Por Prof. Daniel Abelenda
“Por nosotros, por nuestros hijos, y los hijos de nuestros adversarios.” J. B. y O.
El 20 de octubre de 1929, fallecía en Montevideo, Don José Batlle y Ordóñez, sin duda el estadista más importante del XX, al punto que su filosofía y sus ideas, se han convertido en sinónimos del ser uruguayo: libertad, republicanismo, democracia participativa y justicia social.
Tal vez la mejor definición de su gran estatura política, la diera el historiador norteamericano Milton Wagner, quien afirma en uno de sus clásicos libros dedicados al período de las dos presidencias de Batlle (1903-07 y 1911-15) que fue “el creador de su tiempo.”
¿De cuántos presidentes o políticos se podría afirmar algo similar?
El enorme impacto transformador del batllismo, se basó en la naturaleza de sus ideas políticas y la convicción con que Don Pepe supo defenderlas, ya desde antes de su primera presidencia.
En efecto, el 16 de junio de1886, el joven revolucionario del Quebracho, cambia la espada por la pluma, y funda el diario El Día, cuyas editoriales escribirá de puño y letra (o editará, si se trataba de alguno de sus colaboradores) ininterrumpidamente, durante más de cuatro décadas.
Resulta conmovedor, el relato de su amigo y mano derecha, el Químico Farmacéutico Domingo Arena, quien lo visitara durante sus últimos días en el Hospital Italiano: Batlle corregía en su cama los editoriales del diario, hasta que sus fuerzas no se lo permitieron…
Fue una vida entera dedicada con pasión a la política, que no supo de claudicaciones, y que le valió adversarios, detractores e incluso enemigos, pues hace un siglo, la lucha política era cruenta, y frecuentemente, la sangre llegaba al río. Así lo atestiguan varios episodios de duelos, en que los políticos debían batirse a sable, florete o pistola, para defender su honor.
Y a pesar de su carácter fuerte, Batlle nunca deseó llevar al nivel personal las disputas políticas, como lo prueba la Ley de Amnistía aprobada en 1904, y que comprendía a todos los combatientes saravistas de nuestra última guerra civil, y otras leyes de su primera presidencia, tendientes a asegurar la paz y la convivencia ciudadana.
Con respecto a su programa político es poco lo que se puede agregar (el “primer batllismo” debe ser el período más estudiado por la historiografía nacional); su concepción del Estado Benefactor o Welfare State buscar brindar servicios públicos a bajo costo (agua, energía eléctrica) protege a los trabajadores de los abusos patronales (legislación laboral) y da igualdad de oportunidades y ascenso social (educación, salud, vivienda). También promueve la investigación, la ciencia y la tecnología, creando Institutos para mejorar la producción agraria o industrial.
Esto en Europa se llama Socialdemocracia. Un exitoso modelo que conjuga libertad con altos niveles de vida, pues el Estado no ahoga la iniciativa privada capitalista –tan denostada por las izquierdas- porque esta es la única generadora de empleo genuino y riqueza.
Los países escandinavos –no por casualidad hoy ostentan los mayores índices de bienestar- fueron los primeros en ensayarlo, desde comienzos de los años 30. El resto de Europa Occidental, luego de la Segunda Guerra Mundial, con la conformación de un mercado común de bienes y personas, la Unión Europea, que ha ido sumando a los países del exbloque comunista (URSS).
Así, vemos que Batlle se adelantó varias décadas a su tiempo. Su usina fueron los intelectuales nucleados en torno a El Día y su sector. El Partido Colorado fue su herramienta, un conglomerado de hombres y mujeres con ideas de avanzada, con una organización democrática, que no rehuía los debates ni marginaba o acallaba a quienes discrepaban con la mayoría -por ejemplo, el diputado José Enrique Rodó, tuvo posturas críticas con respecto a Batlle.
Muy por el contrario, los integraba y lograba así una síntesis superadora, que se traducía en leyes que adelantaron y aceleraron el reloj de la Historia. Ese partido que él modernizó, fue además, la locomotora del Gobierno, aportando los mejores dirigentes para ocupar los cargos en ministerios, entes autónomos y servicios descentralizados. El Estado debe ser moderno y eficiente para cumplir sus propósitos de socio de la actividad privada y/o ejecutor de las obras públicas.
El foco estuvo siempre puesto en el bien público y en el futuro de los uruguayos, jamás en los conflictos o resquemores del pasado. Esa fue la mayor grandeza de José Batlle y Ordóñez y los hombres y mujeres que lo acompañaron en esos años fundacionales y en quienes continuaron su obra en los siguientes. Ese es el espíritu y el legado que nos ha dejado este hombre excepcional.