Por Alejandro Prieto
Entre arañas, paraguas, logos, témperas, óleos y grafitos se despliega el polifacético universo de Manuel Espínola Gómez, un vanguardista uruguayo que, sin aferrarse a ningún estilo, escapó de los cánones artísticos y construyó un legado teórico rupturista.
Tan disímiles entre sí que a simple vista podrían pertenecer a una docena de artistas distintos, las obras casi no dejan rincón vacío en el primer piso del Museo Nacional de Artes Visuales (MNAV) de Uruguay, que, con las paredes teñidas de anaranjado, homenajea a un verdadero camaleón de las artes pictóricas, gráficas y escénicas del país.
AUTODIDACTA E INTUITIVO
Es que, como asegura a Efe junto a la gigantografía que marca la entrada de la muestra su curador, el artista y profesor Óscar Larroca, pese a sólo haber cursado educación primaria, Espínola Gómez (1921-2003) manifestó inquietud por el mundo del arte desde una edad temprana.
«Tuvo un tutor espiritual que fue el músico Eduardo Fabini, que lo impulsó a presentarse a certámenes de arte y a otro tipo de eventos culturales (…) y a partir de allí siguió una carrera importantísima», apunta quien, tras un proceso curatorial de 16 meses, reunió en la exhibición unas 200 piezas del artista.
Larroca, que tuvo con Espínola una amistad «breve y respetuosa» a raíz de que, en los años 80 y con los roles invertidos, este fuera el curador de dos de sus muestras, lo define como un «autodidacta» que intentó «establecer algún tipo de conexión entre lo intuitivo y la argumentación teórica».
Además, como enfatiza el curador, este pintor, que se desenvolvió además como escenógrafo, diseñador y asesor plástico de la Presidencia uruguaya bajo el primer gobierno del expresidente Julio María Sanguinetti (1985-1990), «no se adaptó a los cánones del momento» y eso motivó un reconocimiento internacional con numerosos premios y menciones.
«Fue un artista que defendía con pasión lo que hacía, tenía un gran oficio, un alarde muy importante de la técnica que utilizaba y creo que la defensa a ultranza de su propia obra, que iba a contrapelo de los cánones establecidos, le dio una importancia», remarca.
EL OJO CAVANTE Y LAS TARÁNTULAS
«El mirador cavante» es el título elegido por Larroca para la exposición retrospectiva que marca el centenario de Espínola Gómez, ya que, según el curador, para Espínola «el espectador tiene que usar sus ojos como una pala que cava en la tierra, hasta llegar a lo más profundo», de allí su concepto de «ojo cavante».
Esta concepción se expresa particularmente en los óleos del «polifocalismo», un enfoque «óptico-expresivo» ideado por Espínola que, con una técnica de pincel percutido, un uso de colores llamativos y un encuadre octogonal, busca que el ojo del espectador explore la obra desde sus distintos «focos».
Con paisajes que recuerdan a las obras surrealistas del belga René Magritte, llaman la atención así obras polifocalistas como «Serenísimo paisaje encabezado» o un psicodélico retrato de tres cabezas de Simón Bolívar que el artista creó para un concurso internacional sobre el prócer venezolano en 1983.
De esta misma serie parece salir de la pared una tarántula enorme cuya aparición, según anota una reseña sobre la obra, «alude a una época de exilios, muertes y desapariciones acontecidos durante la dictadura militar uruguaya (1973-1985)».
Además, como se lee en la muestra, la araña era «uno de los artrópodos que más le apasionaba» al artista, ya que también ilustró la portada de un libro y diseñó una marioneta con ellas como motivo.
EL CONTINUUM Y EL IMPACTO DE GUERNICA
Como describe Larroca, Espínola, que fundó el grupo artístico Sáez junto a tres de sus contemporáneos, «denostaba» la división conceptual de pintura y dibujo, que creía «infantil o ingenua», y defendía la idea de un «continuum técnico».
También llaman la atención sus retratos a grafo, sus témperas y su trabajo para la escena teatral, que en la muestra se manifiesta en un espacio repleto de paraguas recreando una puesta que diseñó pero nunca concretó.
Para Larroca, las influencias de Espínola no están del todo definidas, ya que, si bien hay claros tintes de algunas vanguardias del siglo XX, como el cubismo, el surrealismo o el dadaísmo, también en diseños como el de las marionetas reconoce una referencia a los juguetes de Joaquín Torres García.
Sin embargo, lo que es seguro es que el «Guernica» de Pablo Picasso tuvo un fuerte impacto en su obra.
«El mismo Espínola mencionaba que cuando se enfrentó por primera vez al Guernica de Picasso intentó cambiar de paleta y a partir de ahí sus obras pasaron de una paleta cromática alta, de mucho color, a una de blanco, gris y negro», indica, pero matiza que luego se movió en un espectro estético «variado».
Ese enigma se traduce también a su filiación política en la que también diseñó el logotipo de la coalición de izquierdas Frente Amplio y, según documentos visibles en la muestra, provenía de una familia afín al Partido Nacional del actual presidente, Luis Lacalle Pou.
Estos datos sólo demuestran la profundidad del artista, cuyo universo vivirá en las paredes del MNAV hasta el 14 de noviembre acompañado de una serie actividades culturales que lo celebran.
EFE
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