Por Juan Carlos Gómez
Las huellas en América de la banda terrorista vasca ETA, diez años después del anuncio del abandono de las armas, prácticamente han desaparecido y solo permanece el silencio ante lo que fue un refugio o retaguardia militar de activistas huidos que, en algunos casos, se establecieron en México, Cuba, Canadá, Uruguay y Venezuela.
Si en 2018, cuando la banda anuncio su disolución, el entramado terrorista vasco en el continente, principalmente en América Latina, estaba ausente o mantenía un perfil muy bajo, ya en 2021, según diversas fuentes consultadas, está desaparecido sin nostalgia y con ganas de pasar página.
Según Florencio Domínguez, director del Centro español para la Memoría de las Víctimas del Terrorismo, históricamente, durante el siglo pasado, ETA tuvo buenas relaciones con los grupos armados latinoamericanos, como las guerrillas salvadoreñas, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) chileno, los Tupamaros uruguayos y las FARC colombianas.
Estos lazos se esfumaron a medida que los grupos terroristas locales desaparecieron y ETA, acosada por la lucha global contra el terror que despertó tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, se vio obligada a abandonar la violencia.
Eso no significa que antiguos miembros de la banda estén en territorio americano lejos del control español. Antes del cese de la actividad armada, los servicios antiterroristas españoles tenían a más de cien miembros de ETA identificados en Latinoamérica.
Y recientemente, el catedrático español José María Azcona evaluó en cerca de 450 el número de personas relacionados con la banda que están actualmente en América Latina. Eso sí, muchos de ellos son considerados, según la jerga judicial, como “legales” al no estar fichados por la policía española.
EL ‘TXOKO’ TROPICAL
La presencia de ETA en Venezuela se remonta a la creación de la propia banda. En 1959 se constituyó en este país sudamericano una célula de ETA. Esta relación inicial, motivada en parte por la gran colonia vasca asentada en el país tras la Guerra Civil española, fue en cierta medida anecdótica – y en algún caso pactada con el Gobierno de Madrid – hasta la llegada del presidente Hugo Chávez al poder en 1999.
Con el chavismo, la lista de desencuentros con España es larga y va desde el caso de Arturo Cubillas, acusado de formar parte del Comando Oker, y alto cargo de la administración venezolana, hasta la petición de extradición – sin éxito- de Iñaki de Juana Chaos, acusado de 25 asesinatos, que, según denunciaron medios, regenta una licorería en Chichiriviche, en el Caribe venezolano.
En esta línea, el Colectivo español de Víctimas del Terrorismo (Covite) denunció ya hace cinco años que al menos hay en Venezuela 46 miembros de ETA sin juzgar y sin responder por delitos cometidos durante su actividad terrorista. Presos venezolanos liberados como el comisario Iván Simonovis han corroborado la complacencia del régimen.
LA COLABORACIÓN MEXICANA
Si bien México durante años también fue una refugio seguro para activistas vascos, todo cambió a principios de siglo y la colaboración entre ambos países es un ejemplo en materia antiterrorista. Tanto es así que el Ministerio del Interior español reconoció al Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN) de México en 2017 por colaborar en la entrega de 40 etarras a España.
Ese mismo año las autoridades mexicanos arrestaron a Ángel María Tellería Uriarte, conocido como Antxoka o Gotzon, quien vivía de forma clandestina en el centro del país desde los años 80 y es el último caso conocido de un líder etarra detenido en el país.
Tras su arresto, la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT) indicó a la prensa mexicana en 2018 que era “difícil saber” si algún etarra seguía en México, tras haber identificado originalmente a 35.
En los últimos años, el gobernante Movimiento Regeneración Nacional (Morena) ha provocado alguna controversia por el hecho de que políticos de este partido se hayan fotografiado y, supuestamente, hayan recibido asesoría de simpatizantes de ETA como Israel Arconada, que ahora se identifica como Katu Arkonada, o del dirigente abertzale Arnaldo Otegi.
AMISTAD COLOMBIANA
También en Colombia, el cerco sobre ETA se cerró hace años después de una colaboración interesada entre la entonces guerrilla de las FARC y la banda vasca.
