Por Daniel Abelenda Bonnet (*)
¿Plus o karma? Llevar un apellido identificado con la política, ¿es una ventaja o se vuelve una pesada carga que termina perjudicando a su portador?
La historia uruguaya reconoce varias “familias políticas”. La más antigua y notoria es la de los Batlle en el Partido Colorado. Esta empieza con el Gral. Lorenzo (Presidente entre 1868-72), sigue con José Batlle y Ordóñez, dos veces Primer Mandatario a comienzos del XX, continúa con su sobrino Luis Batlle Berres (Presidente entre 1947 y 1954) y llega hasta su hijo, Jorge Batlle Ibáñez, quien ocupara el sillón de Rivera entre 2000 y 2005.
Una verdadera dinastía dentro de una República, cada generación de los Batlle, ha tenido al menos un integrante que sintió que actuar en política era su vocación. Y en estos casos, el llevar tan ilustre apellido les ha jugado a favor. Muchos piensan que han “mamado la política”, y esto le da una experiencia extra. Pero no olvidemos que a su manera, cada uno ha demostrado un carisma propio y personal. “Mi padre era caudillo hasta de espaldas”, dijera Jorge Batlle.
En el otro partido fundacional, el Nacional, se destacan los Herrera. Luis Alberto de Herrera, fue el indiscutido “jefe civil” de los blancos durante toda la primera mitad del Siglo XX, y el que lo llevó a la victoria en 1958, después de 93 años en el llano. Aquí la genealogía saltea un escalón, y será su nieto, Luis Alberto Lacalle Herrera, quien tome la posta y contra todo pronóstico, ganará las elecciones de 1989. En 2000, su hijo Luis Lacalle Pou, obtiene una banca de diputado por Canelones y desde el Parlamento su figura crecerá en los años siguientes para convertirse en el candidato presidencial más joven (41 años), desplazando a su correligionario Jorge Larrañaga, que era el favorito en la interna nacionalista.
El estilo y el carisma de Lacalle Pou son indiscutibles -prueba de ello fue la gran votación de 2014, y desmienten las críticas de que llegó por ser “hijo de”. Una encuesta reciente lo da como el mejor rankeado de los presidenciables, con un 19 % de las preferencias de los uruguayos.
En la izquierda uruguaya, las familias políticas son menos frecuentes, quizá por el rechazo al “tradicionalismo” de los otros partidos que ha esgrimido desde siempre el Frente Amplio.
Están los Michelini, cuyo padre, Zelmar, proveniente del batllismo, fue uno de los senadores fundadores del F.A. en 1971 y trágicamente asesinado por el Plan Cóndor en Buenos Aires en 1976. Dos de sus nueve hijos, siguieron en política: Rafael Michelini es senador y uno de los líderes del FLS y su hermano Felipe ocupó una banca de Diputados.
También podríamos citar a Marina Arismendi, hija del histórico Secretario General del Partido Comunista y teórico marxista de prestigio internacional, Rodney Arismendi (1913-1989), quien fuera diputada y ministra (MIDES). Asimismo, Sergio Previtalli (actual Prosecretario de la Presidencia), es hijo de la Dra. Alba Roballo (1909-1996), legisladora de origen colorado y primera mujer en ocupar un Ministerio en América Latina.
Finalmente, el caso de Raúl Sendic Antonaccio (1926-1989) fundador y líder del MLN Tupamaros y su hijo Raúl Fernando, actual Vicepresidente de la República, amerita otra nota.
(*) Docente de Historia y Educación Cívica en Enseñanza Secundaria. Exprofesor adjunto de Ciencia Política e Historia de la Ideas en la Facultad de Derecho (UDELAR).