Por Alejandro Prieto
Las curvas blancas que el uruguayo Samuel Flores Flores moldeó con plastilina antes de dar vida a mansiones y fincas en los balnearios más codiciados de la costa este del país son redescubiertas en una muestra que desvela las diversas aristas del arquitecto.
Los ladrillos vestidos de blanco forman un laberinto en el que, tras la larga pausa que impuso la pandemia, podrán perderse los visitantes que lleguen al Centro Cultural de España en Montevideo para descubrir la otra cara de Flores Flores (1933-2017), un singular arquitecto «olvidado» por las revistas académicas.
LA ÉLITE DEL ESTE
Es que, como expresan a Efe los arquitectos Emilio Nisivoccia y Martín Craciun —quienes, junto a Mary Méndez, se encargaron del proceso curatorial de la exposición— si bien su obra casi no fue estudiada por la academia, Flores jugó un rol «fundamental» en la construcción del paisaje de la costa este uruguaya.
Flores tuvo una larga trayectoria, en tanto construyó más de 80 casas y proyectó «por lo menos 200». Y Nisivoccia apunta que el arquitecto, que vivió gran parte de su vida entre el lujoso balneario uruguayo de Punta del Este y Buenos Aires, fue mirado con recelo por el perfil de su producción: casas para clientes adinerados.
En ese punto coincide el decano de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo (FADU) de la Universidad de la República (Udelar), Marcelo Danza, quien en el prólogo del libro que acompaña la exposición analiza los motivos por los que esta obra estuvo «alejada del interés de los libros» por décadas.
«Su lejanía era múltiple: física (Punta del Este, Buenos Aires frente a una cultura mayoritariamente centrada en Montevideo), sociocultural (proyectos y obras para clases sociales altas en momentos de alta valoración de la obra destinada a la población vulnerable) e ideológica», acota.
DETRÁS DE LAS CURVAS
Sin embargo, para Nisivoccia, en tanto los arquitectos «no solamente construyen lo que pide un cliente» sino que trasladan a sus proyectos «una visión del mundo», las curvas de Flores esconden una mirada particular que la muestra «El universo curvo de Samuel Flores» —basada en una investigación del Instituto de Historia de la FADU— busca evidenciar.
«En la medida en que (…) apela a algo ancestral, constitutivo de lo humano, en realidad no es una arquitectura que siga directamente lo que un cliente puede querer, sino que de alguna manera el laburo (trabajo) de Flores es descubrir en uno mismo lo que es intrínsecamente humano en el habitar de una vivienda», resalta.
Además, el experto señala que Flores, a quien describe como un hombre «con chispa y humor», pero que podía ser duro a veces, fue un importante exponente rioplatense de una corriente con fuerte influencia del estilo mediterráneo al que las casas blancas del uruguayo evocan.
Como destacan Méndez y Nisivoccia en el libro de la exhibición, entre las construcciones del arquitecto, que —dicen— creó una obra «de autor, sólida y original», se encuentran las casas Brauer, Torres Blancas, Poseidón y Las Magdalenas, así como la boîte Las Grutas, excavada con dinamita en el cerro de La Ballena.
«Poseidón, que es la obra probablemente más conocida, hoy se transformó en una especie de club house de un complejo de apartamentos, o sea que perdió su uso original», indica sobre la mansión de Punta del Este, reconocible por «sus muros ligeramente curvados y su estructura con forma de flor».
MÁS ALLÁ DE DIESTE
Como subraya Craciún, «El universo curvo de Samuel Flores», que entre otras cosas reúne en el espacio expositivo central del CCE en Montevideo diversos planos, fotos antiguas y maquetas de las construcciones de Flores, invita a «sumergirse» en el mundo del arquitecto.
«Decidimos reproducir el tipo de arquitectura con la manufactura que Samuel (Flores) decidía construir sus casas, curva, hecha de ladrillos y con lo que llamamos bolseado, que le da esa terminación que permite ver los ladrillos y esas imperfecciones», enfatiza el curador sobre la puesta.
La muestra, que es resultado de una investigación de más de tres años y no recibió público con su apertura en marzo por una escalada de casos de covid-19, reabre en un momento en que la reciente declaración de una obra del ingeniero Eladio Dieste como Patrimonio de la Humanidad puede ser un catalizador para que los visitantes se acerquen.
Preguntado sobre las similitudes entre los trabajos de Dieste (1917-2000) y de Flores, Nisivoccia esgrime que si bien en ambos es usual el uso de ladrillos y curvas, en Dieste «cada ladrillo está trabajando» desde el inicio, mientras que Flores «moldeaba las maquetas» con plastilina y recurría al ladrillo solo para dar forma.
«Dieste confía en que la estructura es la que define el espacio arquitectónico y podríamos decir que en Flores es al revés, parte del espacio arquitectónico y después va a la búsqueda de una tecnología que le permita llevarlo adelante», concluye.
EFE