Por Alejandro Prieto
Demostrar que el ladrillo puede ser obra de arte fue la máxima de Eladio Dieste, el ingeniero uruguayo cuya ‘Facultad de arquitectura’ fue una rupturista iglesia para una humilde comunidad que, sin saberlo, le dio 60 años después un boleto en la recta final para ser designado Patrimonio de la Humanidad.
Entre amplios espacios verdes, en una zona rodeada de carreteras y apartada del centro de Atlántida, localidad costera ubicada a unos 50 kilómetros de Montevideo, emergen sus suaves curvas anaranjadas -que tanto recuerdan al gran maestro modernista Antoni Gaudí- como salidas de un perfecto dibujo.
No hace falta estar cerca para vislumbrar una cruz a lo alto del campanario y saber que es una parroquia, pero la disposición de sus ladrillos en direcciones tan intricadas como bellas la distingue de cualquier otra.
EL INGENIERO MÁS ARQUITECTO
Así se despega de su entorno la Iglesia de Cristo Obrero y Nuestra Señora de Lourdes, obra diseñada a partir de 1952 y construida entre 1958 y 1960 por Dieste (1917-2000), que figura entre las candidatas que evalúa el Comité del Patrimonio Mundial de Unesco en Fuzhou (China).
Como expresa a Efe el profesor de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de la República Martín Cobas, la obra de Dieste, además de ser «la más conocida de cualquier ingeniero o arquitecto de Uruguay en el mundo», marcó «un hito» en la historia arquitectónica del siglo XX.
Mientras califica de «gran paradoja» que «el arquitecto más famoso» del país sea en realidad un ingeniero, Cobas define a Dieste como un constructor «que presenta en su obra preocupaciones artísticas, estéticas y plásticas», en muchos aspectos adelantadas a las de su época.
«Uno lo podría pensar como protoecologista, en cuanto a que su obra estaba preocupada y era consciente de los recursos materiales locales finitos, de la optimización de los tiempos y los recursos de construcción», explica.
También así habla uno de sus hijos, el arquitecto Esteban Dieste, quien argumenta que su padre, cercano al célebre pintor Joaquín Torres-García, tenía conocimientos de escalas y proporciones que combinó con los de física y matemáticas.
«(Se destacó) un poco por un talento personal poco común, pero también por una actitud de humildad y de modestia frente a la ciencia y a lo que había estudiado en su formación de ingeniero, planteándose los problemas con honestidad», acota.
LAS CARAS DEL LADRILLO
Mientras supervisa el trabajo de los obreros que, desperdigados por los jardines ultiman refacciones en la parroquia, Dieste rememora que, con 11 años, visitaba la obra con sus hermanos y su padre, quien impartía enseñanzas que lo marcaron.
«Debo un poco mi profesión de arquitecto al haber participado en esas obras y, en particular, en esta. En aquella época no había las rigideces de seguridad que hay hoy: mi padre, completamente entusiasmado y metido, venía prácticamente todos los días y nosotros andábamos por ahí trepando por todos lados», resalta.
«La iglesia de Atlántida fue ‘mi Facultad de Arquitectura’ y una obra que ha tenido consecuencias importantes. Me cambió la vida», apuntaba el ingeniero en una publicación. Su hijo y Cobas coinciden en que en esta parroquia consolidó su estilo.
Según el profesor, la estructura de ladrillo y cerámica armada, con una bóveda de doble curvatura, pone en juego varias técnicas que Dieste trabajó en su obra, en la que las iglesias son «la punta del iceberg» frente a otras obras «abstractas», como galpones, silos o mercados.
El hijo del ingeniero enfatiza que las formas eran tan relevantes para él como la expresividad que encontró en su material estrella, el ladrillo, lo que se nota en Atlántida con un efecto visual distinto según la cara de la pieza que usa.
Para Dieste, en este diseño también jugó un papel la convicción religiosa de su padre, quien, dice, se bautizó «de adulto», ya que su familia no era practicante pero otras amistades lo impulsaron en ese camino.
Cobas considera que hay una concepción litúrgica particular en cómo se integra el presbiterio con la nave central para dar cercanía a los fieles.
LUGAR EN EL PODIO
Cauteloso, el exministro de Vivienda, catedrático y arquitecto Mariano Arana manifiesta su alegría por que la obra de Dieste pueda ser Patrimonio de la Humanidad ya que, estima, «todavía no hay un reconocimiento cabal» de lo que creó el ingeniero fuera del ámbito de la arquitectura.
«Hemos trabajado muchísimo para que la obra de Dieste sea considerada de valor mundial y creo que eso se va a lograr porque ha sido un extraordinario universitario, capaz de diseñar obras de absoluta y altísima calidad», valora Arana, quien opina que Dieste es «una de las grandes figuras» que ha jerarquizado la cultura nacional.
EFE
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