Levantar un escudo legal contra el «genocidio cultural» que la demolición de casas antiguas desencadena en Uruguay es la meta de la Ley Lala, una llamativa propuesta impulsada por el artista Martín Sastre en sus redes sociales.
La idea, como cuenta a Efe el director de cine uruguayo reconocido por filmes como «Nasha Natasha» y «Miss Tacuarembó», surgió de forma «espontánea» en una visita a la antigua casa familiar que su abuela Lala preservó «con todos sus elementos originales» en Montevideo.
TESOROS ESCONDIDOS
Encontrar rotos unos mosaicos fue el disparador que motivó a Sastre, quien se crió en la capital uruguaya, pero vivió gran parte de su vida entre Madrid y Buenos Aires, a indagar sobre la preservación de loza, muebles y otros elementos ornamentales que, pese a su simpleza, pueden ser tesoros escondidos.
La primera vez que notó algo especial en los mosaicos del caserón comprado por su bisabuela en 1915 y ubicado en el centro de Montevideo fue cuando vio unos idénticos en el madrileño Palacio de Linares, sede de Casa de América.
«Vi que eran exactamente los mismos que los de la casa de mi abuela, me pareció raro (…) y ahí investigando descubrí que son de una fábrica valenciana que se llama Nolla», detalla.
A raíz de ello, el artista supo que los mosaicos, fabricados en el siglo XIX por el empresario Miguel Nolla, son considerados piezas de patrimonio cultural en España, con incentivos para su conservación.
Al tiempo que apunta que también hay Nolla en algunos palacios rusos, Sastre estima que llegaron al Río de la Plata con los técnicos de la fábrica, quienes, dada la complejidad de su instalación, «viajaban con los mosaicos para colocarlos».
A su vez, destaca que en la cocina de su antigua casa hay toda una pared de azulejos pintados a mano y originarios de una fábrica uruguaya que cerró en 1874 que su abuela y tío abuelo quitaron y reinstalaron uno a uno tras una reforma de la vivienda.
UN GENOCIDIO CULTURAL
Tras recibir expresiones de apoyo en la red social Instagram, el artista comenzó a recopilar información sobre la frágil situación de este tipo de viviendas.
Si bien, según el presidente de la organización Patrimonio Activo, Erich Shafner, es difícil estimar cuántas viviendas de verdadero valor histórico han sido demolidas en Montevideo, para Sastre la práctica es frecuente y dice que en la última década «más de 14.000» sufrieron ese fin.
«Es realmente un genocidio cultural para una ciudad como Montevideo porque ese tipo de construcciones no se van a volver a hacer nunca más (…), se necesita detener esa destrucción y empezar a reconstruir lo que queda», remarca.
Tras consultar con la Comisión de Patrimonio, Sastre entendió que, más allá de la que prevé declarar un monumento histórico, «no hay una normativa» que apoye la preservación de estas casas y comenzó a idear un plan.
Así surge el proyecto de la Ley Lala, iniciativa que, acota, pretende «despertar la conciencia» de la ciudadanía sobre la protección del patrimonio.
Aunque dice que el proyecto, que redacta con apoyo de arquitectos y abogados y presentará próximamente, se centra en modificar una ley preexistente sobre vivienda para incluir incentivos económicos a la restauración, el artista enfatiza que el mensaje es más amplio y debería contar con el voto de todos los partidos.
«Creo que los partidos políticos que no pongan en agenda el patrimonio van a perder votos porque ya es un clamor popular y realmente nuestro patrimonio es nuestra historia, no protegerlo es no proteger nuestra historia, nuestra identidad y nuestro futuro», subraya.
LA PASIÓN DE RESTAURAR
La tarea minuciosa de clasificar una a una las piezas de mosaico que reconstruirán para que los Nolla de Lala vuelvan a lucir completos es natural para las restauradoras Carina y Rossana Peralta.
La pasión de trabajar con antigüedades corre en la sangre de estas hermanas uruguayas, que nacieron en una familia de restauradores y profundizaron su formación con estudios de Bellas Artes en Perú antes de lanzar su emprendimiento «De Antes».
Una clave del oficio, según Carina Peralta, es la «reversibilidad», ya que, dice, toda intervención debe poder ser revertida en una próxima restauración «preservando siempre la materia».
Mientras devuelven brillo a cada pieza con bicarbonato y agua, ya que casi no usan químicos industriales, las restauradoras destacan algunos de sus trabajos, que abarcan reparaciones en el histórico Teatro Solís uruguayo o en la Quinta Vaz Ferreira, y celebran la Ley Lala.
«Es rescatar parte de la historia de nuestro país y nosotras nacimos con ese concepto. Es fundamental que haya un testigo de la historia, más cuando estas cosas generan mucha mano de obra y recuperar lo que tiene un valor patrimonial es importantísimo», concluye Peralta.
EFE