Por Francisco Rosas (*)
El sistema de financiamiento para el desarrollo agropecuario de Uruguay ha evolucionado en forma parcialmente exitosa, a través de adaptaciones del mercado e intervenciones de política. En lo fundamental, estas innovaciones estuvieron orientadas a resolver problemas específicos que surgieron en el transcurso del tiempo, pero no pueden considerarse como un rediseño integral de los instrumentos financieros que permita resolver las múltiples fallas de mercado que persisten en materia de financiamiento de las actividades agropecuarias.
El financiamiento de largo plazo es requerido para atender las necesidades de inversión y las transformaciones tecnológicas que deberían contribuir a la expansión sostenida de la productividad en la producción agropecuaria, en particular, en las que presentan perspectivas más sólidas para continuar la senda de expansión de las exportaciones. Este financiamiento se ha ido materializando en base a una combinación de fondos propios de los productores, crédito tradicional, y diversos esquemas de estructuración financiera. Entre estos últimos, se destacan distintas variantes de los fideicomisos financieros (1), pero que aún no han logrado el nivel de desarrollo que se requiere para apuntalar el proceso de desarrollo del sector.
En un trabajo realizado recientemente por cinve, que próximamente será publicado por IFPRI (2), se han analizado las claves principales sobre las que debería asentarse el desarrollo del financiamiento para el sector agropecuario.
En términos generales, el mercado de crédito tradicional de Uruguay se caracteriza por un perfil de préstamos de muy corto plazo, independientemente del sector de actividad que se trate. Si bien el sector agropecuario en su conjunto presenta la mediana de plazos más alta (3), éstos son demasiado cortos, teniendo en cuenta las características productivas de algunos de los principales rubros.
Del trabajo realizado por Cinve surgen algunas interrogantes que dejan planteadas cuestiones relevantes, notablemente, si las dificultades de expansión del financiamiento bancario de largo plazo se originan en la oferta de fondos prestables, en la demanda (acceso al crédito), o en ambas. También corresponde cuestionarse acerca de cuál es la naturaleza de las dificultades o limitaciones para que la tierra opere como colateral eficiente de los préstamos a largo plazo.
Algunos de los problemas detectados han podido atenuarse con la ayuda de los vínculos de las actividades agropecuarias con la industrial a la que provee la producción. Los eslabones industriales participan de forma directa o apoyan a las empresas agropecuarias a desarrollar estructuras de financiamiento. En la forestación, por ejemplo, las propias características de la actividad requieren de financiamiento de largo plazo, y la fase industrial juega un papel explícito en el desarrollo del financiamiento, ya sea siendo propietaria de importantes extensiones de tierra forestada, o aportando apoyos para facilitar el desarrollo de soluciones financieras para la instalación de montes en tierras de terceros. En rubros como lechería y arroz, donde la fase industrial se encuentra integrada con la producción primaria y desempeña un papel clave en la inserción en los mercados externos, se han desarrollado soluciones financieras específicas para que las empresas agropecuarias puedan acceder al financiamiento en condiciones adecuadas.
Sin embargo, en algunos rubros en los que no existe, o es más débil, la relación con la fase industrial, quedan al descubierto los variados problemas que existen para el financiamiento de largo plazo. En cultivos extensivos, como la soja, por ejemplo, donde no hay una fase industrial doméstica tan notoriamente marcada, el financiamiento típicamente se resuelve con instrumentos de crédito tradicional de corto plazo. Los desafíos mayores se ubican en la ganadería, rubro agropecuario dominante en el Uruguay. En estas actividades, donde existe un alto potencial para el crecimiento de la productividad, la relación con la industria frigorífica dista mucho de ser sinérgica.
Dado que las potenciales mejoras de productividad, por lo menos en algunos rubros, tienden a estar concentradas en la fase primaria, es importante poder generar condiciones para una demanda de financiamiento para mejorar, o continuar mejorando, la productividad. Dado el perfil de corto plazo que en promedio tiene el crédito tradicional, la financiación de largo plazo parece requerir del desarrollo de mecanismos de estructuración financiera, que permitan un adecuado uso de la situación patrimonial que exhiben las empresas del sector.
El fideicomiso financiero es un vehículo que ha contribuido significativamente al desarrollo del financiamiento en varios sectores de la economía, y el sector agropecuario no es la excepción. Precisamente, este tipo de instrumento encuentra condiciones propicias para su desarrollo en proyectos que apuntan a generar altos niveles de productividad. En Uruguay, el grado de desarrollo y el nivel de penetración que han logrado los fideicomisos agropecuarios, han sido considerablemente más importantes que para las obligaciones negociables y los fondos de inversión (4).
Entre los fideicomisos públicos se destacan los relacionados con el sector forestal, que surgieron en 2011 con el objetivo de financiar el desarrollo de proyectos de inversión para la instalación de montes y para la producción de madera sólida y madera para pulpa de celulosa. En todos los casos, los fondos se obtuvieron mediante emisión pública de certificados de participación, través de la Bolsa de Valores de Montevideo. En total se constituyeron 4 fideicomisos forestales, el último en 2019, todos ellos en similares condiciones, y por un monto suscrito total de 640 millones de dólares (5).
Otro ejemplo son los fideicomisos públicos de arrendamiento de tierras, constituidos con el objetivo de adquirir predios para la realización de actividades agropecuarias. Un primer caso consistió en la emisión de certificados de participación y títulos de deuda de oferta pública, por un monto máximo de 50 millones de dólares, cuyo destino principal fue la adquisición de tierras para llevar adelante cultivos agrícolas complementados con ganadería y forestación. Un caso similar, establecido en 2016, tuvo como objetivo obtener fondos para la compra de tierras agrícolas y para la adquisición de los equipos para el desarrollo de riego suplementario en cultivos. En concreto, se constituyeron dos fideicomisos por un máximo total de 200 millones de dólares.
