Lo que el lente de la pandemia nos dejó ver y lo que queda por hacer
Por Fedora Carbajal*
En Uruguay una de las mayores preocupaciones desde el sistema educativo se vinculan con las desigualdades en los logros educativos. Junto con la pandemia, estas desigualdades y las características estructurales que ya existían se hicieron más evidentes, y pusieron de relieve los problemas que se venían evidenciando. El lograr identificar donde enfocar los esfuerzos resulta en la actualidad uno de los desafíos pendientes.
La desigualdad se materializa y se ha documentado a través de distintas pruebas que reflejan logros académicos de los estudiantes. Ya sea en primaria, donde solo 4% de los estudiantes de nivel socioeconómico muy desfavorable obtiene el nivel más alto en matemática mientras que en el muy favorable lo logra un 26% (pruebas estandarizadas de TERCE para 6to grado). O en secundaria, donde solo 47% de los jóvenes pertenecientes al quintil de menores ingresos termina este nivel, mientras que 96% del quintil 5 logra culminarlo.
El cierre de escuelas generado por la pandemia de COVID19 ha sido considerado una de las mayores disrupciones en la historia educativa. Además, trajo consigo que cobraran mayor relevancia los factores que pueden incidir en la desigualdad educativa: la posibilidad y capacidad de trabajo autónomo y a distancia por parte de niños/as, el acceso a los recursos materiales así como a las tecnologías de información; la capacidad de acompañamiento de las familias; la relevancia de la ausencia y vínculo del trabajo con pares y las capacidades de respuesta y contención institucionales.
Durante buena parte del año 2020 y 2021 los centros educativos permanecieron cerrados. Uruguay figura como el país de la región donde los centros educativos permanecieron cerrados menos días en términos relativos (40 semanas), mientras que en la mayoría de los países de América Latina esto ocurrió durante más de 41 semanas (cuanto más oscuro es el color en el mapa, mayor tiempo de cierre de escuelas). Estos datos consideran la reapertura global dispuesta por las autoridades, siendo en Uruguay de carácter predominantemente parcial (dispuesta según regiones y/o grados). Sin embargo, existió una alta heterogeneidad en la posibilidad que tuvieron las escuelas en 2020 de reapertura cumpliendo las jornadas semanales completas de carácter presencial, para ajustarse a los protocolos sanitarios vigentes.
Cierre total y parcial de escuelas en semanas
(Marzo 2020 – Setiembre 2021)
Fuente: UNESCO (consulta en Octubre, 2021).
Los efectos de la pandemia en términos educativos recién se están conociendo y se está avanzando en estudios que tratan de medir la pérdida de aprendizajes. De acuerdo con UNESCO, la pérdida de a nivel mundial en 2020 fue de dos tercios de un año académico. Según el Banco Mundial, se verificó un aumento en la pobreza de aprendizajes (entendida como la proporción de niños/as de diez años que no pueden leer ni comprender un texto simple), que podría alcanzar un 63% de la población mundial cuando antes de la pandemia se ubicaba en un 53%. Las pérdidas no habrían sido homogéneas para todos los niños/as: se estima que para América Latina la brecha de pobreza de aprendizajes según nivel socioeconómico se habría incrementado un 12% a la ya existente. A su vez, esto se traduce en una caída de ingresos para aquellos que se encuentran actualmente en el sistema educativo de alrededor de 10% respecto a su ingreso base.
En Uruguay, se estima que en comparación con otros países de la región la pobreza de aprendizajes que se deriva del efecto de cierre de escuelas, habría sido relativamente reducida. Mientras que en promedio en América Latina la pérdida podría ser equivalente a 1.3 años de escolaridad ajustados por calidad de aprendizaje (LAYS), en Uruguay sería de 0.5 años de escolaridad, que a su vez conllevaría a una pérdida de ingresos laborales en el futuro para la población estudiantil afectada de alrededor de 600 dólares anuales.
Si bien estos resultados posicionan relativamente bien a Uruguay en la región, algunos factores nuevamente deben considerarse a la hora de observar la desigualdad al interior de los grupos. En todos los estudios tanto de países desarrollados como en desarrollo, se advierte que las pérdidas son mayores, cuanto menor es el nivel socioeconómico. En Uruguay el cierre de escuelas de 2020 y 2021 implicaría una pérdida relevante para el quintil más pobre de la población que se traduciría en una caída de los aprendizajes en un 45%. A su vez, se obtiene que la caída global de los aprendizajes en escuelas rurales sería menor a las escuelas en áreas urbanas[1].
