Por Raúl Martínez
Mejorar la producción de carne mediante el correcto cumplimiento de criterios que garanticen el buen trato y el «manejo sin violencia» de los animales es el objetivo principal de Uruguay con la creación del Instituto Nacional del Bienestar Animal.
Así lo afirma en entrevista con Efe Marcia del Campo, presidenta del Consejo Directivo de este organismo recientemente creado bajo la órbita del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP).
«La evidencia científica muestra que el buen trato animal y el manejo sin violencia tiene un impacto positivo sobre la productividad y en la calidad del producto», explica la ingeniera agrónoma, quien añade que esto se logra mediante el cumplimento de cuatro criterios para el mejoramiento y posicionamiento de los productos cárnicos uruguayos en el mundo.
Estos son una correcta alimentación, una adecuada sanidad, permitir que los animales puedan hacer comportamientos naturales para su especie como pastorear, rumiar y explorar en un sistema de producción que, en su mayoría, se desarrolla «en base a pasturas» y finalmente prevenir «situaciones de estrés y dolor» en los animales.
«Cuando hablamos de bienestar animal es hacer las cosas de forma de minimizar el dolor en el momento de hacer esas practicas rutinarias como el descorne, descole y castración en ovinos. Todo aquello que implique dolor hacerlo de la mejor forma», afirma esta integrante del Programa de Carne y Lana del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA).
DE URUGUAY AL MUNDO
Históricamente la exportación de carne ha representado una de las principales actividades económica de Uruguay y, según el último informe del organismo de promoción de inversiones y exportaciones Uruguay XXI, la venta de carne bovina al exterior durante mayo registró un aumento de 37 % respecto al mismo mes de 2020.
En total el país concretó ventas de ese producto por 181 millones de dólares durante ese mes, lo que representó el segundo más exportado detrás de la soja, siendo China su principal destino.
En ese contexto, Del Campo destaca que su país a nivel de producción está «muy bien posicionado» en el criterio de cumplir el comportamiento, ya que los animales están a cielo abierto y pueden «expresar sus comportamientos naturales» necesarios para la especie. No obstante, reconoció que aún existe «una cantidad de limitantes» asociadas al sistema de producción uruguayo.
Sin embargo, señala que desde el instituto que preside ya trabajan en la generación de información científica sumada a «una batería de alternativas» o herramientas tecnológicas para levantar las limitaciones.
Uno de los puntos que aspiran a combatir con mayor énfasis es la violencia en el manejo de los animales, un asunto que están «convencidos de que hay que erradicar» y cumplir con las «buenas prácticas» en los manejos como trabajar en forma «lenta y tranquila» respetando el ritmo del animal.
Esto, desde lo económico, resalta, «tiene costo cero».
«Queremos ser un país ético. Creemos que todos los productores debemos trabajar de forma correcta en cuanto al cumplimiento de estos cuatro criterios. Creo que estamos muy bien posicionados en líneas generales, porque tenemos unas buenas condiciones de producción», asevera.
HUELLA AMBIENTAL GANADERA
Uruguay se enfrenta hoy al desafío de aumentar el margen de calidad que lo diferencie de sus competidores a la hora de exportar.
En ese sentido, el país apostó recientemente a la conformación de un equipo interinstitucional para «ponerle rumbo» a su política para las áreas rurales y diferenciar su producción a nivel internacional.
Entre los principales objetivos del grupo constituido en mayo se encuentran el trabajar en la retención de carbono orgánico y la restauración de tierras degradadas con miras a cumplir con los objetivos trazados en el Acuerdo de París.
En ese sentido, la presidenta del INBA subraya que el sector productivo cárnico en la actualidad se encuentra «bajo mucha presión» de los países consumidores que «piden garantías científicas» de que el animal desde que nace, hasta incluso la calidad de su muerte, se hizo de «forma correcta».
Además, apunta que también existe presión de «un sector de la población» que no acepta el uso de animales para la producción por lo que «hay que hacer las cosas bien» porque, a su juicio, este grupo está «observando con lupa».
«No hay duda de que el animal siente dolor y le importa. Entonces eso a nosotros nos pone mucha presión porque ese conocimiento científico muestra eso de forma inequívoca y terminante. Pero el que elige consumir los productos de origen animal tenemos que darle la certeza de que estamos haciendo las cosas bien», concluye.
EFE
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