Luchador y transgresor, como el personaje de cómic que identifica a la banda, El Peyote Asesino, banda de culto de la música uruguaya y «un cubo de Rubik demencial» al decir de alguno de sus integrantes, vuelve a publicar un álbum 23 años después del anterior.
«Serial», que sale en plataformas digitales, cd y vinilo este 5 de noviembre, cierra una suerte de trilogía con los lejanos «El Peyote Asesino» (1995) y «Terraja» (1998), este último producido por el oscarizado Gustavo Santaolalla, quien antes había trabajado con los mexicanos Molotov, quizá el grupo internacional más emparentado con los uruguayos.
Con motivo de este lanzamiento, dos de sus integrantes -ambos vocalistas y letristas-, Fernando Santullo y Carlos Casacuberta, conversan con Efe sobre el retorno de este grupo que mezcla géneros como rock, hip hop, trap, funk y metal, sin «casarse» con ninguno de ellos, y cuya música sonó mucho más cuando estuvo en silencio.
AUSENCIA DE PEYOTE
Explica Casacuberta, productor con Juan Campodónico -otro ‘peyote’- de varios discos de Jorge Drexler («Frontera», «Sea» y «Eco»), que en aquellos primeros tiempos la banda no gustaba «a todo el mundo por igual ni a todas las generaciones por igual» e incluso reconoce que agradaba a gente que era más joven que ellos.
Sin embargo, la separación «por cansancio» del grupo en 1999, tras la publicación de sus dos primeros trabajos y giras por países como México, Chile o Argentina, impidió su «despegue» internacional, pero al tiempo generó «algo interesante con la música de Peyote en ausencia de Peyote», afirma Santullo.
En 2009 fueron invitados al Pilsen Rock, una de las principales citas musicales del rock uruguayo, y allí se toparon, 10 años después, con unas 50.000 personas coreando sus canciones: «Había un crecimiento que era ajeno a nosotros, porque no hicimos nada por la banda, esos 10 años la banda quedó parada, los discos se descatalogaron, pero de alguna forma la música fue pasando de mano en mano», dice Santullo.
Con la misma formación de 1994 (Casacuberta, Santullo, Campodónico en guitarra, Daniel Benia en bajo y Pepe Canedo en batería), el grupo se reencontró en años posteriores para varios recitales y, después de algunos intentos frustrados, nació la idea de alumbrar un nuevo disco.
«SERIAL»
«Las referencias siguen siendo muy nuestras, pero nosotros no somos los mismos y, al mismo tiempo, el desafío era cómo los que somos ahora logramos sostener y mantener lo que es El Peyote sin repetirnos», argumenta Santullo.
Los dos vocalistas comentan que la mayor dificultad fue «recuperar los métodos de composición», ya que, según detallan a Efe, es una creación grupal, en la que cada uno de los integrantes aporta letra, acordes, ‘riffs’ o bases que son tomados por otros y «reciclados» hasta convertirse en un tema definitivo.
«El Peyote nunca tira nada. Es la forma de trabajar de la banda, corta y pega, no compone como una banda de rock, sino más como una banda de hip hop que después convierte esas canciones en rock», indica Santullo, que se refiere en ese sentido al grupo como «un cubo de Rubik demencial».
El nuevo álbum incluye 10 canciones, tres de ellas; «Vos no me llamaste», «La tumba de los crá» y «Es lo que hay», salieron como sencillos en plataformas digitales y se espera un gran concierto de presentación para marzo de 2022, en función de los aforos permitidos por la evolución de la covid-19 en Uruguay.
«Estamos muy contentos de haber conseguido un disco que nadie esperaba», dice Casacuberta sobre «Serial», álbum producido esta vez por Campodónico, y declara que «se integra en esa familia» de las anteriores publicaciones. «Sentimos que es un disco nuestro y se puede llamar orgullosamente del Peyote», señala.
EL PERSONAJE
El Peyote Asesino es un personaje de «El Santos», una tira cómica de México -país donde vivieron varios componentes del grupo- y que inspiró a los músicos para dar voz al «descontento» que marca sus canciones, explica Casacuberta.
«Tiene un espíritu que es descontento, llámale inconforme o desconfiado o crítico; es irónico, es burlón…», agrega al tiempo que señala que en los 90 «El Peyote pintó el mundo desde otro lugar».
No obstante, como remarca Santullo, «vos mismo no sos el tipo de hace 20 años y entonces no mirás la música desde el mismo lugar» y apunta que ocurre lo mismo «con las letras».
«Ahora no querés encontrar la palabra más chirriante; dejar planteado un concepto que puede ser chirriante aunque la palabra no sea gran cosa», señala.
Referencias futbolísticas -como buenos uruguayos-, lirismo urbano, rabia, inconformismo y queja son algunos de los elementos que este personaje vuelve a poner en la cancha musical uruguaya dos décadas después.
EFE