiento económico? ¿Las políticas públicas deben complementar los factores de mercado para permitir una mayor y/o más acelerada recuperación? Adelantando nuestra conclusión, el crecimiento económico es necesario, pero no suficiente. Políticas de transferencias, de redistribución de ingresos, son necesarias para potenciar y sostener a los hogares que no pueden beneficiarse de la mayor actividad. Véase el trabajo de Salas y Vigorito (http://fcea.edu.uy/images/dto_economia/Blog/Pobreza_y_desigualdad_en_Uruguay_v2.pdf). Pero queremos abogar, además, por otras políticas públicas que generen las condiciones para un crecimiento más inclusivo, ligadas a la potenciación del capital humano de los sectores vulnerables.
Situación de la pobreza en Uruguay
En marzo se dio a conocer la estimación de la pobreza para el año 2020: 11,6% de la población total no supera el ingreso mínimo para cubrir las necesidades básicas alimentarias y no alimentarias. El INE estima este ingreso mínimo en $ 37 mil para Montevideo, y $ 25 mil en el Interior urbano, para un hogar de 3 personas (a precios de enero de 2020).
Este valor de 11,6% representa un incremento superior a los 3 puntos porcentuales de la población, comparando la estimación del INE con la misma metodología para 2019. Si bien con diferencias en los valores puntuales, el gobierno y los analistas esperaban un incremento de la pobreza, dada la severa contracción experimentada por la economía el año pasado. Ya sea por las medidas de restricción o por la particular severidad de la caída en algunos sectores, es posible que se hubiera amplificado el descenso del PIB sobre aquella respecto de años “normales”, dado que los sectores económicos de mayor contracción (como los servicios personales, turismo incluido), tienen un mayor impacto sobre los pobres que sobre el conjunto de la población uruguaya.
Crecimiento y pobreza
En la gráfica siguiente se presentan los cambios anuales en la pobreza y en el nivel de actividad económica (el PIB). Valores positivos indican reducción de aquella y crecimiento económico. Si bien resulta claro que no hay una relación exacta, períodos de crecimiento económico son acompañados de reducción de la pobreza, y viceversa. La pobreza se presenta en el gráfico desfasada en un año[1].
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Varios aspectos a analizar. En primer lugar, la caída del nivel de actividad de 2020 (de casi 6%) permitiría pronosticar un nuevo incremento de la pobreza en 2021, eventualmente mayor al observado el año pasado (recuérdese que en el gráfico se presenta en 2019). Existen factores que relativizan este “pronóstico”: la epidemia es un fenómeno singular, que ha combinado choques diversos; y arranca “temprano” en 2020, por lo que podría pensarse que la mayor parte de su efecto ya habría sido recogido. De todos modos, y a pesar de que puede pronosticarse un crecimiento para 2021 (CINVE proyecta +1,9%), en nuestra opinión deberíamos esperar un nuevo aumento de la pobreza en el corriente año, probablemente similar al reportado para 2020.
Un segundo aspecto es que la correspondencia entre PIB y pobreza está lejos de ser alta (ver llamada 1). El gráfico pone en evidencia que el impacto es más contundente y con efectos más tempranos cuando se producen contracciones en la economía, como en 2002, pero no tanto en los años siguientes de crecimiento (o “recuperación de la crisis”). Siguiendo a Salas y Vigorito, “se encuentra que los períodos de crecimiento no logran revertir los deterioros de bienestar generados en los períodos recesivos”, refiriéndose a las crisis de 1982 y 2002.
Este es uno de los aspectos claves en el diseño de las políticas para después de la pandemia, el bien conocido comportamiento asimétrico. La pobreza se incrementa por la crisis, los hogares pierden “activos” (capital humano, típicamente) y aún cuando en años posteriores el crecimiento retorne, no necesariamente aquella retrocede a los niveles previos.
Dos reflexiones para concluir. En primer lugar, el crecimiento es necesario, aunque más no sea para aumentar la disposición de recursos públicos para ejecutar las políticas. En cualquier caso, la experiencia indica que uno de los principales impulsores de la superación de la pobreza es la generación de empleos de calidad que puedan ser aprovechados por la población más vulnerable.
En segundo lugar, y el punto más relevante, para que los sectores vulnerables puedan beneficiarse del crecimiento se requiere, en nuestra opinión, de una activa participación pública, creando las condiciones para un crecimiento más inclusivo. Ello pasa por medidas relativas al mercado de trabajo (incentivando la formalización, facilitando el primer empleo, permitiendo recuperar habilidades, etc.), pero fundamentalmente en el tema de capital humano.
Varios analistas han insistido en el efecto desigual de la epidemia sobre la educación por niveles socio-económicos. Luego de la pandemia, si se busca beneficiar a los sectores pobres, éstos necesitan más educación y de mejor calidad. Aún más de lo que era necesario previo a la pandemia, dado que todo parece indicar que el crecimiento será acompañado de pérdida de empleos con baja capacitación (en Uruguay y en el mundo). Se precisarán, eventualmente, programas específicos, focalizados, como en su momento fue el proyecto de Escuelas de Tiempo Completo, que permitan a los sectores más vulnerables remontar la brecha previa y la generada durante la epidemia.
La prioridad hoy es la emergencia sanitaria y sus efectos sobre la economía y la sociedad uruguaya. Indudablemente, una discusión relevante es la magnitud que debe alcanzar la respuesta del gobierno uruguayo a la crisis. Ello también incide en la posibilidad de los sectores pobres en “capear el temporal”. Pero, a nuestro juicio, también debe comenzar a prepararse la respuesta de las políticas públicas para después de la pandemia. En este punto un factor clave es lograr una educación (pública) con mayor cobertura y de mayor calidad para los sectores más vulnerables.
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[1] La correlación de la variación de la pobreza y el crecimiento del PIB es de 0,62, 0,72 y 0,44 considerando datos contemporáneos, y uno y dos retrasos en la pobreza, respectivamente, para el período 1986-2020.
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* Adrián Fernández | Economista | Profesor en la Fac. de Ciencias Económicas (UdelaR) | Investigador del cinve.
Las opiniones vertidas en este artículo reflejan exclusivamente la opinión del autor, sin comprometer a las instituciones mencionadas.
** Entrada escrita para el Blog SUMA de CINVE www.suma.org.uy.
*** Autorizada su publicación en Carmelo Portal por el CINVE.
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