Según el trabajo «ETA y FARC: Un análisis de dos guerrillas», de Igor Azkune Buenetxea, integrantes de ETA expertos en armas y explosivos fueron «en pleno siglo XXI a dar cursos a miembros de las FARC. Estos tuvieron la suerte de aprender nuevas técnicas para crear bombas».
De hecho, en la documentación incautada en los ordenadores de Raúl Reyes, número dos de la guerrilla abatido en 2008 en territorio ecuatoriano, revelan la comunicación directa entre el representante etarra y significados dirigentes farianos como Rodrigo Granda, considerado “el canciller” de las FARC, o Rubén Zamora, jefe del Frente 33.
De esos vínculos no se volvió a hablar hasta el 30 de mayo de 2019 cuando, tras la puesta en libertad del exjefe guerrillero Seuxis Paucias Hernández, alias «Jesús Santrich», después de permanecer un año preso en Bogotá, uno de sus acompañantes apareció en el balcón de la sede del partido FARC vistiendo una camiseta de ETA.
Tras la queja de España, el presidente del partido FARC, Rodrigo Londoño, conocido en la guerrilla como Timochenko, expresó sus más sinceras disculpas.
DEPORTACIÓN A CUBA
Mayo de 1984 fue la fecha aproximada en la que Cuba acogió a más de una docena de miembros de ETA llegados por diferentes vías, en virtud de acuerdos de deportación de terroristas capturados en Francia entre el Gobierno de Felipe González y el ejecutivo de París.
Entre los etarras exiliados en Cuba destaca Joseba Sarrionandia (Sarri) que vivió largos años en la isla tras su fuga, oculto en un altavoz, de la cárcel guipuzcoana de Martutene en julio de 1985, y que en abril de este año regresó a su localidad natal de Iurreta (Vizcaya) ya libre de cargos.
También pasó una larga temporada en Cuba el terrorista Iñaki Etxarte, conocido por su frustrada huida de La Habana a Venezuela en 2011 junto a otros dos exmiembros de la banda. Regresó a España en 2019 entre una gran polémica por el sobreseimiento provisional de las órdenes de entrega y extradición que pesaban sobre él.
Desde aquel caso ruidoso, se desconoce si en la actualidad permanece en Cuba alguno de los miembros de ETA que recibieron refugio en este país en las pasadas décadas.
SUCESOS DEL HOSPITAL FILTRO
En este repaso sobre la presencia lejana de ETA en América, Uruguay merece un capítulo diferenciado. En la década de los 90, la conocida ‘Operación Dulce’ supuso la detención de la cúpula terrorista asentada en el país.
Aquella intervención policial -agentes disfrazados de proveedores de alimentos entrando en el restaurante “La Trainera” – culminó con la detención de treinta personas.
De los detenidos, en 1994, la justicia de Uruguay autorizó la extradición de Mikel Ibáñez, Luis María Lizarralde y Jesús Goitia.
Antes del traslado a España, centenares de uruguayos se movilizaron cerca del hospital Filtro, donde se encontraban los etarras, y una jornada de violencia empañó la estampa de tranquilidad habitual de Montevideo.
El balance: un muerto y un centenar de heridos. El libro de Antonio Mercader “El último golpe tupamaro. El MLN y los etarras en el Filtro”, publicado en agosto de este año, repasa aquella jornada convulsa.
NO SOLO EN LATINOAMÉRICA
Por último, recordar que los tentáculos de la banda no solo alcanzaron territorio de lengua española. Por ejemplo, la presencia de integrantes de ETA en Canadá finalizó no hace mucho: el 19 de octubre de 2008 las autoridades canadienses entregaron a la Policía Nacional de España a Iván Apaolaza Sancho.
Y no fue el único miembro de ETA arrestado en Canadá a principios del siglo XXI.
En junio del 2005, Gorka Perea Salazar y Eduardo Plagaro Pérez de Arrilucea, quienes habían sido condenados por la Audiencia Nacional por su participación en delitos de la «kale borroka» (violencia callejera) fueron extraditados a España tras una larga batalla judicial que se inició con su arresto en el 2001.
EFE