Fuente: en base a Carbajal, Rovner y Tuzman (2021). “Efectos del cierre de escuelas bajo la pandemia de COVID-19 en los aprendizajes en Uruguay”. Banco Mundial, MIMEO.
Esta pérdida de aprendizajes pudo ser contrarrestada al inicio de la pandemia por al menos dos elementos. Uno primero fue el amplio acceso a internet en comparación con la región, siendo solo superado por Chile en lo respecta a penetración de internet. Las desigualdades socioeconómicas nuevamente se hicieron visibles, dado que mientras que 51% del quintil más pobre de ingresos tenía acceso a banda ancha en 2019, un 86% lo tenía en el quintil 5 (AGESIC). En segundo lugar, la existencia de una institución como el Plan Ceibal que está presente en el sistema educativo nacional desde 2007 y puso a disposición las plataformas para el aprendizaje y/o gestión, así como de computadoras para niños/as en los hogares uruguayos, posibilitó que se contara con un sistema digital y de educación a distancia operativo previo a la pandemia. La rápida adaptación del sistema educativo, (maestros/as y estudiantes) y su relevancia que cobró visibilidad notoria con la pandemia, se materializó en que alrededor de un 90% de los maestros de primaria indicó que utilizó las plataformas del Plan Ceibal para vincularse con los estudiantes (CREA, PAM, Matific, Biblioteca País). Escenarios que simulan el efecto de no haber contado con el Plan Ceibal, indicarían que el efecto de mitigación habría sido de 30 puntos porcentuales en la pérdida de aprendizajes, esto es, de no haber contado con este sistema el aumento de la pobreza de aprendizajes habría sido similar al promedio de América Latina.
Estos resultados de las simulaciones muestran que la mitigación de los efectos adversos de la pandemia debería considerar principalmente algunos ejes atendiendo a subpoblaciones específicas de cara a 2022 y los años subsiguientes.
Un primer eje se vincula con las desigualdades socioeconómicas en el sistema educativo que se habrían exacerbado en este período. Según el INEEd (2021), 96% de las escuelas APRENDER detectaron problemas de conectividad de los niños/as, mientras que en las escuelas comunes esto fue de 71.4% y en las escuelas privadas de 27%. El buscar dar seguimiento a los niños cuyas trayectorias fueron más riesgosas forma parte de una de las principales políticas a realizar por parte de las autoridades.
Aún para quienes tuvieron conexión durante la no presencialidad, diversos estudios muestran que la educación a distancia ha sido una compensación frágil y parcial de la educación bajo presencialidad, por lo cual este problema no se debe desconocer. A su vez, en la medida que el proceso educativo es acumulativo, las pérdidas de aprendizaje potencialmente podrían ser superiores para los niños/as y jóvenes que se encontraban en los primeros años del ciclo de primaria o secundaria en 2020 y 2021, en relación a quienes se ubicaban en etapas más avanzadas del ciclo. Las herramientas que se planteen en 2022 para mitigar los efectos adversos deberían contemplar un abordaje diferencial según el grado en que estaban los estudiantes en el inicio de la pandemia, priorizando a aquellos que se encontraban al inicio de un ciclo.
En tercer lugar, políticas que reduzcan la desvinculación actual y potencial del sistema educativo debería abordarse en el muy corto plazo. Según INEEd (2021) un 5% de los niños/as de contexto muy desfavorable se habrían desvinculado de la escuela primaria. A lo que se suman los niños/as que no teniendo buenos resultados en estos últimos años, podrían desvincularse del sistema agudizando aún más el problema estructural que presenta Uruguay en la materia y que se manifiesta fuertemente cuando los estudiantes alcanzan la educación secundaria.
Surge así la necesidad de atender de manera focalizada a estos niños/as y jóvenes más vulnerables en la actualidad y en las políticas que se realicen desde 2022 de manera urgente, dado que son quienes potencialmente han sufrido los mayores impactos en materia educativa en estos últimos dos años. De otro modo, las desigualdades se potenciarán.
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[1] Estas simulaciones toman escenarios que contemplan efectos del cierre de escuelas, de la no obligatoriedad y el retorno parcial con la vuelta a la presencialidad.
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* Investigadora de Cinve. PhD(c) Doctora en Economía por la Universidad de la República, Uruguay (correo: fcarbajal@cinve.org.uy)
** Entrada escrita para el Blog SUMA de CINVE www.suma.org.uy.
*** Publicado en Carmelo Portal con autorización de CINVE.