Por Federico Anfitti
La tradición española arraigada en el Río de la Plata a comienzos del siglo XX la vio nacer, la prohibición la llevó a la llevó al borde del colapso y hoy deviene en centro cultural. Así es el Real de San Carlos, una plaza de toros que es patrimonio uruguayo y que despertó de un olvido centenario.
«La Niza del Río de la Plata». Esta era la idea del empresario croata Nikola Mihanovic cuando diseñó el Real de San Carlos, un espacio que tenía como centro el coso taurino y que buscaba atraer fanáticos desde Buenos Aires -donde estaban prohibidas las corridas- a Colonia, en el suroeste de Uruguay.
Así lo cuenta a Efe el historiador Marcelo Díaz Buschiazzo, quien destaca la figura de Mihanovic y la incidencia de este sitio patrimonial en la comunidad de la época que, más de un siglo después, ha revivido esta semana con su reinauguración entre color, música y visita de autoridades, como el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou.
DEL SUEÑO A LA RUINA
Tras varios meses de obra, en 1910 se erigió un gigante de ladrillo y hierro en estilo neomudéjar para albergar a 10.000 fanáticos de la tauromaquia y así dar vida a un sitio que buscaba ser referencia.
La atracción por esta plaza era innegable y el día de la inauguración participaron los principales toreros del mundo, como el español Ricardo Pérez ‘Bombita’.
Sin embargo, el sueño duró 32 corridas oficiales -en las que no murió un solo toro, ya que Uruguay no lo permitía-, debido a que el país, bajo el gobierno de José Batlle y Ordóñez, prohibió esta práctica en 1912.
«Se firma la prohibición total y el complejo va a perder el alma, el espíritu de la plaza de toros, y va a empezar un periodo de desolación y ruinas hasta 1943, que pasa a manos de la Intendencia (gobierno local). Luego el declive es total», apunta.
RESURGIR DEL OLVIDO
Pasaron 111 años desde su construcción. Olvido, deterioro, una agonía centenaria y unas paredes que se volvían ruinas no acompañaban el crecimiento de una ciudad como Colonia del Sacramento -a 5 kilómetros de la plaza-, sitio emblemático en la región y, desde 1995, Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.
Pero este no era el final. La comunidad coloniense creó en 2012 el movimiento «Abracemos a la Plaza de Toros» para concienciar a las autoridades departamentales y nacionales de recuperarla. Y con un trabajo mancomunado entre el gobierno local y el nacional, en 2019 dio inicio esta restauración que, 25 meses después, tuvo sus frutos.
«Emoción. Todavía no lo puedo disfrutar, estuve trabajando hasta las cinco de la tarde viendo los últimos detalles», dice a Efe el arquitecto Walter Debenedetti, encargado de la obra de restauración, previo a la reinauguración, que tuvo lugar esta semana.
Recuperar un sitio que «estaba en ruinas» y transformarlo en un centro cultural y deportivo en el que el espectador ve convivir lo nuevo con lo antiguo es parte del orgullo del arquitecto experto en patrimonio.
Consolidar las gradas antiguas que eran ruinas y podían desplomarse, recuperar la estructura metálica y la fachada de ladrillos fueron solo algunos de los desafíos de este trabajo en el que se invirtieron unos ocho millones de dólares.
«Tiene una gran cantidad de fisuras, es una señora con cicatrices y hay que asumirlo así, es parte de su historia», señala.
La mezcla de historia y modernidad salta a la vista, con una recuperación del 40 % de la obra original, gradas creadas para albergar al público que se enfrentan a la antigüedad de los asientos viejos, mantenidos a propósito.
«Fue muy grande el desafío. Es tecnológico, técnico, patrimonial porque esto es un monumento histórico. La obra estaba en estado de ruina, casi perdiéndose», afirma.
UNA HISTORIA QUE CONTINÚA
En sus pocos años de vida funcional a principios del siglo pasado, se convirtió en un centro de referencia para Uruguay. De hecho, el icónico cantante de tango Carlos Gardel actuó allí en 1913.
Pero, además, el vínculo entre la plaza y el arte tiene otras aristas. Una de las personas que acudió a la inauguración fue Théodora, la hija de 3 años del arquitecto que diseñó la plaza, el croata Josip Markovic. Aquella pequeña niña se convertiría, décadas después, en la reconocida fotógrafa y artista Dora Maar, quien mantuvo una tormentosa relación con Pablo Picasso y fue fuente de inspiración para el artista.
Ahora, la Plaza de Toros está de pie nuevamente. Ya no existirán corridas. El sitio se transformó, pasará a ser un nuevo emblema para una ciudad cargada de historia y volverá a sus mejores épocas tras un siglo de abandono.
EFE