Valentín Rodríguez y Facundo Torres no habían nacido en 1999, cuando Peñarol y Nacional se enfrentaron por última vez en un duelo internacional; Brian Ocampo solo tenía unos pocos meses de vida. Ellos cargan ahora en sus hombros la responsabilidad de dar a sus respectivos equipos la clasificación en el Clásico más importante de las últimas décadas.
Para el juego de vuelta de los octavos de final de la Copa Sudamericana de este jueves las joyas de los dos equipos grandes del fútbol uruguayo deberán sacar a lucir su brillo, ese que hace que tengan cláusulas millonarias de venta.
Rodríguez nació el 13 de junio de 2001. Ese joven que, desde pequeño, viste la camiseta amarilla y negra nunca imaginó que el primer gol de su carrera iba a ser uno de los más importantes de su vida. Con una jugada digna de los mejores futbolistas del planeta, esquivó a cuatro defensores y selló el segundo gol para el triunfo 1-2 del Peñarol en el partido de ida, nada menos que en el estadio del Nacional, el Gran Parque Central.
Con pocos partidos en Primera, el «botija» -apelativo cariñoso para los jóvenes en Uruguay- desbarató a toda una defensa y colocó un fuerte disparo que ingresó al arco entre las piernas del portero Sergio Rochet, el mejor guardameta del fútbol uruguayo en la actualidad.
Torres es un caso aún más particular. El jugador nacido el 13 de abril de 2000 y que debutó en 2020 ya no solo es la estrella que mueve los hilos de Peñarol, sino que tuvo una destacada actuación en la Copa América con Uruguay. Su magia, la madurez de su juego y su visión de terreno sorprenden para alguien de su edad y lo colocan como una de las cartas a futuro para la Celeste.
Con una cláusula de 20 millones de dólares -una cifra impropia del fútbol uruguayo-, Torres sabe que tiene en sus pies los sueños de gloria propios y también el de los fanáticos que añoran confirmar en el estadio Campeón del Siglo una clasificación que, de concretarse, sería histórica.
Nacional también tiene su diamante. Ocampo, si bien ya lleva cuatro temporadas en Primera, está pasando por su mejor momento. Con solo 22 años, «la joya» -como lo apodan- tiene claro que de él depende que el equipo funcione.
La postura defensiva que ha plantado en cancha el Nacional en los últimos encuentros hace que solo la magia de Ocampo para convertir o para asistir al gran goleador del equipo, el argentino Gonzalo Bergessio, puedan darle esperanzas a los tricolores.
Una de las razones de la victoria aurinegra en el reciente partido de ida es que controló a Ocampo y le prohibió todo intento de destello mágico en sus pies para que los tricolores quedaran a la deriva en ofensiva.
Ocampo es tan fundamental para el equipo que Nacional no dudó en ir a buscarlo en un avión cuando la Celeste quedó eliminada ante Colombia en la Copa América y fue la figura al concretar el histórico primer gol del Nacional en el clásico jugado en el Gran Parque Central por el Torneo Apertura, luego de 92 años fuera de ese recinto.
LA EXPERIENCIA FRENTE A LA JUVENTUD
El mayor contrapunto entre los grandes está en ataque. Mientras Peñarol apuesta a la juventud de Agustín Álvarez, que con 20 años es el goleador de la Sudamericana, Nacional confía en el potencial de Bergessio, de 37 años, que estará en compañía de sus compatriotas Leandro Fernández, de 30 años, y Andrés D’Alessandro, de 40.
En la ida Álvarez no convirtió, pero sirvió una exquisita asistencia al también joven Agustín Canobbio (22 años) para abrir el marcador, mientras que Bergessio es la única razón por la que Nacional guarda esperanzas, puesto a que su gol dejó abierta la serie.
El panorama ofensivo está servido. La experiencia se mide con la juventud. La trayectoria de varios clubes y países se verá las caras con jóvenes hambrientos de gloria que lucen sus primeras armas.
Así espera el Campeón del Siglo, un joven estadio (inaugurado en 2016) que tendrá ante sus ojos el partido más importante de su reciente historia, un duelo centenario que, sin dudas, marcará un antes y un después en dos de los equipos más grandes del continente.
EFE