Henry Borges, el paratleta uruguayo de los cuatro Juegos se baja del tatami

El uruguayo Henry Borges durante las series clasificatorias de judo de los Juegos Paralímpicos de Tokio 2020. EFE/Jaime de Diego/CPE

Por Carmen Grau Vila

Tres décadas de judo, cuatro Juegos Paralímpicos y el reconocimiento de su país, Uruguay, al mejor paratleta se materializaron este viernes en los Juegos de Tokio cuando Henry Borges se subió al tatami por última vez.

Los paratletas compiten en judo con distintas clases de visión y Borges, ciego, es B1 porque no puede reconocer las formas a cualquier distancia, mientras que su rival representaba la B2, una categoría donde reconocen formas y perciben claramente hasta los dos metros.

En el judo convencional dos metros separan a los atletas al inicio, pero los atletas con discapacidad visual comienzan agarrados al «judogi» de su contrincante, para que la ceguera no sea un desventaja.

Henry Borges, de 38 años, se agarró a su rival turco, Recep Ciftci, y combatió en la modalidad 60 kg para alcanzar su último sueño de medalla antes de retirarse de la competición, tras haber representado a su país en Atenas 2004, Beijing 2008 y Río 2016.

El uruguayo cayó de Ippon tras una reñida pelea en el templo de las artes marciales del corazón de Tokio, el Nippon Budokan.

En Río se quedó a las puertas del bronce y eso le dio fuerzas para no rendirse hasta Tokio y despedirse, aunque en realidad su vida ya estaba marcada por la superación continua.

EL JUDO COMO ARMA DE UNA VIDA NORMAL

Nacido en Artigas, a los seis meses de vida sufrió una meningitis que le afectó la visión. No sería hasta los nueve años cuando se iniciase en Montevideo en el deporte que le ayudaría en una difícil transición que sabía se acercaba y que ocurrió a los 12 años, cuando perdió la vista por completo.

«Más allá de las medallas y los logros, el judo me enseñó a alcanzar una vida normal y ordinaria, como la del resto, tener un trabajo, una familia y ser totalmente autónomo. Además, fue una herramienta importante para superar muchas barreras que nosotros, como discapacitados, tenemos que estar saltando cada día», afirmó Borges.

El judoca es, además de una importante figura de su país del judo paralímpico, un aficionado de la guitarra. Estudió química en la universidad y ha formado una familia de dos hijos con su compañera de vida y de tatami, la también parajudoca Mariana Mederos.

«Compartíamos el sueño de clasificar juntos en Tokio, al final solo uno de nosotros lo ha logrado, pero mientras yo soy el que está aquí, nuestro corazón es uno y el mismo», afirmó este martes tras su entrenamiento en la capital nipona.

Ambos judocas planean continuar con la enseñanza del parajudo a las personas no videntes en Uruguay, para pasar el legado que tanto les ha dado como personas y familia.

PERSEVERANTE ABANDERADO

«Es un honor para mí llevar la bandera de mi país. Es algo mágico. Estoy aquí para competir en mis cuartas Paralimpiadas y en esta ocasión portar la bandera, un gran honor», afirmó antes de la ceremonia de apertura en el Estado Nacional de Tokio donde encabezó la comitiva uruguaya.

Henry Borges cierra hoy el ciclo como paratleta, un camino que siempre ha perseguido sin rendirse, incluso cuando la pandemia les impidió entrenar.

«Hubo momentos donde fue imposible hacer deporte y tuvimos que entrenar en casa. Pero nosotros, los atletas del mundo, tenemos esta fuerza mental y coraje en el corazón y a pesar de las circunstancias, intentamos hacer todo lo posible cada día para lograr el objetivo, de estar en estos Juegos».

EFE

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