Por Raúl Martínez
Ser perseguido durante 18 años por expresar su arte, no estar de acuerdo con el manejo de la Justicia o verse obligado a dejar el Ejército son algunas de las historias de cubanos que llegaron años atrás a Uruguay, donde dicen haber hallado un nivel de democracia y derechos que sueñan para la isla.
Cifras de la Dirección Nacional de Migración señalan que, durante 2020, se otorgaron 2.651 residencias definitivas a cubanos, aunque la Asociación de Cubanos Libres de Uruguay estima que unos 17.000 ciudadanos que habitan en el país suramericano.
Varios de ellos relatan a Efe sus vidas dentro y fuera de la isla, cuyo nexo en común es el anhelo de libertad y la búsqueda de una vida que les permita, al menos, ser independientes económica, social e ideológicamente.
ARTE PERSEGUIDO
Carlos Varens es un pintor de 43 años que llegó a Uruguay hace cuatro gracias a la ayuda de una colega de ese país con la que, mediante un proyecto artístico, logró salir de Cuba, donde, asegura a Efe, estuvo «perseguido» durante 18 años por expresar su arte «en contra del régimen» de los Castro.
«Desde muy joven me censuraron por las exposiciones que hice. Desde el 2002, cuando empezó allá la ‘primavera negra’, que fue un programa del Gobierno para crear un estado de pánico y en eso caímos muchos artistas activistas», dice.
Según explica, desde los años 80 «siempre se criticó» al Gobierno cubano desde el arte hasta el punto en el que se llegó a etiquetar como «contestatario» como una manera de «dogmatizar y dañar la imagen».
En ese sentido, Varens se dio a la tarea de «deconstruir símbolos y el lenguaje» establecido por el Estado cubano, explica, con el objetivo de «desadoctrinar a la gente».
Para este artista, las protestas ocurridas en la mayor isla del Caribe desde el 11 de julio permitieron ver, por primera vez, una Cuba «totalmente unida» y le da la esperanza de que su país pueda gozar del «Estado de derecho» que vive en Uruguay.
«HACER LEY EN UN PAÍS SIN LEY»
Esta es la afirmación de Ibis Matos, una exjueza penal que no estuvo de acuerdo en «cumplir órdenes de arriba».
«Es muy difícil hacer ley en un país que no tiene ley. No tiene ley desde el punto de vista que, si bien físicamente las leyes están ahí y existen, se aplican a conveniencia del Partido Comunista de directrices e indicaciones que no tienen nada que ver con ley», asevera.
Matos, quien ahora se gana la vida en Uruguay como trabajadora de empresas de reparto de comida a domicilio, asegura que una jueza en el cargo y responsabilidades que tenía en su país y que se opusiera a cumplir con «determinadas indicaciones» no era lo que «hacía falta».
«Si bien no se me estaba haciendo una guerra directa y abierta, sí llegaron al punto de ponerme en peligro, incluso en sentir de que estaban en peligro mis niños», afirma.
La exjueza tiene claro que, al abandonar la isla, también dejó atrás su cargo y su carrera que, no obstante, valora la calidad de vida de la que goza en el país suramericano junto a su esposo y tres hijos.
«Si yo pudiera ir a Cuba y ver que es como el Uruguay en el que yo vivo hoy, yo fuera feliz, porque acá tienen todos los puntos de vista y libertad de pensamiento», apunta.
DEJAR LAS ARMAS EN BUSCA DE LIBERTAD
Orlando Macedo es un exintegrante de las Fuerzas Armadas cubanas, en las que recibió entrenamiento en el manejo de armas contra, tal y como relata, «un enemigo invisible».
«Cuando yo era militar, mis ideas eran otras. Yo pensaba que lo que decía el Gobierno de Cuba que era para los pobres, me di cuenta que todo era una mentira», dice.
Macedo trabajó durante tres años en el aeropuerto internacional José Martí, en donde, a su juicio, logró «abrir los ojos y ver la verdad».
Según relata, sus problemas comenzaron cuando le ordenaron hacer seguimiento de su suegro, que trabajaba en la embajada de Estados Unidos, a lo que se negó rotundamente.
«Nos fuimos por lo económico y las barbaridades que estaban sucediendo. Yo quisiera para Cuba que algún día tuviera la mitad de la democracia que tiene Uruguay», concluye.
EFE
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