En términos generales, los proyectos de estructuración financiera, que apuntan a generar mejoras en la productividad, se han caracterizado por tener un horizonte temporal de largo plazo por recurrir a emisiones de oferta pública, facilitando la participación de inversores institucionales como las AFAPs. De hecho, éstas han sido los principales inversores en la mayoría de las emisiones realizadas.
Por otro lado, existen interesantes ejemplos de fideicomisos privados en ganadería. En forma resumida, este tipo de experiencias consiste en que el productor concreta una operación de crédito con un banco comercial para la compra de ganado, y traspasa a un fideicomiso la propiedad de los semovientes, firmando una guía de propiedad y tránsito a nombre del fideicomiso. El manejo productivo del ganado sigue estando a cargo del productor ganadero, no estando previsto el involucramiento del fideicomiso (o del banco) en la gestión productiva de los activos transferidos. Es al momento de la venta del ganado que el productor debe contar con la autorización del fideicomiso para liberar la guía de propiedad y tránsito. La prenda sobre el bien era una forma alternativa de financiar la compra de ganado, pero el fideicomiso se ha impuesto como un vehículo más eficiente para la institución financiera, ya que en la prenda persiste el riesgo de que el productor venda el activo (semovientes) prendado (lo que configura un delito). La trazabilidad individual del ganado juega un papel central, pues sólo el titular de cada cabeza de ganado (el fideicomiso) puede autorizar el movimiento de ganado cualquier sea su destino.
Una alternativa de inversión, que se ha ido extendiendo en el sector agropecuario (principalmente en rubros ganaderos), consiste en la captación de ahorro por parte de inversores, que no necesariamente pertenecen al sector, pero que pueden hacer un seguimiento del proyecto a partir de informes periódicos que reciben del promotor del negocio. En estas experiencias no está previsto que los inversores se involucren en la gestión del ganado. En definitiva, se trata de esquemas financieros basados en distintas variaciones de lo que se conoce en el sector ganadero como sistemas de capitalización (5), pero a diferencia de estos sistemas, se involucran varios inversores que aportan capital, permiten diferentes opciones de salida y, en general, se constituyen como fideicomisos financieros.
La eficiencia demostrada por estos instrumentos para el financiamiento de largo plazo no se ha extendido, sin embargo, a otros rubros y no ha logrado alcanzar a un elevado número de productores, en particular, a los de menor tamaño relativo. Precisamente, algunas de las características intrínsecas de estos instrumentos financieros, como por ejemplo el tiempo de estructuración, la necesidad de contratar profesionales especializados y con conocimientos específicos en la materia, han llevado a que estas iniciativas se hayan limitado a inversiones puntuales y de montos significativos.
Si, como parece ser el caso, en el mercado uruguayo de financiamiento a largo plazo de las actividades agropecuarias se detectan fallas de mercado, se abren posibilidades para intervenciones públicas que pongan foco en la remoción de obstáculos al acceso fluido al financiamiento de actividades competitivas y con condiciones reales para mejorar la productividad, como son las agropecuarias. Las innovaciones financieras son costosas, pero una vez introducidas en el mercado son fácilmente replicables. En este tipo de situaciones, la intervención pública encuentra un terreno propicio, apoyando el desarrollo de modalidades estándar de estructuración financiera a las que pudieran acceder las empresas agropecuarias, sin importar su tamaño. La experiencia indica que el uso eficiente de los colaterales (tierra) de las empresas del sector ofrece oportunidades efectivas para mejorar las condiciones de acceso al financiamiento de largo plazo, lo que establece una posible hoja de ruta para transformar la estructura financiera del agro nacional y facilitar incrementos de productividad que fortalezcan aún más la capacidad exportadora del país.
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(1) En los fideicomisos financieros se constituye la propiedad fiduciaria de un conjunto de activos, que son transmitidos por los fideicomitentes al fiduciario para que los maneje y administre de acuerdo a un conjunto de instrucciones y plazo, en beneficio de uno o más beneficiarios. Si el fideicomiso es de emisión pública, debe inscribirse en el Registro de Mercado de Valores del Banco Central del Uruguay, y los títulos emitidos deben transarse en la bolsa de valores.
(2) International Food Policy Research Institute (IFPRI).
(3) Mello, M. 2018. “An Empirical Analysis of the Maturity of Debt Supply in Uruguay” Documento de Trabajo Nro. 6-2018. Banco Central del Uruguay. Disponible en: https://www.bcu.gub.uy/Estadisticas-e-Indicadores/Documentos%20de%20Trabajo/5.2018.pdf
(4) Las obligaciones negociables son títulos de deuda emitidos por las empresas, y los fondos de inversión reúnen los fondos de varios inversores para aplicarlos en forma conjunta en un proyecto.
(5) Bolsa de Valores de Montevideo. 2021. Fideicomisos Financieros. Disponible en: https://www.bvm.com.uy/operadores/fideicomisos-financieros
(6) La esencia del negocio de capitalización es que el inversor aporta el capital para la compra del ganado que queda a su nombre, el dueño de la tierra aporta el campo donde se mantiene el ganado por un ciclo productivo y también se encarga de la gestión directa; el negocio culmina al momento de la venta dividiendo entre ambos el valor monetario de la ganancia de kilos.
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(*) Francisco Rosas es investigador en economía de la Universidad ORT Uruguay y del Centro de Investigaciones Económicas (cinve). Es Doctor en Economía por Iowa State University y Licenciado en Economía de la Universidad de la República de Uruguay. Twitter: @jfranciscorosas, Email: [email protected]
Publicado en Carmelo Portal con autorización del CINVE.
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