Por Alejandro Prieto
Mareas de aplausos y silbidos, giras, festivales… Todo esto que hoy parece tan lejano era ayer el motor y la rutina laboral de cientos de artistas, productores y técnicos uruguayos que ahora deben reinventarse para sobrellevar la pandemia con oficios tan distantes como la poda o la herrería.
MAÑA DE HERRERO
Juan Falcone acaba de cumplir 38 años, de los cuales, como dice en diálogo con Efe, casi 18 estuvieron dedicados al mundo de los espectáculos: empezó haciendo «fletes» o traslado de equipos para montar en escenarios y fue sumando otras tareas.
Cuando se declaró la emergencia sanitaria en Uruguay por la covid-19, el 13 de marzo de 2020, Falcone se encontraba en el festival iberoamericano Vive Latino en México con El Cuarteto de Nos, banda uruguaya galardonada con dos Grammy de la cual -hasta hoy- es jefe técnico.
Cuando se canceló la gira, que seguía por Centroamérica, el técnico, que también trabajó con los grupos Bajofondo, La Vela Puerca o No Te Va Gustar, vio cómo se empezaban «a apagar las velitas» del sector.
Unos tres meses después, ‘Fierrito’ -apodado así por sus ‘piercings’- cerró su empresa porque no podía solventar los costos.
Esta fue la situación de muchos en Uruguay, que, pese a haber sido pionero en julio de 2020 en retomar los shows en vivo con aforo reducido y a no registrar brotes en sus salas, suspendió los espectáculos públicos por la escalada de casos en 2021.
Tras probar suerte con una entrenadora de perros, Falcone aceptó la sugerencia de un colega y, con ayuda de un vecino herrero, se metió en ese oficio.
«Yo soy muy mandado, no sé algo y me mando (intento) igual. Me ha pasado que, electrónicamente, me ha generado problemas algún equipo y sin saber mucho, teniendo nociones básicas, lo abro y sigo un plan», estima Falcone, quien afirma que la herrería le genera satisfacción por ser un oficio tan «sufrido» como «honrado».
PODAS Y ACROBACIAS
Otra es la realidad de Juan Carlos Muñoz, socio fundador y acróbata del circo Tranzat -primera compañía de Uruguay con carpa propia-, quien se vinculó con esta rama de las artes escénicas a partir de una afición por la escalada deportiva.
Muñoz ya sabía que no se puede vivir del circo en un mercado chico como el uruguayo, pero llevaba siete años intentándolo cuando llegó la covid-19 y debió buscar otra opción.
Tras una experiencia puntual con un árbol peligroso, el artista creó con un colega «Podas en altura», emprendimiento con el que encontró un sustento económico estable.
Si bien el componente de la altura prevalece, para el artista las podas distan mucho de las acrobacias a dúo y los equilibrios de mano en los que se formó con maestros de Rusia y Francia durante 15 años para actuar en el circo, donde, subraya, se produce un intercambio que hoy echa de menos.
«Hay mucho momento de vulnerabilidad en el desarrollo creativo, uno está muy expuesto y esas son sensaciones que yo personalmente extraño, la vulnerabilidad de estar frente al público, un ruedo de personas plenamente dispuestas a lo que estás haciendo», expresa.
A pesar del riesgo que implica colgarse con el arnés para cortar las ramas, para Muñoz trabajar con la arboricultura es «lindo» y «desafiante», al tiempo que le permite «el contacto con la naturaleza», que tanto aprecia.
REMERAS DE CUARENTENA
Superar una cuarentena sola y con poca actividad tras dedicar 2020 a terminar su último disco fue un reto para la música Lucía «Rodra» Rodríguez, a quien la pandemia «cortó» un impulso de crecer en su desarrollo como artista.
Frustrada por no saber qué hacer, y con la idea de compartir un proyecto con una amiga, Rodra creó «Badú tiendita», un proyecto de camisetas estampadas con portadas de discos que usualmente no se ven en el mercado.
«Estábamos pensando hacer algo entre las dos y motivar, porque uno tiene que cambiar la energía también; en esto de la cuarentena yo vivo sola, estoy todo el día conmigo misma», señala.
Sin embargo, matiza que fue sobre todo para sus amistades, pues, aunque intentó comprometerse, mantener activas las redes sociales y pagar publicidad, le resultaba tedioso y quería evitar la ansiedad de estar mucho frente a la pantalla.
«En realidad yo no soy comerciante, no soy diseñadora», remarca la música, quien al no encontrarle mucho rédito puso la tienda en pausa y ahora, aunque tiene sentimientos encontrados con los conciertos por ‘streaming’ y su poca rentabilidad, espera que el sector de la música urbana salga más unido de la pandemia.
EFE
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